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Así funciona la red de sensores que vigila el Mar Menor las 24 horas
El Imida constata que la temperatura y los niveles de clorofila y oxígeno «se mantienen estables» pese al calor extremo
Unas veinte mujeres se introducen en el agua junto al club náutico de Los Alcázares en lo que parece una sesión grupal de gimnasia. Son ... las nueve de la mañana del lunes y el sol todavía no ha comenzado a irradiar con intensidad. Una de ellas, la primera en meter los pies, adelanta a las demás su primera impresión: «Está caliente». La temperatura del agua, que para ella es poco más que una anécdota, es una de las preocupaciones claves de quienes se ocupan de vigilar la salud ambiental del Mar Menor. A pocos metros de allí, dos técnicos del Imida ya suben a una zódiac para salir en una de sus campañas de medición de parámetros para alimentar el sistema de monitorización de la Comunidad.
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En la embarcación, llevan una de las boyas perfiladoras con que cuantifican los niveles de oxígeno, clorofila, salinidad y temperatura varias veces al día en toda la columna de agua, para lo cual, el dispositivo va ganando y perdiendo profundidad. Estas boyas forman parte del complejo entramado de sensores que permite conocer el estado del ecosistema en tiempo real y cuyos resultados se examinan con lupa para intentar anticipar situaciones de crisis.
29 °C es la temperatura media del agua según las mediciones de ayer.
28,2 de mínima y 30 de máxima. Por debajo de los 30,49 °C del 17 de julio.
En la Consejería de Medio Ambiente, Universidades, Investigación y Mar Menor se ha respirado una calma tensa estos días, tras un mes de julio marcado por un prolongado episodio de calor extremo y un puente igualmente cálido. «Estamos en la peor fecha del año», reconoce el director general del Mar Menor, Víctor Serrano, que observa con atención los trabajos en el agua, acompañado por el director del Imida, Manuel Erena, aunque defiende que el acortamiento de los días en agosto permite afrontar con tranquilidad las próximas semanas. «Contamos con más de diez años de series históricas en algunos parámetros y sabemos que hay comportamientos que son normales», afirma. «Si la ola de calor de julio hubiera durado dos semanas más, la situación sí que habría podido ser diferente».
Las mediciones de ayer arrojan una media de 29 grados en el agua, con máximas de 30, y el estado del Mar Menor no hace temer un episodio de anoxia «si no pasa algo anormal o llega una dana», dice Erena. El temor se disparó en julio tras un informe de Instituto Español de Oceanografía (IEO), pero se ha rebajado tras la mejora de los valores.
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«Gracias al viento, que crea corrientes y contribuye a la oxigenación del agua, tenemos niveles normales», explica Erena. «La contrapartida es la turbidez, ya que hay más materia en suspensión. También los valores de clorofila suben en algunos momentos».
La boya de la zódiac sustituirá a una de las ocho que hay en el Mar Menor, ubicada entre las islas Perdiguera y del Barón. La operación se repite cada dos semanas porque los sensores en el agua «se cubren de ova». Antes, el mantenimiento requería la intervención de un buzo, pero, desde hace tres años, la Comunidad cuenta con boyas más ligeras que se extraen y se reemplazan por otras, de forma que la limpieza se hace en tierra.
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En otro punto de la laguna, en la cubeta norte, con LA VERDAD como testigo, otros dos técnicos hunden una sonda multiparamétrica, un dispositivo capaz de registrar grandes cantidades de información. Se usa en 22 puntos geolocalizados donde se toman registros dos veces por semana. Los resultados sirven para ampliar lo recogido por las boyas y contrastar y calibrar sus resultados.
«Gracias al viento, que ayuda a oxigenar el agua, tenemos valores normales; la contrapartida es una mayor turbidez»
El retrato lo completa la embarcación de poco calado que mide el oxígeno y temperatura en las aguas someras a lo largo de los 73 kilómetros del litoral marmenorense, y que completa una vuelta cada cuatro días. Además, están ya en marcha los 19 piezómetros que vigilan el nivel freático del acuífero y la salinidad en la orilla. Todo eso alimenta el modelo del gemelo digital del Mar Menor, que sirve para anticipar problemas. «Estamos empezando a poder prever cómo se va a comportar respecto al oxígeno y la clorofila con una visión de una semana, en función de cómo lo ha hecho históricamente -dice Erena-. Y lo que nos señala es que se mantienen estables».
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