Nibali cruza primero la meta del Hautacam. :: J-P PELISSIER / reuters

La banda sonora de 'Tiburón' asusta en el Hautacam

Nibali gana tras otra exhibición, mientras Valverde se queda cuarto y Rojas es expulsado por agarrarse a un coche

J. GÓMEZ PEÑA

Viernes, 25 de julio 2014, 00:33

Quién no recuerda la música de 'Tiburón'. La pantalla llena de agua, arriba la silueta de un bote flotando mientras un par de piernas chapoteaban haciendo de cebo. El compositor John Williams le puso música al miedo. Simple, intensa. Crecía a medida que se acercaba el ataque del escualo. Imparable. 'Tiburón' fue el gran éxito del cine en 1975. Las secuelas ya tuvieron menos eco. Ya se sabía más o menos lo que venía tras la música. A este Tour le pasa igual. En cada pase, en cada etapa, a medida que se acerca la montaña final sube la intensidad de la música. Pero la sala de cine conoce el desenlace. El Tiburón de Messina, que así apodan a Nibali, se zampa todas las piernas de la playa. El Tour ha acabado siendo una carnicería, una película gore. Ayer, como en Hautacam se terminaba la montaña y se le acababa el festín, Nibali no se dejó nada en la reserva. Lo dio todo. Y pasó la plancha sobre sus pobres víctimas, allí braceando impotentes en sudor. Ganó su cuarta etapa y dejó los restos de la matanza para que Pinot, Peraud y Valverde, que ayer por solo dos segundos se bajó del podio, discutan mañana en la crono quién sube al cajón de París junto al Tiburón. A John Williams le dieron el Oscar; a Nibali, el domingo, le darán el Tour. Suyo desde que empezó el rodaje.

Publicidad

El guion de este Tour ha cambiado de escenarios pero no de final. Nibali desgarró la segunda etapa, en Shefield. Cazó en los Vosgos. Jugó con la carnaza en los Alpes. Y se ha ventilado hasta las raspas en los Pirineos. Es el único que ha permanecido a flote todo el Tour, pues al murciano Valverde se le atraganta.

En Pau, en la salida y a cuatro días del final, casi todo el mundo se había desprendido de sus sueños. A Mikel Nieve, rostro pálido de Buster Keaton, le quedaba uno: subir el Tourmalet abriendo la cremallera de la afición vasca y ganar en Hautacan. Así que se metió en la fuga con Kadri, Chavanel, De Marchi... y dos fieles a Valverde, el conquense Herrada y el guipuzcoano Izagirre. La táctica del Movistar es secreta. Su director, José Luis Arrieta, hermético él, parece siempre proteger una caja fuerte. Para su desgracia, el ciclismo se corre al aire libre. Se ve. Ayer, de nuevo, todo estaba listo para defender la segunda plaza de Valverde en un Tour que ya lleva el nombre de Nibali.

Mientras Nieve y Kadri desenrollaban el Tourmalet, empezó a sonar la música de 'Tiburón'. El Astana, el equipo de Nibali, marcó el ritmo. No hacían falta subtítulos para entender lo que ocurría: el líder tenía más hambre. Iba a cazar para agradecerle a los suyos el trabajo de tres semanas. Les iba a invitar a su playa preferida, la montaña. Con la nube a ras de cima, doblaron todos juntos el Tourmalet. Ahí, Valverde puso en evidencia su fragilidad al atacar cuesta abajo. Eran las brazadas de un desesperado. Herrada e Izagirre, náufragos de la fuga, le esperaron. Le guiaron por las curvas del Tourmalet. No les valió. Había demasiados rivales detrás. El Movistar no había eliminado a los gregarios de Van Garderen, Pinot y Peraud en la subida. Ni lo intentó siquiera. En el descenso ya era imposible.

Las dudas de Valverde

Cuando en el inicio de Hautacan subió el volumen de la banda sonora de 'Tiburón', ya todos sabían que Valverde dudaba de sus piernas. «Llevo días sufriendo», dijo el murciano. La orquesta de Nibali ocupó la tarima. A toda marcha. Primero Scarponi y luego Kangert. En eso, apareció un fantasma de Nibali, el viejo Horner, el ciclista con combustible a base de hamburguesas y Coca-Cola, el que le quitó la pasada Vuelta, el que se atrevía a meterse en esta película con un ataque fuera del guion. El Tiburón tiene buena memoria. Faltaban aún 10 kilómetros. No era lo previsto para esta secuencia, pero Nibali decidió irrumpir en la pantalla. La ocupó por completo. Lleva decorado el cuadro de su bicicleta con el dibujo de unos dientes de escualo.

Publicidad

«Me he divertido en este Tour», dijo Nibali. Supersticioso, solo ha tenido miedo a la mala suerte. Por eso ha llevado siempre o el maillot amarillo que ganó en Shefield o el del pavés de Arenberg. Se los lavaban a mano a diario. Con agua fría, el elemento natural del tiburón. «De chaval, como era muy pequeño, un amigo de mi padre me llamaba la 'pulga de los Pirineos'», contó feliz y con la 'Grande Boucle' en el bolsillo. La pulga ha resultado ser un depredador que se ha quedado sólo en el océano del Tour.

Detrás, muy lejos, Pinot vio sufrir a Valverde, gastado, resistente. Y le metió la cabeza bajo el agua. En la lancha de Pinot se subieron Van Garderen, que ha despertado tarde, y Peraud, el más beneficiado, el contrarrelojista que mañana se sentirá en su charco. Con 30 años, Peraud ni soñaba con el Tour. Con 37 acaricia el podio, quizá la segunda plaza. En apenas 15 segundos están los tres: Pinot, en plena forma; Peraud, ante la ocasión de su vida, y Valverde, tocado física y psicológicamente. Lleva desde 2005 nadando para llegar al podio del Tour y, pese a su empeño y entrega, puede quedarse otra vez en la orilla. Es cuarto, a nada de Pinot y Bardet. Aún les puede sacar de la foto final en París. Valverde merece estar al menos una vez en esa imagen de los tres mejores del Tour, la carrera con la que nunca ha podido.

Publicidad

La etapa dejó además la expulsión del ciezano José Joaquín Rojas. El corredor fue expulsado del Tour por agarrarse de forma prolongada al coche de un equipo y haberse refugiado detrás del mismo en el descenso del Tourmalet.

Además de su expulsión, el ciclista fue multado con 200 francos suizos. La misma sanción fue impuesta al coche del segundo director del Movistar, Vicente García Acosta, que también fue excluido definitivamente de la carrera y deberá pagar la misma multa.

Publicidad

El director deportivo del Tour, Thierry Gouvenou, explicó a Efe que «fueron los miembros del jurado de la UCI quienes vieron la infracción y decidieron la sanción».

«Le han visto agarrarse a un coche de su equipo durante un buen rato y luego refugiarse detrás. Es una práctica que puede hacerse si no es muy prolongada», indicó Gouvenou.

Este contenido es exclusivo para suscriptores

Prueba LA VERDAD+: Un mes gratis

Publicidad