Mehdi Zahid (centro), acompañado por dos compañeros en el jardín Chino de Murcia. NACHO GARCÍA / AGM

«Todos decían que no lo lograría»

Zahid, que llegó hace ocho meses a las costas españolas tras subirse a una patera pese a no tener su pierna izquierda, se recupera en Murcia con la ayuda de Cruz Roja

CARLOS MIRETE

Murcia

Lunes, 16 de agosto 2021, 01:27

Siete de la mañana. El sol acaricia con sus primeros rayos del día las impredecibles aguas del Atlántico. El mar lo agradece con el ... suave mecer de sus olas que, apenas rozan la orilla, retroceden con fuerza, intentando absorber toda la tierra de un único bocado. Un movimiento con el que puede que no logre sepultar las playas, pero con el que sí consigue arrastrar hasta sus profundidades tantos secretos como gotas de agua lo componen. Entre ellos se encuentran innumerables historias. Como la de Mehdi Zahid.

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«Ni siquiera mi familia confiaba en que lo pudiera lograr», confiesa con melancolía. Es uno de los miles de inmigrantes que llegan cada año a las costas españolas. Su caso es especialmente llamativo: a pesar de contar solo con una pierna, decidió emprender un camino de final incierto. Pero le sobra valentía. Aunque el primer intento no tuvo éxito, a la segunda fue la vencida, al menos en esta ocasión.

«Cuando llamé a casa, no se lo podían creer», dice mientras sonríe con cierto orgullo. Tras cuatro días de travesía por el océano, pisó por primera vez suelo español hace ocho meses. Con la tropical promesa del paraíso que sucede al infierno, las Canarias fueron su primer destino. Debido a la falta de plazas en los centros de acogida de Cruz Roja en las islas, fue trasladado a la Región de Murcia. No tenía nada. Pero ahora, según cuenta, lo tiene todo: «Aquí me han tratado como a uno más o mejor; siento que son mi familia», agradece con honestidad.

Ahora se somete a un completo tratamiento de rehabilitación para poder acceder a una prótesis que le facilite el día a día

«Nada que perder»

Desde la ONG tratan de que pueda acceder a una prótesis que le facilite una vida que hasta ahora no ha encontrado más que obstáculos. Aunque, de momento, ha conseguido sortearlos todos con sus muletas. Un traumatólogo se encarga de su rehabilitación, paso previo necesario para conseguir un implante cuyo coste es muy elevado. Una atención que incluye también un psicólogo para hacer más llevadera una estancia que puede prolongarse indefinidamente. Solo él sabe de dónde saca la fuerza: «Cuando no hay nada que perder, no existe el miedo», explica Zahid, «todo el mundo me decía que iba a morir en el intento, pero no tenían razón».

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Mantiene el contacto con su familia, que permanece en su Marruecos natal, a través del teléfono: «Les echo mucho de menos, pero no tanto la vida que llevaba allí», dice. Una vida que ahora comparte con otros compañeros. En Cruz Roja siguen unos protocolos de actuación que dividen en dos fases: la primera de ellas, destinada a la identificación, en caso de que sea posible, de los recién llegados y al tratamiento de patologías relacionadas con el viaje –hipotermia y deshidratación, sobre todo–; y una segunda de elección del centro en función de sus necesidades y su traslado al mismo.

Desde dicha organización destacan que la mayoría de personas que llegan a sus centros responden al perfil de un joven desesperado que busca las oportunidades de las que ha carecido en su país de origen. «Quieren buscarse la vida y allí no pueden», concluyen. Se calcula que, solo en lo que va de año, han atendido a a 1.500 inmigrantes en la Región.

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Once de la noche. El Atlántico se despide de una patera que alcanza, a duras penas, la costa de Lanzarote. Ahora es la luna la que baña tímidamente con su luz las oscuras aguas. Pero el mar ya no absorbe con fuerza los secretos: ahora los escupe en forma de historias. Como la de Mehdi Zahid. Como la de tantos otros.

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