Otra vida para el molino del Amor
El proyecto para recuperar la histórica edificación afronta la recta final tras cinco años de trámites y obras
El Plan de Acción de la Huerta, para la recuperación del patrimonio histórico y etnográfico de este cinturón verde de Murcia, empieza a ver sus primeros frutos. El molino del Amor, en la carretera de La Ñora, al final del paseo del Malecón, ofrece una nueva imagen, resultado de un proyecto de recuperación que ha llevado cinco años de trámites y obras. La construcción industrial, sobre la acequia mayor de Aljufía, en la frontera entre La Albatalía y La Arboleja, encara la última fase de su rehabilitación, emprendida por el Ayuntamiento con una inversión de 350.000 euros, que le ha salvado de la ruina.
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A preguntas de LA VERDAD, el concejal de Desarrollo Sostenible y Huerta, Antonio Navarro Corchón, no se atreve todavía a adelantar una fecha de finalización de los trabajos. De hecho, indica que aún queda pendiente de ejecutar un proyecto complementario, en fase de contratación, para acondicionar el entorno como un espacio verde que recree la agricultura tradicional. La recuperación del molino del Amor, de propiedad municipal, se presentó como una de las primeras actuaciones de un ambicioso plan para la puesta en valor del patrimonio de la huerta. En 2015, el Consistorio ya anunció su restauración. Sin embargo, las obras, sobre un proyecto del estudio Arquitectura de barrio, de Coral Marín y Enrique de Andrés, y dirigidas por técnicos de Urbamusa, se han alargado más de lo previsto debido a retrasos administrativos y demoras en los trabajos. De hecho, en 2018 sufrieron un parón de ocho meses por el mal estado de la estructura, lo que obligó a una modificación del proyecto
Las obras, además de consolidar y renovar la construcción, han permitido recuperar buena parte de su historia. Con la ayuda de un equipo de arqueólogos, ahora se mostrarán los canales originales que servían para el funcionamiento del molino y los vestigios que dejaron en el terreno las diferentes ocupaciones que tuvo la edificación. Unas pinturas halladas en las paredes (un duelo entre dos espadachines) apuntan a que la construcción ya estaba en servicio a mediados del siglo XVII. La documentación que manejan los especialistas señala que el molino estuvo en manos de las monjas agustinas y que de aquí salía la harina con la que se elaboraba el pan ácimo para la Catedral. Al final de sus días, en la década de los años 70 del siglo XX, el inmueble sirvió como comedor para los empleados de la cercana fábrica de conservas Caravaca. De este pasado, aún queda en pie la chimenea industrial.
Sobre el uso que se le dará a partir de ahora al molino, el edil señala que servirá para ensalzar la huerta tradicional, para lo que se está en conversación con la Universidad de Murcia. En principio se barajó que sirviera como banco de semillas de especies autóctonas y para la investigación y difusión de la agricultura típica.
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