Ver fotos

El nuevo mediador comunitario, Jorge Sempere, ejerce su labor de control en la cola del comedor social de la fundación. FOTOS: GUILLERMO CARRIÓN / AGM

Los nuevos mediadores de Jesús Abandonado reducen las quejas por conductas incívicas

Dos profesionales de la ONG hacen de enlace con comerciantes y vecinos para reducir las molestias causadas por algunos usuarios

Jueves, 19 de noviembre 2020, 02:59

Ocultar la pobreza no la soluciona. Tampoco acaba con los problemas de convivencia que pueden derivarse de ella. En la Fundación Jesús Abandonado lo ... tienen muy claro. La presencia de su comedor social en pleno centro de Murcia es, desde hace varias décadas, una prueba de fuego diaria para la tolerancia y las relaciones vecinales. Esta ubicación privilegiada favorece su accesibilidad para las personas más necesitadas, pero también genera algunas molestias en una zona turística y comercial, sin olvidar, además, su componente residencial. Para reducir al mínimo las fricciones, la organización caritativa ha incorporado a sus filas la figura del mediador comunitario.

Publicidad

Así, en apenas dos meses de trabajo, Jorge Sempere y Rachid Haddini han conseguido canalizar muchas de las demandas del vecindario y darles solución para reducir los conflictos. «Los problemas que surgen relacionados con nuestros usuarios no son de delincuencia ni de orden público, sino de faltas puntuales de civismo», explica Amparo Martínez, mando intermedio de la ONG. Hasta ahora, los residentes de la zona no sabían a quién dirigirse, más allá de la Policía, ante determinadas situaciones incómodas. Las más habituales: el uso de las calles como sanitario, las peleas entre personas en situación de exclusión, ruidos o 'acampadas' en los portales, con consumo de alcohol o cannabis.

Jorge y Rachid se han puesto desde su llegada a disposición de vecinos y comerciantes para recoger sus quejas, las cuales se han reducido al mínimo en apenas un mes. «Les damos la confianza de saber que tienen una persona de referencia a la que transmitir estas cuestiones y que vamos a hacer lo que esté en nuestra mano para ponerles remedio», explica Jorge, que en apenas unas semanas se ha ganado el cariño de la comunidad de la zona. «Hacen un trabajo fantástico: teníamos un problema con unos contenedores que eran utilizados en plena calle como inodoros, pero consiguieron que los retiraran y que se habilitaran unos servicios públicos junto a la Cruz Roja», explica Yolanda, vecina de la zona. Desde la iglesia museo de San Juan de Dios, Rosa Ferrer, una de sus guías, relata cómo estos profesionales han conseguido despejar la entrada al templo, permanentemente ocupada por transeúntes, mendigos y sin techo, que solían, además, protagonizar roces entre ellos.

Apoyo de los comercios

La misma impresión tiene Dolores, propietaria de un comercio en la calle Apóstoles. «Antes se te podían juntar en la puerta 15 personas, lo que generaba reticencias en la clientela, y cuando les pedías que se marcharan no se lo tomaban a bien; pero yo, que llevo más de 20 años aquí, puedo decir que desde que Jorge llegó la zona está mejor que nunca en ese aspecto», incide. Es cierto, según explica Jorge, que esos consumos de alcohol o estupefacientes continúan, pero en puntos apartados y de forma más dispersa.

Publicidad

El secreto para lograr estos resultados ha sido la manera que han tenido estos mediadores de ganarse el respeto y el afecto de los usuarios, trabajado a pulso con su presencia en las colas del comedor social. «Es un persona excepcional», señala Antonio desde la fila. «A mí intenta animarme todos los días», confiesa Consuelo, con 22 años de antigüedad en este sistema de atención. Es difícil no ser comprensivo con aquellos que te ayudan, la misma compresión que Jesús Abandonado pide a los vecinos de la zona para con aquellos que atraviesan dificultades.

El comedor social presta servicio a unos 270 usuarios cada día

Unas 270 personas utilizan a diario el servicio de comedor social de Jesús Abandonado. La cifra está lejos de los 350 que se alcanzaron durante el primer confinamiento, pero sigue siendo muy superior a los 90 comensales a los que se atendía de media antes de la pandemia. Esta circunstancia da una idea de que el perfil del usuario ha variado en pocos meses y ya no se reduce a los sintecho o personas en situación de exclusión. Por una lado están los temporeros, mayoritariamente de origen africano, asentados en Murcia o que se encuentran de paso. Por otro, se suman aquellas personas que contaban con un trabajo precario antes de la pandemia, en hostelería, por ejemplo, o en la economía sumergida, y que ahora encuentran problemas para llegar a fin de mes. Antonio, de origen venezolano, cuenta cómo una avería en su moto le obligó a dejar su ocupación cómo 'rider' en Glovo y le trajo hasta la 'cola del hambre'.

De esos 270 comensales, unos 120 son atendidos en sala y 140 con pícnic para llevar, aunque se quiere reducir esa cifra gracias al trabajo de los servicios sociales de zona.

Este contenido es exclusivo para suscriptores

Prueba LA VERDAD+: Un mes gratis

Publicidad