Una joven de Murcia denuncia que perdió un trabajo porque no había uniformes de su talla
A pesar de que viste habitualmente una XL, la XXXL que le ofrecieron le venía pequeña
Perder un trabajo suele ser una experiencia traumática, pero si el motivo es tan difícil de entender como la indisponibilidad de un uniforme del tallaje apropiado, el rechazo puede suponer un bofetón psicológico muy difícil de digerir. Eso es lo que le sucedió a R. R., una murciana de 22 años que denuncia haber sido rechazada de un puesto en un almacén porque la empresa que la contrató no pudo facilitarle un uniforme que le viniera bien.
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Las dificultades para reincorporarse al mercado laboral tras la no renovación de un contrato como carnicera la llevó a acudir a la empresa de trabajo temporal Randstad, dispuesta a probar suerte en otros sectores, aunque no fueran su primera opción. Allí logró acceder a una oferta de trabajo en un almacén agrícola. Su ilusión por iniciar una nueva etapa profesional se truncó cuando, tras superar los procesos de selección y firmar la documentación pertinente, a un día de incorporarse a la campaña se vio incapaz de entrar en los uniformes reglamentarios que le facilitaron, de uso obligatorio.
«No eran las tallas reales», se queja R. R.: «Yo normalmente visto XL, entre un 46 y un 48, y si es una marca mala una XXL. Pero los pantalones XXXL que me dieron tenían la cintura pequeñísima, sin botón ni cinturón, y yo soy ancha de caderas, no me podía poner eso». Avergonzada, acudió a Randstad en busca de una solución, pero su caso quedó sin respuesta. «Es más fácil contratar a otra persona», se queja, y critica que tampoco se le permitió llevar unos pantalones propios, de aspecto similar a los reglamentarios. «La vergüenza que he pasado no se la deseo a nadie», recalca.
Al ser contactada por LA VERDAD, la empresa de trabajo temporal no quiso hacer declaraciones sobre el incidente. No obstante, asegura que sigue contando con R. R. para futuras oportunidades profesionales. «Randstad me dijo que me llamarían si había otro puesto donde necesitaran gente, pero después de lo que ha pasado, no sé...», confiesa la joven, desanimada, porque ahora se pregunta si en otros trabajos le pasará lo mismo.
«Cuando voy de compras vuelvo deprimida»
Aunque es la primera vez que esta murciana pierde un trabajo por su talla, está acostumbrada a sentirse discriminada por las dificultades para comprar ropa en las tiendas de moda, lidiar con comentarios despectivos e incluso asegura haber sufrido acoso escolar. Una intolerable presión social que le ha provocado trastornos alimentarios, como episodios de bulimia, contra los que lleva años luchando.
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Gracias al apoyo de los que la quieren, como su pareja, ha conseguido mejorar su autoestima, pero este nuevo revés ha reabierto viejas heridas. «A raíz de esto llevo varios días llorando y sin comer», confiesa. «Me ha costado la vida aceptarme y quererme, pero ahora se me ha vuelto a meter en la cabeza que tengo que adelgazar, pero tengo un problema de tiroides y me cuesta mucho».
Como R. R., millones de mujeres con medidas que no se corresponden con los cánones de belleza normativos luchan a diario por sentirse validadas. «Puedo dar tanto o más que una chica de talla XS. Eso no tiene nada que ver», se queja amargamente. Más que los kilos, lo que le pesa es la lucha continua por encajar, no dentro de unos pantalones, sino en una sociedad que sigue anclada a los estereotipos estéticos que dictan las marcas.
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