Antonio Martínez Belmonte recorre la sala del casino de Alquerías donde ensaya la banda de música. Nacho García

Malos tiempos para los viejos casinos de las pedanías de Murcia

Al cierre del centenario edificio de la calle Mayor de Espinardo se suma ahora la venta de la sede de la sociedad recreativa de Alquerías

Domingo, 19 de enero 2025, 08:00

Testigos durante décadas de la vida social, casinos, ateneos culturales y círculos agrícolas de pedanías de Murcia viven ahora su momento más difícil. El futuro ... se presenta incierto sobre varias de estas entidades recreativas privadas, incapaces de adaptarse a los nuevos tiempos ni de rejuvenecer sus nóminas de socios, cada vez más menguadas por las bajas que deja el paso del tiempo. Con este panorama, y ante la imposibilidad de las directivas de hacer frente a los gastos de mantenimiento, el cierre se impone. Ha ocurrido con el centenario casino de Espinardo y ahora le llega el turno al de Alquerías, con siete décadas de historia. Mientras, en Torreagüera los vecinos están a la espera de que tome forma el proyecto municipal para darle un nuevo uso a la antigua sede de la Sociedad Recreativa Círculo Agrícola, tras lograr parar su demolición.

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El temor más extendido es que el cierre de estas entidades conlleve también la desaparición de los edificios que sirvieron de sedes físicas, por lo general en enclaves neurálgicos. «En muchos casos, se trata de inmuebles que tienen su singularidad y que merece la pena conservar formando parte del patrimonio de la población», sostiene Raúl Jiménez, cronista oficial de Torreagüera. Borrar del mapa esta arquitectura ligada al pueblo, añade, también entrañaría una pérdida para la memoria colectiva.

«Llevamos varios años intentando que el Ayuntamiento se quede con la propiedad, pero no hemos recibido respuesta. Así que los socios hemos optado por la venta del edificio y de la parcela que hay detrás», indica a LA VERDAD Antonio Martínez Belmonte, al frente de la directiva del casino de Alquerías. Son 33 socios que pagan una cuota anual de 60 euros con la que resulta imposible hacer frente a los gastos. La sede, de 230 m2, ahora solo acoge los ensayos de la banda de música.

La cesión al Consistorio se plantea como alternativa, pero la adecuación de estos espacios conlleva un importante desembolso

El precio de la operación ya está fijado: 160.000 euros, que se repartirían entre los socios, según acordaron en una asamblea. Pero Martínez Belmonte todavía está dispuesto a un último intento con el Consistorio para que se haga cargo del inmueble. «Sería una cesión gratuita siempre y cuando las dependencias sirvan para beneficio del pueblo; por ejemplo, para abrir un centro de día de mayores», sugiere el presidente.

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Es la misma fórmula que se ha estudiado en Espinardo. En octubre, la directiva encabezada por José Alemán anunció la venta a un promotor privado del edificio ante la imposibilidad de los socios de mantener las dependencias y el desinterés del Ayuntamiento. El equipo de gobierno municipal reaccionó al aviso reactivando la aprobación de un convenio de cesión gratuita del inmueble, que data de 1916 y hunde sus cimientos en la potente industria del pimentón. Pero tres meses después, apenas se ha avanzado.

Fachada modernista

La rúbrica para formalizar el trámite sigue sin fecha, mientras el deterioro del edificio, de fachada con toques modernistas, se agrava. En declaraciones a este diario, Alemán expresa su malestar por la demora. «Ahora nos piden un certificado de que la entidad no tiene deudas; otro papeleo más», lamenta. Los 26 socios mantienen de momento su compromiso de ceder el local, en plena calle Mayor de Espinardo, al Ayuntamiento siempre y cuando «se restaure y se destine a servicios para los ciudadanos». Pero, su paciencia se agota.

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Alemán (d) y otros miembros de la directiva, en el casino de Espinardo. Andrés Molina / AGM

Los vecinos apoyan la iniciativa y recuerdan las carencias que arrastra este barrio de 13.000 habitantes del norte de la capital. «Para el centro de mayores se adquirió un bajo de propiedad privada; la Policía Local permanece en un local alquilado con el coste que conlleva; igual ocurre con el sitio que utilizan las espinarderas para sus actividades. La alcaldía, en la que se centra la actividad administrativa, es un espacio decrépito, mal iluminado, sin la climatización adecuada, ni los recursos suficientes... El casino podría albergar cualquiera de estos espacios, con una sala de encuentro vecinal para la cultura y los colectivos», comenta Chencho Mateos, de la asociación de Joven Futura.

El cronista de Torreagüera se expresa en términos similares: «Una buena opción sería reconvertir estos inmuebles en otras instalaciones demandadas en la actualidad, como salas de estudio, archivos de identidad y espacios de reunión y exposiciones. Siempre resulta mejor reutilizar y dotar a la población de más servicios comunitarios, a la vez que se conserva un patrimonio representativo de una época».

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Esa alternativa salvó el casino de Beniaján, fundado en 1923 por el Círculo Agrícola Beniajanense y que a mediados del siglo XX se alzaba como uno de los más importantes de la Región. Cuando pasó a manos municipales, una parte mantuvo su uso recreativo y otra se habilitó como cuartel de la Policía Local. En otras pedanías los ateneos que sobreviven se mantienen a duras penas gracias a las actividades que organizan los responsables de las cantinas ubicadas en esos inmuebles.

Regalo envenenado

Con todo, la cesión puede convertirse en un regalo envenenado. Se trata de construcciones que suelen arrastrar daños debido a su antigüedad y a una deficiente conservación, y su transformación para nuevos usos conlleva un importante desembolso económico. En el caso de Torreagüera, la inversión prevista por el Ayuntamiento supera los 400.000 euros con la vista puesta en convertir un inmueble de los años 50 en unas dependencias versátiles y adaptadas a las necesidades del siglo XXI.

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Francisco Javier Pérez Rojas, catedrático emérito de Historia del Arte de la Universidad de Valencia, se muestra partidario de analizar caso por caso, pero de partida cree que los casinos «deberían conservarse porque son testigos y protagonistas de la vida cotidiana». El autor de 'Casinos de la Región Murciana. Un estudio preliminar (1850-1920)' recuerda que estos edificios, que se levantaron, «algunos con mucho esfuerzo de sus socios», entre finales del siglo XIX y mediados del XX, bajo la influencia de los tradicionales clubes ingleses, aparecen como «elementos singulares de la sociedad del momento, que se relaciona en grupos y formando tertulias. Los había más o menos clasistas, pero lo cierto es que la vida pública se proyectaba desde estos espacios». Su pérdida, avisa, constituye una prueba más de «cómo se destruye la identidad de las ciudades».

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