La librería de barrio de Murcia que se resiste a las grandes cadenas y plataformas
Elbal, con más de 40 años de historia ligada a Santa María de Gracia, se rebela contra el cierre a la espera de un traspaso que mantenga el espacio cultural y de encuentro
Las librerías de barrio son espacios de resistencia. Elbal, en el corazón de Santa María de Gracia, lleva cuarenta años bateando crisis y ahí sigue, a todo gas en plena campaña de libros de texto. Se agolpan en su mostrador estos días para recoger los suyos padres que hace dos décadas fueron los niños que elegían ilusionados su material escolar. «Hemos atendido a varias generaciones, y ahí seguimos. No queremos cerrar y dejar al barrio sin su librería, pero nos va llegando la hora de jubilarnos». Lo cuenta Manuel García Elbal, librero, maestro de artes gráficas y montañero, quien a punto de cumplir los setenta va echando en falta un verano relajado, lejos de las montañas de libros del nuevo curso que reclaman su atención. Él y su mujer, Carmiña Garay, han pasado las últimas cuatro décadas abriendo la persiana de un comercio de barrio que es mucho más que un espacio de mercadeo donde se compra y se vende.
En la librería, que se ha adaptado a los tiempos, han hecho frente a la hostil competencia 'online' con su mejor baza: la atención personalizada al cliente, que en muchos casos son también amigos que tejieron entre los mostradores los recuerdos de su infancia y adolescencia. Presidente del Gremio de Libreros de la Región de Murcia, Manuel Elbal lleva décadas, las mismas que ha pasado en el mostrador de su negocio, peleando por el futuro del sector. «Han sido muchos frentes. Primero los grandes almacenes que vendían a pérdidas, después las plataformas. La pandemia fue un golpe muy duro para todos», recuerda Elbal, quien calcula que hoy día resisten unas 120 librerías en la Región tras una depuración que se alarga desde 2008.
Satisfecho de que su medio de vida sea parte del tejido social, cultural y económico del barrio de Santa María de Gracia, Manuel García Elbal y su mujer se resisten a la liquidación física y sentimental de un negocio aupado por la vocación al que auguran futuro. «Nos hemos diversificado y adaptado a los tiempos: tenemos prensa y revistas, estamos muy especializados en la campaña escolar, somos punto de recogida de paquetería...», repasa el librero, empeñado en su resistencia: «Al libro hay que cuidarlo y protegerlo. Hay que seguir».
