Aquellos históricos 'Retablos de Reyes' murcianos que España admiró
Una publicación inédita del año 1930 evidencia la popularidad de esta remota tradición que se conserva
Tiene nuestra Región cosas sorprendentes que a quienes han mamado de ellas les parecen algo cotidiano. Es normal. Pero no lo es tanto para algún ... turista que nos visita y, mientras se limpia la baba de admiración, pregunta el motivo de que nadie las conozca más allá de Yecla. Escribo Yecla pues allí se celebra la fiesta más hermosa dedicada a la Purísima, ya no del país, sino del mundo mundial. Y pocos la conocen. A ver si alguien se lo cuenta al Papa. Eso que sucede ahora ya ocurrió en 1930, cuando una publicación describió nuestros Autos de Reyes Magos.
La cuestión es interesante pues hasta ahora, querido lector, nadie había recuperado unas vetustas páginas. Y también porque aportan suculentos detalles de cómo se celebraba la fiesta. La revista 'Mundo Gráfico', de tirada nacional, fue publicada entre 1911 y 1938 y alcanzó gran popularidad por dos razones. La primera, su bajo precio de venta, asequible para cualquier bolsillo. La segunda, que casi en todas sus páginas imperaba la fotografía.
Cuando en 1930 se publicó la crónica, el redactor ya advertía de que la tradición de representar el que llamada retablo databa de «tiempos inmemoriales». Acertó. El auto es una de las más antiguas reliquias teatrales españolas y goza de gran tradición en diversos enclaves de la geografía murciana, especialmente en Aledo y en la pedanía de Churra.
Ahí se celebra desde el siglo XVIII cada 6 de enero. En el lugar se representan típicas escenas de Herodes dialogando con sus ministros y con los Magos de Oriente, así como la plática de Jusepe y Rebeca.
En varias pedanías
El texto actual se basa, al menos desde el siglo XIX, en una obra del sacerdote Gaspar Fernández y Ávila, cuyos giros literarios son, más que huertanos, de Málaga, donde los escribió, aunque a no pocos les suenen a murcianos acaso por similitudes con el habla hermana de aquella provincia.
Contaba la revista que por aquellos años tenía la función gran predicamento, aparte de en Churra, en las pedanías de El Esparragal, Puente Tocinos, La Raya y La Albatalía. La convocatoria era «apenas despunta la mañana» y producía gran expectación y curiosidad, «como si de cosa nueva se tratase».
La función comenzaba, cubierta de cortinas la fachada de cretones alguna casa principal, con la entrevista entre el pastor Jusepe con Rebeca. Entonces le tocaba el turno al rey Herodes, tentado por el demonio, que le convencía de aniquilar a todos los recién nacidos porque entre ellos estaba quien le arrebataría el poder. Un arcángel, «entre nubes de pólvora quemada», espantaba al diablo. Y llegaba el instante cumbre de la obra teatral.
Medias de Semana Santa
Su protagonista era una niña, denominada Estrella, «ataviada con perifollos blancos y azules» y que guiaba a los Reyes Magos. Para el redactor eran Sus Majestades lo más interesante, al menos en lo referido a la indumentaria. La descripción no tiene desperdicio: «Visten de manera bien extraña, confundiendo lo exótico de sus adornos con un sentido chabacano y absurdo».
Lucían los Reyes coronas de latón, de cuyas puntas pendían cadenas «que colgaron las novias, entre abalorios de cristal y bisutería». Pero lo más interesante eran las medias que vestían. No porque fueran «jamponas, de trenzada y abultada labor». Lo curioso reside en que eran «las mismas que usan en las procesiones de Semana Santa». Huertanos puros.
Melchor protagonizaba una larga intervención, produciendo a cada movimiento de cabeza «un tintineo metálico de las monedas y cadenas que se entretejen» en su corona.
Acabado el auto continuaba en la parroquia la ceremonia de la Adoración y, ya por la tarde, los típicos bailes de Reyes. En ellos lucían las mozas las estrafalarias coronas de los Reyes y los jóvenes, resulta obvio por su edad y su ímpetu, «el funesto gorro de Lucifer».
«Lo poco que queda»
La crónica está firmada por Andrés Bolarín, quien, salvo investigación más acertada, fue un gran poeta murciano, olvidado como todos. Escritor y periodista, llegó a alcanzar no poco éxito en Francia, publicando en la revista 'Elegancias' que dirigía Rubén Darío. Fue este popular autor, nacido en Molina de Segura en el año 1890, además, Premio Nacional de Periodismo.
Lo inquietante de su artículo es cómo describía que, «de lo poco que va quedando en la huerta murciana, en cuanto a costumbres tradicionales, este Retablo de Reyes se distingue por la sinceridad de sus interpretaciones y la gracia espontánea de sus coloquios». Hoy, por suerte y ya veremos hasta cuándo, podemos seguir disfrutar de tan sabrosa tradición.
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