El acoso sexual de un anciano a una cuidadora: «Vamos a hacerlo un poquito; es bueno para el cuerpo»

Las investigaciones se iniciaron a raíz de la denuncia presentada el mes pasado por la empleada de hogar que había estado trabajando en la casa de este hombre, situada en una pedanía de la capital, entre los meses de febrero y agosto de este año. Según su testimonio, a los ocho días de llegar a la casa comenzó a ser víctima de tocamientos de carácter sexual de forma autoritaria, con coacciones y con la amenaza explícita de despedirla si no accedían a sus pretensiones lascivas.

En el primer episodio denunciado, la mujer aseguró que el hombre «cogió una bayeta, vino hacia mí e intentó de manera insistente que tuviera relaciones sexuales con él o que lo masturbara», a la vez que le decía expresiones obscenas, que fueron grabadas por la denunciante, tales como: «vamos a hacerlo un poquito»; «¿pero por qué no?, si es bueno para el cuerpo, tú lo necesitas también, no seas tonta».

A pesar de las reiteradas negativas de la auxiliar, él no cesó en sus intentos de mantener relaciones sexuales día tras día mientras estaba en su jornada laboral. «Sus comentarios obscenos y su actitud con clara intención de satisfacer sus deseos sexuales, lejos de cesar, continuaron en el tiempo durante meses, sintiéndome completamente acosada, temiendo perder mi trabajo si no cedía a sus peticiones», aseguró.

Tres meses después, la trabajadora explicó que, al acoso sexual y humillaciones a las que la sometía, se sumaron las amenazas de que si no tenía relaciones sexuales con él, no le compraría comida. «Me chantajeaba diciéndome que me daría la cantidad de 50 euros si mantenía relaciones sexuales con él, incluso en una ocasión llegó a cogerme con fuerza del brazo para llevarme a su habitación para mantener relaciones sexuales».

La cuidadora describe que la sometió a tocamientos en varias ocasiones, mientras lo aseaba. «Él me tocaba el culo sin mi consentimiento, aprovechando tanto la situación en la que me encontraba, duchándole en la que no podía defenderme, tanto como su situación de superioridad hacia mí, ya que él era mi jefe».

La supuesta víctima, que está siendo asistida jurídicamente por el abogado penalista Eduardo Simó, explica que en ocasiones la recluía en la vivienda cerrando con llave la puerta principal del domicilio para que no pudiera salir. «Y el acoso entonces era mayor, con más intensidad, aprovechando que nos encontrábamos solos en el domicilio y sabía que nadie podía ver lo que me hacía y decía».

Esta situación, que se mantuvo hasta el pasado mes de agosto, cuando dejó el trabajo, le ha causado, según describió, un grave perjuicio psicológico, «sufriendo ansiedad y un gran temor por tales hechos, viéndome obligada a abandonar el trabajo que mantenía la economía familiar por las agresiones sexuales y continuas coacciones».