Una mañana en el más allá
Miles de personas visitan los 34 cementerios del municipio en el día de Todos los Santos
Manuel Madrid
Miércoles, 2 de noviembre 2016, 00:42
El día de Todos los Santos es una jornada para el recuerdo en los 34 cementerios ubicados en el término municipal, de los que 33 pertenecen a la Diócesis de Cartagena y solo uno es municipal: el de Nuestro Padre Jesús, en El Puntal, aunque para la mayoría de murcianos sea «el de Espinardo». Estar con los muertos, rememorar sus pequeñas y grandes hazañas, perder la mirada en el infinito, reír y llorar al mismo tiempo, compartir la pena y la alegría de vivir. Decía una vecina de Aljucer, Carmen García López, que ojalá pudiera seguir viniendo por muchos años a ver a sus padres, porque «el día que la espiche tendrán que venir a verme otros a mí».
En Nuestro Padre Jesús cada vez hay más tumbas donde las familias han construido sus propios bancos de mármol para que ese momento de reflexión, o de intimidad con los del más allá, sea confortable. Los hay hasta de tres plazas, y algunos incluso tienen aire bucólico, con su jardín vallado. El Consistorio dice que la ordenanza no permite estas licencias a los particulares, pero de momento todavía no molestan, ya que la mayoría no se han levantado en zonas de paso. Por ahora, la situación no se ha ido de las manos, reconoce la Concejalía de Sanidad, a la que compete la necrópolis municipal, que en los últimos dos días acogió diez inhumaciones -en total hay 190.000 enterramientos censados-.
A diferencia de otros municipios, donde no se permiten enterramientos los domingos, el Ayuntamiento de Murcia fue consecuente a la hora de permitir esta función, y lo hizo, según el concejal de Sanidad, Felipe Coello, y el jefe de los servicios de Salud, Eduardo González, por dos razones: para evitar que el tiempo que transcurre entre el deceso y el enterramiento sea superior a las 24 horas, y para ahorrar una segunda noche de tanatorio a los familiares y multiplicar su sufrimiento. En el cementerio municipal se entierra los 365 días al año, domingos y festivos incluidos, ya sea mañana o tarde. Los interesados tienen a su disposición toda la gama de posibilidades: fosas sencillas, dobles o triples, columbarios, panteones y nichos en altura, y monte para incineraciones. Sanidad recuerda a los ciudadanos que revisen de vez en cuando el estado de sus propiedades para no llevarse sorpresa al caducar las concesiones.
Friega que te friega, ayer se veía, a más mujeres que hombres, algunas subidas encima de las lápidas con sus bayetas y sus palos de fregona sin miedo a un accidente. En otras había dibujos pintados por temblorosas manos de infantes, con besos para sus yayos y yayas. Mucha gente no se olvida de los suyos, y las leyendas grabadas en los sepulcros son incontestables: «Siempre estarás con nosotros», «te llevaremos en el corazón», «te queremos», «tu recuerdo vivirá siempre en nuestro pecho», «algo mío se va contigo», «siempre sonreías y tenías la palabra adecuada», «naciste sin hacer ruido y sin hacer ruido te has marchado, dejando una huella muy grande»... No es un cementerio de epitafios. La mayoría no piensa en frases para la historia, pero en Nuestro Padre Jesús son los familiares los que personalizan sus dedicatorias a los que se fueron como manera de mantener ese tú a tú con sus seres queridos. También abundan las tumbas que tienen citas alusivas a frases del Evangelio: «Dios es amor», «al despertar me saciaré de tu semblante, Señor», «te ensalzaré, Señor, porque me has librado».
Uno de los panteones donde los visitantes no pueden ocultar su perplejidad es el que acoge a cuatro miembros de una familia que murieron en un accidente de tráfico en 1977. Es la morada definitiva de los niños Enrique y Encarnación García, y sus padres Enrique García Quesada y Josefa Gavilán. Los familiares tienen la fachada de este aposento funerario repleta de mensajes grabados en piedra: «Venían a Murcia desde París, los hijos de hacer su primera comunión, no respetó la muerte ni padres ni infancia, y por la espalda mató a los cuatro un camión», dice la inscripción. «Somos todos iguales al nacer, y en la vida cada uno toma su rumbo, somos iguales al desaparecer en este misterio profundo», prosi gue. Y la más chocante de todas: «El que le robe una planta de las que echan flores a estos jardines indefensos, le pido a Dios que le mande unos picores que se rasque hasta los huesos. Y si son manos inocentes los que roban las flores, que Dios me perdone y la gente, que para ellos no pido picores».
Cerca de la calle de los Inocentes, una gitana preñada de cuatro meses, María Castro Correas, quiere enseñarnos el monumento que le ha dedicado su familia a su abuela, María Correas Fernández, apodada 'La Pavo', y en la lápida hay, de hecho, un pavo de bronce. «Le decían 'La Pavo' porque era una gitana blanca, como yo. Lo íbamos a poner de oro, pero aquí nos la robarían», admitía María, mientras ayudaba a arreglar un jarrón con rosas que prepara su madre, Juana 'La Joana', oriunda de La Paz, «donde no hay guerra», que nos invitaba a sentarnos en el banco que ha construido en su «campico», un parterre con plantas en maceta para su madre.
«Los mejores hijos de Dios»
El obispo de la Diócesis de Cartagena, José Manuel Lorca Planes, dedicó el sermón de su homilía «a los mejores hijos de Dios», a aquellos que ya están «en su ámbito», y pidió a los fieles trabajar por una sociedad armoniosa y pacífica «para que seamos merecedores de entrar algún día en la lista de los mejores hijos de la Iglesia». Recordó igualmente que este 2016 se vive el Año de la Misericordia, por deseo del papa Francisco, y que miles de personas de la Región ya han ganado la gracia.
Curioso fue ver un bodegón natural de fruta en un enterramiento, con limones y pomelos. Y más todavía otro con césped artificial.