La poesía de los cementerios
José Sánchez Conesa
Miércoles, 1 de noviembre 2023, 00:57
El epitafio es un relato necrológico que hace públicas las virtudes del muerto, los valores que orientaban su vida, sus creencias religiosas, sus aficiones o ... aquellos rasgos identitarios más definidos: identidad local, profesional, étnica o, en menor medida, de clase social. Sin olvidar que, en la mayoría de los casos, se trata de una construcción narrativa, en prosa o en verso, realizada desde el amor y el dolor que experimentan ante la pérdida sus seres queridos. Descubrimos que hay una cierta intención estética, dotando al mensaje de una mayor trascendencia y, en nuestra comarca, encuentra voz propia en poemas escritos con las estrofas características del trovo, la práctica del verso improvisado.
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En la ciudad de los vivos y en la ciudad de los muertos coexisten lo real, lo simbólico y lo imaginario. Pasear por el cementerio es atravesar los mundos de quienes están sepultados, de sus familiares y de nosotros mismos, los que contemplamos. Todo es diálogo, recuerdo y valoración en este espacio de resonancias, comunidad emocional y de fe.
Entendemos la identidad local como sentimiento de pertenencia a la colectividad de un determinado ámbito territorial, sea local, comarcal o regional. El cementerio de La Unión es rico en este aspecto. Seguidamente, unos versos tributados a Fulgencio Cros Aguirre, conocido como Pencho Cros (1925-2007). Nombrado Hijo Predilecto de La Unión, creó un estilo personal de minera en los años 70 del pasado siglo, quedando fijado como modelo por los jurados del concurso del Festival del Cante de las Minas. La minera está considerada como el cante más representativo de La Unión, aludiendo algunas de sus letras al trabajo en la mina, a La Unión y otras, precisamente, a las virtudes cantaoras del propio Pencho. Ésta la encontramos en su tumba: «Hoy cantó la luna llena/ Y te temblaba la voz/ Con emoción y con pena/ Porque murió Pencho Cros/ ¡A gloria su copla suena!»
Identidades
Los cantes mineros y el trovo fueron de la mano en sus orígenes en la sierra y son expresión viva de la identidad unionense. El trovador Andrés Cegarra Cayuela, Conejo I, primero de una larga familia trovera se dirige a todos aquellos que se paran ante su tumba: «Mi vida y orgullo fue/ Sembrar la copla trovera/Semilla y sangre dejé/ Para que nunca se muera/ El arte que tanto amé». Fue su hijo Conejo II quien pone la copla en boca del fenecido. Y en la tumba del padre de Juan Manuel Cegarra, Conejo IV, leemos cinco versos que la viuda le solicitó al padre del finado, Conejo II: «Descansa en paz vida mía/ fuiste mi dicha y mi amor/ mi sosiego y mi alegría/ siempre tendrás una flor/ que abrigue tu tumba fría».
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En los epitafios de nuestros camposantos se expresan identidades sociales, relaciones familiares y creencias
La identidad étnica, ahora referida a la comunidad gitana está presente en el recuerdo funerario al guitarrista Antonio Fernández, quien falleció en el 2020, a la edad de 94 años. En la tumba de este patriarca de una saga de cantaores y guitarristas se hace alarde de que fue apreciado por payos y gitanos. La identidad de clase social la leemos en la expresión de que los mineros mueren sepultados y explotados, sobre la tumba de un trabajador joven, accidentando en 1963 en la mina La Belleza.
Algunas aficiones definen toda una vida. Observamos en hornacinas y en altares de panteones escudos que representan a grandes equipos de fútbol como son el Real Madrid, Barcelona y Athletic de Bilbao. Inmediatamente pensamos en las llamadas religiones de sustitución como fenómeno presente en la sociedad laica, de tal manera que los clubs deportivos son objeto de identificación y ritualización, con sus himnos, indumentarias y otros objetos accesorios. Igualmente vemos algunas miniaturas de motocicletas de competición, indicando la afición del finado a este deporte.
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La familia
Las relaciones familiares copan buena parte de los mensajes, así se alaban virtudes y manifiestan querencias de hijos a padres y viceversa, de hermanos, nietos y esposos. «Sabed que vivo en mis hijas, mis dos princesas». En el cementerio de San Antón poetizan la presencia del ausente: «En cada copa de vino/ en cada trinar de un pájaro. / En cada nudo marinero». El muerto aconseja a los que le sobreviven: «Ni un sollozo, ni un lamento / ni un llanto, ni un suspiro / porque a pesar del corto tiempo / puedo decir: He vivido». Otro mensaje del muerto a los vivos lectores, que agradecemos. «La vida es preciosa, cuídala». En un mundo caracterizado por una secularización progresiva en la que las personas se reconocen como sujetos y agentes únicos de la historia, encontramos textos sin referencias religiosas.
El trovero Antonio Sánchez Marín (1949-2012), dentro de Poética.es, proyecto empresarial dedicado a la producción y venta de pergaminos de cerámica se servía de décimas espinelas para el desarrollo de conceptos como la amistad, el amor, el amor al padre, a la madre. Llegó a distribuir unos 80.000 ejemplares en diversos países. Algunas de estas composiciones están presentes en nuestros camposantos: «El Padre es ejemplo, guía,/ El más esplendente faro, /Bastión de amor y de amparo,/Infatigable vigía./ Y entre la noche y el día,/Se desvive, lucha, brega,/ Al sacrificio se entrega/ Y el cansancio no le importa;/ Un beso le reconforta/ Si de sus hijos le llega».
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En un libro de granito está inscrito: «(...) Los vivos son más de lástima que los muertos. En cuanto aquellos están todavía en medio de las borrascas y estos ya arribaron a puerto». El monte Olimpo era el lugar de residencia de los dioses griegos. Dios está arriba en el cielo, en lo alto. Muchos textos lapidarios expresan la metáfora del vuelo del ave como el ascenso del alma al cielo y la fe como adhesión a Jesucristo. «Yo soy la Resurrección, El que cree en mí, aunque esté muerto vivirá». (Juan, 11.25).
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