Paco Mínguez, el último castizo
José Sánchez Conesa
Domingo, 23 de noviembre 2025, 22:36
Francisco Mínguez Lasheras (Cartagena, 1961), ha desarrollado el periodismo en todas sus expresiones, salvo la televisiva. En esos cuarenta años ejercientes pasó por el diario ... Línea, Diario 16 Murcia, Diario de Murcia, Hoja del Lunes, Cartagena Viva, Sudeste, El Mirador de Cartagena y ha tenido columnas de opinión en La Opinión y durante mucho una década en La Verdad. También fue corresponsal de El Caso, recordándome que investigó algún que otro crimen, firmando el reportaje 'Las chicas del muelle', acerca de la prostitución en esa zona. En unos casos rondaba la zona en solitario y en otras ocasiones junto a la Policía. Ha sido voz de Radio Nacional –dándole paso el célebre Joaquín Prats– Onda Cero, y en la COPE estuvo 16 años como redactor y director en Cartagena y Almería.
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Hablamos de su última publicación que tiene a bien regarlame 'Mis conversaciones con ocho cartageneros eutrapélicos', esos personajes diferentes y castizos como fueron Antoñico el lotero, Paco el macho, la Charito o Maria Dolores Carreño. Paco los define como luces de una ciudad cuando ahora no se encuentran o quizá los haya pero no deslumbran tanto como estos de antaño. Quizá el propio Paco sea uno de los ultimísimos eutrapélicos cuando todo está más uniformado, incoloro, insípido e inodoro. Lamenta que en nuestra ciudad no pervivan comercios centenarios, o casi centenarios, tal y como podemos apreciar en otras ciudades de la Región. En su cuaderno de quejas tiene apuntado también el deterioro urbanístico, considerando el caso de la Casa Llagostera como de vergüenza nacional. Existe mucho cartagenerismo pero no se protesta lo suficiente en temas como el arrinconamiento de la escultura de Isidoro Maíquez, a veces tapado con un escenario ocasional. Eso es lo que entendemos por cultura, se pregunta y nos pregunta. La plaza de Héroes de Cavite ha sufrido sucesivos deterioros mayúsculos, eliminando además las rosas, flores de ornato que antaño caracterizaban a las plazas de la ciudad. Tampoco es un acierto la nominación de Plaza Mayor a ese entorno porque el término nos remite a una plaza cerrada y porticada cuando esta zona está abierta al mar.
Paco es muy urbanita, recordando una frase de Enrique Escudero de Castro, otro de tal palo: «Me gusta hasta el olor del asfalto». Fue secretario del gabinete de otro alcalde, el cantonal Antonio Vallejo, al tiempo que ejerció temporalmente como jefe del gabinete de prensa y protocolo. Un tiempo bonito pero que no repetiría. Considera que Cartagena no alcanzará la provincia, debiendo enfocarse, eso sí, en sus legítimas reivindicaciones.
Confiesa que no volvería a ser jefe de gabinete del exalcalde Antonio Vallejo y que conoció la marinera en Murcia
Aunque ha participado en numerosas manifestaciones culturales que atañen a la identidad local –habiendo sido secretario general de la Semana Internacional de Cine Naval y del Mar y jefe de prensa del Real Club de Regatas– considera que la Semana Santa es la fiesta de Cartagena, nunca en otra manifestación la ciudad respira ese ambiente especial, a excepción de los desaparecidos festejos del Carmen y Santiago. Contribuye a ello la coincidencia con la primavera, aunque la noche del Encuentro ya no es lo que era. Ojalá los Carthagineses y Romanos lo logren, aunque juega en su contra la ubicación alejada del campamento. Ha escrito la biografía del compositor cartagenero Gregorio García Segura, ha tratado la prensa de Cartagena durante la guerra civil o los locales de ocio del Molinete. Aunque buena parte de su producción bibliográfica, que alcanza la veintena de publicaciones, está dedicada a la Semana Santa. Prueba de ellos son los textos sobre la historia de la Agrupación del San Juan marrajo, los Granaderos y una obra monumental de más de quinientas páginas, con abundante aparato fotográfico, como es la titulada 'Recuerdo de Semana Santa de Cartagena'. Paco fue comisario general y cronista de la Cofradía Marraja, por eso sus observaciones tienen el peso específico de la experiencia, siendo crítico con el alargamiento de los cortejos sin la calidad artística que debería observarse. Lamenta que un sector importante de la juventud no se incorpore sino que más bien le dé la espalda literalmente al desfile, prosiguiendo sus conversaciones escandalosas con el cubata en la mano en el inmediato bar de copas. Considera que los procesionistas deben de hacer un mayor esfuerzo en los ámbitos escolar y familiar.
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Marinera y asiático
Señala que conoció la marinera en la plaza de las Flores de Murcia, ciudad en la que estudió Magisterio. Nunca antes la vió en un bar de Cartagena ni tampoco aparece en la publicidad o en la carta de bares o restaurantes cartageneros. Caso contrario es el asiatico, recordando que fue mi colega cronista Juan Ignacio Ferrández quien descubrió una factura de un bar al Ayuntamiento en el que se detalla el preciado artículo corriendo el año 1940, anterior al descubrimiento de Pedrín. El propio Juan Ignacio no descarta encontrar algún dato de fecha anterior, lo que casaría con lo que me comentaba Pepe Monerri: «En los años veinte se servían asiáticos con leche de cabra». Aunque nadie puede poner en duda que el albujonero fue quien más lo popularizó.
Considera que su mejor libro es el que está por escribir, teniendo en preparación dos tomos sobre la historia del toreo en nuestra ciudad, desde el siglo XVI hasta el cierre de la plaza de toros. Paco afirma que si hubiese sido valiente sería torero, lamentando que Abarán o Abanilla tengan coso taurino y no Cartagena. Terminamos la entrevista mantenida en el Archivo municipal, saliendo garboso por la puerta uno de los últimos genuinos del país cartagenero.
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