Pilar Barreiro a su llegada a la Alcaldía de Cartagena en 1995.
Fotohistoria de Cartagena

Pilar Barreiro: veinte años de poder local

Sábado, 4 de octubre 2025, 08:00

En esta crónica que venimos elaborando sobre los distintos alcaldes y alcaldesas de Cartagena, buscamos ofrecer una mirada equilibrada a quienes han conducido el rumbo ... de la ciudad. No es tarea de panegíricos ni de condenas, sino un balance histórico que nos permita comprender cómo hemos llegado hasta aquí. Hoy toca detenernos en la figura de Pilar Barreiro Álvarez, primera mujer en la Alcaldía y protagonista de un ciclo político tan largo como influyente en la historia reciente de nuestro municipio.

Publicidad

Su llegada en 1995 coincidió con uno de los momentos más amargos de la Cartagena contemporánea. La ciudad arrastraba el trauma del desmantelamiento industrial de finales de los ochenta y principios de los noventa. Miles de empleos destruidos, empresas históricas cerradas, fractura social y un clima de desafección política que tuvo como expresión más visible la quema de la Asamblea Regional. En medio de aquella crisis sin parangón, con una Cartagena herida y desnortada, Barreiro alcanzó la Alcaldía con el reto de ofrecer un rumbo nuevo.

Lo hizo con una apuesta clara: patrimonio y turismo como palanca de modernización y escaparate exterior. Aquel lema de «Cartagena Puerto de Culturas» no era retórica vacía. Se convirtió en un plan urbano que reordenó prioridades, que marcó las inversiones y que hoy, tres décadas después, sigue siendo la base del modelo de ciudad.

La lista de realizaciones es conocida. La apertura en 2008 del Museo del Teatro Romano, con la firma de Rafael Moneo, fue el símbolo más rotundo de su mandato. Cartagena recuperaba un icono monumental y lo convertía en motor de visitantes y en pieza de orgullo colectivo. Lo mismo ocurrió con la excavación del cerro del Molinete y la posterior apertura del Barrio del Foro Romano, que devolvía a la luz parte de nuestra Carthago Nova. El proyecto de Puerto de Culturas, nacido en 2001, consolidó una red de museos y centros de interpretación que aún hoy sigue creciendo.

Publicidad

1. La cara, el Teatro Romano. 2. La cruz, el abandono del casco antiguo. 3. Pilar Barreiro abandona el Ayuntamiento en 2015.

En la misma lógica se levantó el auditorio El Batel, inaugurado en 2011, destinado a situar a Cartagena en el circuito de congresos y grandes espectáculos. Pero aquí apareció el reverso de la moneda: el sobrecoste fue monumental, triplicando el presupuesto inicial y generando un debate muy vivo sobre prioridades y utilidad.

Luces y sombras

Las luces de este ciclo son indudables. Cartagena es hoy un destino cultural consolidado, con récords de visitantes y una oferta patrimonial que nos coloca en el mapa internacional. Esa inercia es herencia directa de la planificación de Barreiro. Pero también lo son las sombras: la dependencia casi exclusiva del binomio patrimonio–turismo creó un espejismo que nunca resolvió el problema de fondo del casco histórico. Mientras se inauguraban museos, el centro urbano se vaciaba de vecinos, se cerraban comercios y quedaban solares y casas abandonadas. Cartagena ganó imagen exterior, pero perdió vida interior.

Publicidad

Quienes amamos esta ciudad sabemos que esa herida sigue abierta. El modelo implantado por Barreiro condiciona todavía nuestro presente: un centro histórico convertido en escaparate monumental, pero incapaz de sostener una vida vecinal auténtica. Esa fractura entre la ciudad visitada y la ciudad vivida es, en buena medida, responsabilidad de aquel largo mandato.

A todo ello se suma el epílogo político. Tras su paso por el Congreso de Diputados y el Senado, Barreiro se vio envuelta en causas judiciales como Púnica y Novo Carthago. Ninguna derivó en condena: fueron archivadas por falta de indicios. Sin embargo, el Partido Popular la apartó de sus filas, sacrificando su trayectoria por la presión política y mediática del momento. Aquella decisión reveló la crudeza de la política nacional y dejó a la exalcaldesa marcada por la sospecha, aun cuando la justicia ya la había exculpado. Fue, en definitiva, víctima de un abandono injusto de su propio partido.

Publicidad

La pregunta es inevitable: ¿cómo pasará Pilar Barreiro a la historia de los alcaldes de Cartagena? Mi opinión, es que ocupará un lugar destacado por dos motivos: fue la primera mujer en dirigir el Ayuntamiento y fue la artífice de un modelo patrimonial y turístico que aún sostiene la proyección cultural de la ciudad. Pero también quedará registrada su incapacidad para frenar el vaciamiento identitario del casco histórico, un lastre que todavía padecemos.

La historia es tozuda. El tiempo pasa y el balance queda. El ciclo largo de Pilar Barreiro demuestra que no basta con exhibir ruinas recuperadas y auditorios de vanguardia. Una ciudad se mide también por la calidad de vida de sus vecinos, por la vitalidad de sus barrios, por la permanencia de sus gentes en el lugar donde nacieron.

Publicidad

Esa es la paradoja que debemos asumir: su legado es visible y potente, pero también es una losa que condiciona nuestro presente. Ni hagiografía ni demonización. Barreiro transformó la imagen exterior de la ciudad, pero no supo proteger la esencia de su casco antiguo. Y todas estas cosas, al final, es lo que marcará su sitio en la galería de nuestros alcaldes.

Este contenido es exclusivo para suscriptores

Oferta Cyber Week 6 meses por 2€ al mes

Publicidad