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Entregados a las pelotas galileas de Pozo Estrecho
Medio centenar de amas de casa y peñistas reparten miles de pelotas en Pozo Estrecho
Los sones de 'Corazón Contento', 'Paquito el Chocolatero' y 'Amparito Roca' interpretados por la Agrupación Musical Cartagena 1990 animaron el cotarro. Las barras instaladas en el recinto festero Huerto de Paco Saura comenzaron a llenarse de vecinos del pueblo y de otras diputaciones y municipios de los alrededores, ya media hora antes de que el chupinazo diera la señal para abrir la treintena de ollas humeantes cargadas con las típicas pelotas galileas. De pie, sentados alrededor de una mesa de jardín, apoyados en una farola o en un taburete traído de casa, los más de 1.600 asistentes a esta tradición, que supera el medio siglo, acabaron en menos de una hora con las miles de pelotas que ayer se sirvieron en Pozo Estrecho.
Cuatro amigos, entre ellos un murciano y un pachequero, se unen a la fiesta y sirven raciones de forma independiente a la organización
Entre el medio centenar de peñistas y amas de casa que cocinaron y repartieron las raciones se unieron el pachequero Ramón Galián y el murciano Paco Rufete. Junto a dos amigos galileos, José María Inglés y Paco Morales, quisieron innovar y cocinaron 262 pelotas de manera independiente a la organización de fiestas, «solo para participar y pasárnoslo bien entre amigos», dijo Galián.
Ellos destacaron entre todos por sus gorros blancos impolutos de cocinero, que sobresalían entre las decenas de personas que se agolparon frente a su olla. «Aunque seamos hombres y algunos de fuera, la receta es la típica de Pozo Estrecho. Se la hemos copiado a las mujeres», confesó Inglés. Su energía de la primera vez no era muy diferente a la que demostraba María Ortega, de 83 años. Ella, de las 51 ediciones no ha faltada ni a una. «He venido siempre y si me pregunta por mi ingrediente secreto no se lo diré», advirtió.
Quienes tampoco han faltado ni un año son Benita Martín, de 69 años, y Obdulia Castaño, de 70. Ellas sí confesaron su secreto, la majada, una amalgama de pimienta negra, perejil, ajo y azafrán. «Tiene que estar bien hecha con sus ingredientes exactos, el resto es lo mismo que ponen todas», explicó guiñando el ojo derecho. Pos sus expertas manos pasaron 250 pelotas.
Muchas más iban en el recipiente de María Inglés, de la peña La Yerbera. «En vez de diez ollas traemos solo una y grande y en ella metemos más de dos mil», indicó.
Quien no faltó a la cita fue la corporación del Ayuntamiento de Cartagena al completo. No en vano esta tradición nació para obsequiar con guiso de pelotas a las autoridades políticas y religiosas en el Casino. Estuvieron la alcaldesa, Ana Belén Castejón, la vicealcaldesa, Noelia Arroyo, y el teniente de alcalde, Manuel Padín, junto a la consejera de Igualdad, Familias y Política Social, Isabel Franco.
Más cartón, menos plástico
Hubo suficiente para todos y los más glotones pudieron repetir tres, cuatro e incluso cinco veces. Al final, nada mejor que una de las miles de naranjas repartidas junto a cada una de las bolsas que contenían un vaso de cartón (fue eliminado el de plástico para cuidar el medio ambiente), una cuchara y una servilleta. Y para remojarlo todo, cervezas y refrescos a precios populares, servidos frente al escenario. Allí lo que humeaba no eran ollas sino planchas cargadas de kilos de carne, para aquellos que querían terminar el mediodía con un buen montadito de lomo, salchicha y tocino. Por la tarde fue la procesión del santo.