El ejemplo que me hizo hombre
Esta semana que termina ha sido de gran éxito en nuestra Trimilenaria. Debemos tomar ejemplo de que si un evento se planifica bien, se gestiona ... mejor y lo dirigen los mejores, el triunfo está asegurado y, además, a un nivel máximo. Si importante ha sido la Ocean Race Europe –que ha superado los cien mil visitantes y hemos sido noticia deportiva a nivel mundial– también lo ha sido la Romería de San Ginés de la Jara, pues cada año se supera gracias al número de romeros que peregrinan en la misma. Todos van de la mano de su hermano mayor, que la está posicionando como un referente en el caluroso mes de agosto.
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En el año 1677 Cartagena aún no tenía patrón. Un niño metió la mano en una cántara en la que habían introducido papeles con nombres de múltiples santos. Quiso la suerte – o, tal vez, la providencia divina– que saliese hasta en tres veces consecutivas el nombre de San Ginés de la Jara. Cuentan las crónicas y las leyendas muchas cosas de la vida y milagros del que también es patrón de los viticultores. Se dice que naufragó al pasar por Cabo Palos y que se quedó a vivir como ermitaño en el Monte Miral, también llamado Cabezo de San Ginés. Un buen lugar pues está lleno de cuevas, algunas naturales y otras provenientes de las antiguas minas excavadas por los romanos. Cuentan que los ángeles ayudaron a San Ginés a construir una ermita y que él, de tanto rezar, dejó marcada la piedra del suelo con sus rodillas. Con el tiempo llegaron a haber hasta nueve de las que hoy quedan cinco, lamentablemente en estado ruinoso.
A los pies del monte hubo una torre de vigilancia árabe de gran tamaño y, junto a ella, un morabito o lugar de oración musulmán. Con los siglos se aprovechó para transformar la construcción en un monasterio cristiano que tenía la finalidad de venerar a nuestro santo. Se extendió la fama de este rincón privilegiado por sus aguas, jardines y huertos y, sobre todo, por ser considerado un lugar santo y curativo. Es imperdonable que este cenobio haya llegado a degradarse y casi desmoronarse.
Pepe Hernández no se esconde al decir que no sería nada sin el legado de sus padres y el apoyo de su hermana
Han sido muchas las personas, colectivos, entidades culturales y asociaciones defensoras del patrimonio que siempre han alzado la voz pidiendo un 'SOS' para este lugar histórico. Lo escribió Antonio Oliver Belmás, luego Elena Fortún en 1936 y así hasta llegar en estos últimos años a Javier Lorente, con la Asociación de Amigos del Monasterio y de las Ermitas del Monte Miral. Él es un gran enamorado y ferviente defensor del patrimonio del Campo de Cartagena, cuyo emblema son los molinos de viento y el convento de San Ginés. Tal vez haya influido que naciera allí cuando su padre trabajaba en sus inmensos parrales.
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La Asociación de Amigos del Monasterio está formada por historiadores, arqueólogos, editores, licenciados y, sobre todo, por personas que sueñan con que algún día se restauren las ermitas y se recupere el camino que las une para conformar una ruta que incluya el monasterio correctamente restaurado y donde se establezca un museo, un centro de estudios universitarios y otras muchas actividades. Sin lugar a dudas es un lugar mágico que, por cierto, también alberga a la Cueva Victoria. Una gruta que tiene la friolera de nada más y nada menos de un millón de años y, al igual que el monasterio, aún guarda secretos por descubrir.
Pero la semana es larga y también pudimos disfrutar de un evento muy singular y emotivo, consistente en un homenaje de un hijo a sus padres. Nos congregamos en la hacienda La Batalla situada en El Albujón. Es un enclave muy emblemático pues allí se produjo un enfrentamiento militar conocido como 'El combate del Albujón'. Ocurrió el 21 de septiembre del año 1706 entre las tropas borbónicas –dirigidas por Patricio Morán y el cabo José Hernández–y las austracistas junto a sus aliados ingleses, en el contexto de la Guerra de Sucesión Española. La victoria de los borbones, sumada a la que ya habían conseguido ese mismo mes en 'La batalla del Huerto de las Bombas', les permitió recuperar la plaza de Cartagena.
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Un joven con visión
Llegamos a esta señera hacienda propiedad de Pepe Hernández 'Pani'. Es un joven empresario adelantado a su tiempo con visión a largo plazo, aceptación al riesgo, gran adaptabilidad, emprendedor, innovador, inquieto, incansable, deportista, perseverante y que visualiza y desarrolla ideas que están teniendo un gran impacto en nuestra sociedad cartagenera. Su gran visión empresarial y su constancia lo están llevando al éxito.
Y es que él no aplica la 'Lógica Latina': «Si alguien puede hacerlo, que lo haga él. Si nadie puede hacerlo, ¿por qué tengo que hacerlo yo?»; sino que, siguiendo la tradición de sus padres, aplica la 'Lógica Japonesa': «Si alguien puede hacerlo, significa que yo también puedo hacerlo. Si nadie puede hacerlo, significa que debo ser el primero en hacerlo».
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No se esconde al decir alto y claro que no sería nada sin el legado de sus padres Julia y Paco y el apoyo de su hermana. Y, por supuesto, valorando que la gran joya de las empresas es su plantilla de productores en todas las especialidades. Pani sabe que la riqueza no solo es monetaria, sino que también es humana. No abandona a sus amistades y vive intensamente los buenos momentos de la vida.
Pani nos mostró su riqueza humana convocándonos en su bonita hacienda a casi un centenar de amigos para rendirle un merecido homenaje a sus padres. Sus primeras palabras las pronunció frente a la bonita Capilla de la Caridad que preside la mansión y fueron: «Mi padre: mi primer Maestro», procediendo a hacerle entrega de la bandera heráldica del apellido Hernández. Un apellido de origen español documentado desde el siglo XV que quiere decir «hijo de Hernán». Su significado es «esforzado guerrero» y es una derivación de la palabra céltica 'Har' que se traduce en «guerra y poder». Es la bandera que ondeará en la finca.
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La degustación gastronómica fue «de alta nota» al más puro estilo 'Pani'. Empezamos con un jamón al corte 100% ibérico del Valle de Los Pedroches. La selección de quesos fue espectacular: gruyere suizo, gouda holandés, gamoneu del puerto asturiano y payoyo de grazalema gaditano. El apartado de delicatessen japo consistió en nigiri, futomaki y uramaki.
Continuamos con gyozas de marisco y zamburiñas gratinadas con coral. Terminamos con un gran surtido de mini montaditos especiales de la casa. Todo estuvo regado con vino de Rioja y un verdejo de Rueda.
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Cerró la noche la guitarra de Carlos Piñana y su grupo flamenco, que sorprendieron con un concierto extraordinario. Y, entre actuación y actuación, una entrada en el mundo del hielo 'premium' acompañado con unos dulces seleccionados por Julia que todos repetimos hasta limpiar bandejas.
Termino este homenaje de Pepe Hernández a sus padres con esta reflexión: «Hasta que no crías a tus hijos, no sabes lo que debes a tus padres».
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