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Artilleros del RAAA 73 cargan misiles en los lanzadores, durante un ejercicio en Lielvarde. emad

Artilleros de Cartagena miran a Putin

Militares del Acuartelamiento de Tentegorra desplazados a Letonia protegen la capital, Riga, de posibles ataques aéreos desde Rusia. Notan «calma tensa» en la población que los acoge «agradecida»

Gregorio Mármol

Cartagena

Domingo, 6 de noviembre 2022, 07:31

La historia reciente de la localidad letona de Lielvarde está estrechamente unida a la de su base aérea y, desde hace pocos meses, también un ... poco a la del Ejército de Tierra español. La coqueta villa de apenas 6.500 habitantes, al sureste de la capital, Riga, y en la orilla del río Daugava, es conocida por su aeropuerto militar, establecido allí como base de un regimiento de aviones caza en tiempos de la Unión Soviética. Transferido por el mando ruso al Gobierno letón en 1994, tras el desmoronamiento del telón de acero, es actualmente el centro neurálgico de las operaciones de la limitadísima fuerza aérea de ese país báltico, constituida apenas por unos cuantos aviones de transporte y una escuadrilla de helicópteros también heredados de época soviética. Exiguo potencial para defenderse de las amenazas que Vladimir Putin lanza contra todos los países vecinos que repudian su invasión de Ucrania.

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Desde que la Federación Rusa se anexionó la península de Crimea en 2014, Letonia y sus limítrofes Lituania y Estonia han visto redoblada la protección de la OTAN -a la que pertenecen desde 2004- con distintas misiones aéreas y terrestres. Tras la invasión rusa de Ucrania, el pasado febrero, la Alianza dio otro paso adelante en la protección de su flanco noreste con el despliegue de más soldados y equipos de guerra para su fuerza avanzada en aquel terreno. Y, en el marco de esa contribución multinacional, aunque por un compromiso bilateral de España, es como 85 soldados del Regimiento de Artillería Antiaérea 73 (RAAA 73), guarnicionados en el Acuartelamiento de Tentegorra de Cartagena, llegaron el pasado junio para sostener la vigilancia y defensa de los cielos de ese país de extensas llanuras verdes y apenas dos millones de habitantes. La base aérea de Lielvarde es ahora un punto estratégico para la OTAN a nivel operacional y ellos se encargan de defenderla junto con artilleros letones.

Misión de la OTAN

Los militares cartageneros trabajan integrados en el sistema de defensa aérea de la OTAN. Y, por razones logísticas y económicas, dependen de otro despliegue español más veterano, Presencia Avanzada Reforzada, sostenido con medio millar de soldados y el traslado a aquel país de carros y vehículos de combate, también bajo el paraguas de la Alianza Atlántica.

«Estamos muy bien», cuenta a LA VERDAD por videollamada el comandante Juan Jesús Rodríguez Lahore, jefe de la Unidad de Defensa Antiaérea (UDAA) desplazada por el Gobierno de España en apoyo del aliado letón. «Sabíamos que al principio habría dificultades, porque los primeros que llegan son los encargados de abrir el camino y hacerlo es difícil. Pero aquí estamos, ya plenamente operativos, cumpliendo con nuestra misión y bien orgullosos de ello», dice el oficial, comisionado para liderar este contingente por el Mando de Artillería Antiaérea, al que pertenece. A sus 40 años, Lahore, natural de Segovia pero con raíces jiennenses, asume esta responsabilidad curtido en las misiones internacionales de Líbano, donde ha estado dos veces, y Afganistán, donde conoció muy de cerca la dureza de la guerra. Nada que ver con lo que, de momento, está viviendo en suelo letón. Son conflictos distintos.

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La unidad antiaérea cartagenera está conformada por una batería Nasams, con sus dos lanzadores de seis tubos cada uno para misiles AIM 120 Amraam, su radar Sentinel para la detección y seguimiento de blancos con un alcance de 75 kilómetros, la dirección de tiro y todos los equipos de apoyo necesarios para el correcto desarrollo del trabajo. El mantenimiento de los sistemas electrónicos es esencial en una misión que empieza a conocer de lleno los rigores del invierno nórdico, con apenas cinco horas de luz diaria y temperaturas que pronto bajarán de los cinco grados positivos hasta los veinte bajo cero. Vestuario especial ayuda a los artilleros a mantener el calor durante las horas que pasan a la intemperie junto a las pistas de vuelo de la base, que pronto lucirán níveas.

También son esenciales las transmisiones, en las que se emplea a fondo el soldado cartagenero Álvaro Sánchez de San Pedro. «Nos encargamos de que las condiciones de comunicación sean óptimas dentro de la base y cada día nuestro trabajo tiene su historia. Estamos ganando experiencia», reconoce, satisfecho, el militar de 36 años.

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Desde finales de junio, los radares españoles escrutan sin descanso el espacio aéreo en el entorno de Riga, en coordinación con los sistemas de detección de vuelos con los que la OTAN monitorea constantemente los cielos de toda esa región báltica en las fronteras con Rusia y Bielorrusia.

Trabajo por capas

Los artilleros cartageneros complementan en la base de Lielvarde a sus compañeros letones, cuya defensa antiaérea tienen confiada a la eficacia de un sistema de misiles que solo alcanza los tres kilómetros de altitud. Los Nasams, de media cota, hacen las funciones de un segundo paraguas de protección más amplio. Poseen capacidad de derribar objetivos a 8 kilómetros de altura y a 25 kilómetros de distancia, creando un entorno de protección de unos 50 kilómetros a la redonda. Más que suficiente para resguardar a los habitantes de Riga en el hipotético caso de un ataque aéreo.

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Igualmente, da seguridad al imponente batallón de helicópteros Apache que Estados Unidos desplegó en la misma base aérea el pasado febrero -de ahí su nuevo rol-, dentro de las medidas adoptadas por la OTAN para disuadir a Rusia de ataques a países de ese entorno.

Su coordinación con las fuerzas de la OTAN es la que cabe esperar de una unidad moderna y de alta cualificación. También ha sido muy buena su integración con los soldados letones, con los que trabajan a diario codo con codo y de manera muy satisfactoria, cuentan. «Cuando llegamos, desplegamos como aliados; al mes decían que éramos buenos compañeros y, desde el segundo mes, aquí se refieren a nosotros como sus hermanos españoles. Nos están infinitamente agradecidos porque saben que dejamos todo en España para venir a ayudarles a defenderse de las amenazas», explica Lahore.

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Lo corrobora el cabo José Iván Hermoso León, con 17 años de experiencia militar a sus espaldas y una misión internacional previa, en Turquía. «El trato con el ejército letón ha sido muy bueno. Nos han ayudado en todo desde nuestra llegada y nos hemos sentido como en casa, se nota que están muy agradecidos con nuestro compromiso». Igualmente, este artillero destaca la relación con los soldados estadounidenses, con los que comparten base y han protagonizado varios ejercicios conjuntos, han intercambiado experiencias profesionales y conocido sus equipos.

Pasillo de Kaliningrado

Los militares de Cartagena vigilan sin descanso el espacio aéreo en el entorno de Riga y mantienen con su trabajo diario el más alto nivel de capacidades antiaéreas que se pueda alcanzar. Lo hacen a base de instrucción y tareas de mantenimiento constantes, entrenando supuestos y situaciones de riesgo, tanto en solitario como con las aeronaves de la policía aérea de la OTAN en el Báltico, con los helicópteros estadounidenses que también protegen la capital letona y con los aparatos locales. Todo lo que vuela sobre sus cabezas está bajo su control.

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Soldados españoles con uno de los misiles que utilizan.

«Monitorizamos el espacio aéreo letón y vemos muchas cosas que vuelan», confirma Lahore sin dar muchas pistas acerca de lo que más llama la atención de los operadores del radar. Lo hacen en estrecha colaboración con el centro aéreo de la OTAN en Alemania. Entre sus misiones más delicadas destaca el control de las aeronaves rusas de sostenimiento que constantemente sobrevuelan un pasillo aéreo sobre Lituania y Bielorrusia para llevar material a Kaliningrado, enclave portuario que también hace frontera con otro país aliado, Polonia. «No podemos decir, hasta el momento, que hemos tenido alguna situación comprometida», reconoce escuetamente el comandante.

No obstante, la población letona es consciente del trabajo de los soldados españoles y así se lo testimonian las contadas ocasiones que estos salen por Riga y otras localidades cercanas a la base aérea, durante sus horas de asueto. El país vive en una «calma tensa», según los militares. Afrontan su día a día con normalidad, pendientes de las evoluciones diarias en Ucrania, aunque con la tranquilidad de estar protegidos en estos momentos con los medios que aportan distintos países de la OTAN.

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Con el embajador Alhama

El primer contingente de militares de Cartagena seguirá en Lielvarde hasta finales de enero, cuando está previsto su relevo, si antes no llegan novedades desde Madrid. En estos cuatro meses desplazados, ha recibido las visitas de la anterior embajadora española en Riga, Susana Cámara Angulo, y de su reciente sucesor, el diplomático murciano Manuel Alhama Orenes, que conoció hace muy pocos días el funcionamiento de la UDAA y compartió tertulia con los oficiales que la mandan siguiendo la cadena de órdenes aliada. También la visitó en agosto el primer ministro letón, Arturs Krisjanis.

Los radares del RAAA 73 monitorean a diario aviones rusos que vuelan al enclave de Kaliningrado por espacio aéreo OTAN

«Está siendo la experiencia de nuevas vidas», dice el comandante de la unidad. Y no solo por la destacada misión que tienen encomendada, sino por el choque cultural positivo y el agradable descubrimiento que está siendo Letonia para los artilleros cartageneros, que también mantienen otra batería de misiles Patriot en suelo turco, cerca de la frontera con Siria.

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Mientras tanto, el equilibrio a las intensas jornadas de trabajo, basadas en la instrucción y en el mantenimiento, lo encuentran con las actividades organizadas para la cohesión interna y con el resto de tropas internacionales desplegadas en la zona. Recientemente, los artilleros participaron en una jornada de marcha danesa, una disciplina muy física que consiste en recorrer 25 kilómetros con el equipo de combate. Además, organizaron ellos una prueba atlética, los 5K Nasams, para hacer piña y descubrir que hay letones que corren como gamos. Y de sus fogones ya han salido unas cuantas paellas y calderos con sabor cartagenero «que también contribuyen a hacer Marca España».

«Estamos orgullosos de estar aquí. Es nuestro trabajo. Nos pagan por esto. Además, nos permite conocer cómo trabajan otros ejércitos y socializar», asegura Sánchez de San Pedro.

«Es normal que la familia se preocupe, porque estás cerca de un conflicto»

Los 3.630 kilómetros que separan el Acuartelamiento de Tentegorra de la base aérea de Lielvarde es lo que peor llevan las familias de los 85 artilleros del RAAA 73 de misión en Letonia. Para ellos es algo distinto: casi todos están acostumbrados a estar fuera de casa largos periodos de tiempo y enfrascados en cometidos de relevancia internacional.

«Es normal que la familia se preocupe, porque saben que estás en un sitio cerca de un conflicto. Pero cuando hablo con mi mujer y mis hijos no lo hago de trabajo. Ellos, además, saben que soy militar y lo entienden. Me dan mucho apoyo», dice el artillero Álvaro Sánchez de San Pedro. En Cartagena, su casa, le esperan su esposa y sus dos hijos, de 13 y 7 años. A ella la ha podido ver en Letonia, aprovechando el permiso especial de 90 horas que Defensa otorga a cada militar por misión. A los críos no. Después de Navidad.

Además, De San Pedro echa de menos el fútbol en vivo. Es abonado del FC Cartagena. Y no tiene más remedio que contentarse viendo todos sus partidos por televisión.

Al granadino José Iván Hermoso León, de 37 años, también le esperan en Cartagena su esposa y sus tres hijos, de 14, 11 y 3 añitos, a los que no ve desde junio. A su cometido como integrante del equipo de municionamiento, suma una apasionada afición al dibujo y al diseño. Así que ha sido el encargado de realizar varios parches, camisetas y llaveros. De la experiencia destaca varias excursiones para conocer los castillos, la cultura y la arquitectura local. Lo más adverso, «el clima, que es muy distinto a lo que estamos acostumbrados. Pero, en general, muy contento y orgulloso de alcanzar nuestro compromiso con la OTAN y con Letonia».

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