La caída de la natalidad se acelera este año en la Región de Murcia y es el doble que la nacional
La Comunidad mantiene todavía la tasa de nacimientos más alta del país, pero la llegada de bebés baja un 13% desde 2016, sobre todo por el retraso de la emancipación
Los datos hablan por sí solos. La natalidad, que lleva ya tiempo de capa caída, sigue reduciéndose poco a poco y la cifra de bebés ... que llegan a la Región es cada año algo menor. Un fenómeno que se inició tiempo atrás, que se agravó con la pandemia y que tampoco este año tiene pinta de remontar. En lo que va de 2023 -de enero a junio- la Comunidad ha contabilizado 6.150 nacimientos, según los últimos datos recabados por el Instituto Nacional de Estadística (INE). La cifra supone un 4,73% menos que en el mismo periodo del año anterior, una caída que prácticamente dobla la nacional -que se queda en 2,5%-.
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La Comunidad vive este año el cuarto mayor descenso de los nacimientos de toda la geografía nacional -sin contar Ceuta y Melilla-. El batacazo, si se fija el horizonte más atrás (2016), supera incluso el 13%. Los sociólogos coinciden en que los datos esbozan la fotografía fija de una nueva sociedad en la que la paternidad se posterga, en la que se imponen las familias más pequeñas y en la que la opción de no tener voluntariamente descendencia va ganando cada vez más peso.
«El descenso de la natalidad no es un fenómeno nuevo», recalca Juan Carlos Solano, profesor titular del departamento de Sociología de la Universidad de Murcia (UMU). «Ya se dejó sentir con la crisis de 2008». De un tiempo a esta parte los nacimientos en la Comunidad dibujan una línea claramente descendente. Si en 2016 llegaron al mundo 15.528 niños en la Región, el año pasado la cifra ya se había reducido hasta los 13.468. Los alumbramientos, según los datos que maneja el INE, han descendido un 9,1% solo desde 2019, cuando el arranque de la pandemia de Covid trajo aún más incertidumbre y temor a las parejas -o personas individuales- que barajan la opción de traer hijos al mundo.
Pese a ese progresivo descenso, la Comunidad sigue manteniendo la tasa de nacimientos más elevada del país -solo superada por Melilla-, con 9,11 por cada mil habitantes. La ratio, sin embargo, adelgaza año tras año. Hace solo una década, era de 11,91 nacidos por cada mil habitantes.
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Los expertos coinciden en que, a la hora de bucear en este fenómeno, entran en juego numerosos factores, como el retraso de la emancipación económica y residencial, la dificultad para encontrar un empleo con ciertas garantías... «Hay un cambio en la biografías individuales que ha hecho ir retrasando poco a poco la incorporación a la vida adulta de las personas», explica Marcos Bote, profesor titular del departamento de Sociología de la UMU. «Ahora pasamos más tiempo en el sistema educativo, en las etapas iniciales de inserción en el mercado de trabajo.... y se ha ido retrasando la edad en que se llega al matrimonio y al primer hijo».
Segundo hijo
Esta situación, avanza Solano, ha abierto la puerta, entre otras cosas, a una reducción de la propensión a tener un segundo hijo. «Las mujeres, cuando les preguntan cuántos hijos desean, la mayor parte suele decir que dos hijos, sin embargo tienen 1,19 de media -1,5 en la Región-», explica este sociólogo. «Hay una brecha entre lo que desean y la realidad, y cada vez es más grande». La cifras quedan ya muy lejos de aquellas familias numerosas que cargaban el coche para irse a la playa en los veranos de hace décadas.
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Solano remarca, además, que se está produciendo un estrechamiento de la cohorte de mujeres en edad de tener hijos, un fenómeno que, sostiene, se irá agudizando en los próximos años. «Yo, que pertenezco a los hijos del 'baby boom', les cuento a mis hijas que, cuando salíamos por Las Tascas, no se podía andar», relata. «Ahora no. Nosotros tuvimos menos hijos que nuestras madres y la cohorte se está reduciendo».
Los expertos
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Juan Carlos Solano, sociólogo «Cada vez retrasamos más la emancipación económica y residencial y, con ella, la decisión de tener hijos»
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Marcos Bote, sociólogo «Esa actitud, que queremos ser prácticamente adolescentes toda la vida, es difícilmente compatible con la paternidad»
Renta universal, ¿solución?
Los dos expertos ponen sobre la mesa, además, otros factores que, a su entender, están impactando en las cifras de natalidad y uno de ellos es el alargamiento del concepto de juventud. «Esa actitud, que queremos ser prácticamente adolescentes toda la vida, es difícilmente compatible con la paternidad», sostiene Bote.
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La caída de la natalidad no está impidiendo, por el momento, que la Región encabece el crecimiento poblacional del país, debido principalmente a la llegada de población migrante y la mortalidad que registra esta zona. Solano tiene claro, sin embargo, que para plantar cara a este fenómeno la solución pasa por implantar políticas sociales. «España dedica el 1,36% de su PIB a prestaciones familiares», explica. «En Francia y Suecia, el 3,5%, y en esos países se alcanzan casi dos hijos por mujer». Este profesional incide en que las políticas no deben ser únicamente económicas, sino aquellas destinadas a facilitar la crianza, como las guarderías públicas, la conciliación laboral y familiar...
Bote hace hincapié, por su parte, en que este es un aspecto que preocupa, sobre todo, por el impacto que puede tener en la sostenibilidad del sistema de pensiones. En ese sentido, cree que la salida vendrá de la mano de la renta básica universal. «Creo que la solución vendrá más por ahí que por políticas de conciliación, porque al final vamos a tender a tener pocos hijos o ninguno».
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La decisión de no tener hijos, cada vez más habitual
Juan Carlos Solano, profesor titular del departamento de Sociología de la Universidad de Murcia (UMU), explica que en los últimos años ha crecido la llamada infecundidad voluntaria, las personas que deciden no tener descendencia. Los últimos datos hablan de un 14% de las mujeres y de un 20% de los hombres. «La natalidad es un hecho biológico, pero la decisión de tener hijos es un constructo social y depende de cada contexto», subraya. La mayor parte de las féminas que toman esta decisión lo achacan a las dificultades económicas que entraña la crianza de un hijo y a los posibles conflictos que podría tener en su carrera profesional.
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