Habla el magistrado Antonio Sempere Navarro (Elche, 1955) apoyado en la experiencia y la perspectiva que otorgan más de cuatro décadas de carrera jurídica. Una ... trayectoria que ha llevado a este jurista, catedrático de Derecho del Trabajo y de la Seguridad Social de la Universidad de Murcia, a ocupar durante agosto, «por los turnos previstos y en aplicación de la mecánica legal», la presidencia del Tribunal Supremo en funciones. También es presidente en funciones de la Sala de lo Social del Supremo. Asegura que vive su profesión con pasión y hasta con «emoción». También en la difícil tesitura en la que se encuentra hoy en día esa «cúspide de la jurisdicción» que es el Tribunal Supremo, debido a la falta de renovación de vacantes como consecuencia del bloqueo en el Consejo General del Poder Judicial. «El problema es muy grave», advierte.
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-¿En qué situación se encuentra a día de hoy el Tribunal Supremo?
-Esta es una empresa, una institución, que tiene prestigio y que funciona bien, y esto hace que vaya mucha clientela a sus puertas. Y, al mismo tiempo que esto ocurre, en lugar de haber un aumento de plantilla, hay una disminución de plantilla. La empresa sigue teniendo buenas bases, pero atender esa demanda a veces no se hace en el tiempo que sería deseable. A pesar de todo, sigue teniendo buen cartel. El peligro es que, si esto se prolonga mucho, al final se deteriora. Como el buen restaurante que aumenta sus instalaciones pero, si tarda mucho en servirte los platos, pues oiga, no puede tener tanta clientela. Desde un punto de vista interno, la situación se vive con cierto desasosiego, con cierta desazón. No me atrevo a decir con desánimo, pero sí con cierta tristeza porque la situación de 'impasse' político acaba mermando el funcionamiento de la institución. Estamos con presidencia en funciones en el propio Tribunal, en la Sala Tercera y la Sala Cuarta, y con vacantes que siguen aumentando. En septiembre se jubila otro magistrado. Es un goteo. Pero el tribunal sigue funcionando. Hemos pedido ayuda y esa ayuda puede actuar como paliativo. Es personal de refuerzo, ayuda de otros magistrados que vienen en comisión de servicio. No firman sentencias, pero nos ayudan a avanzar el trabajo. La finalidad es tardar menos tiempo en dar respuesta. No hay pleito pequeño ni más importante que otro. Además, la función del Tribunal Supremo es doble. Resolver pleitos concretos y fijar criterios. Y esto resulta difícil de entender. Fijar jurisprudencia y criterios para resolver las dudas de otros tribunales. Si a un Tribunal Supremo lo asfixias, se muere de éxito. Si se llevan tantos asuntos, no se puede hacer ni bien, ni rápido. Hace falta un debate para ver si queremos seguir con el modelo actual, que es muy generoso.
-¿Cómo se ha llegado a este punto y quién es el responsable?
-Me gustaría que, para hablar de responsabilidades, se hiciera desde la autocrítica. ¿Qué hemos hecho mal cada uno para que suceda esto? No qué han hecho mal otras personas...
-Esto es casi una utopía.
-Yo soy muy optimista. Mi experiencia es que, en el cuerpo a cuerpo, las personas inteligentes se entienden. Y que las diferencias ideológicas y políticas no impiden acuerdos en la mayoría de temas. Soy partidario de hacer todos los esfuerzos posibles para que haya un buen clima. Los problemas no son de leyes, son de climas. Hablando se entiende la gente, pero hablar es escucharse. Es pactar, ceder, atender. No imponer, sino argumentar y convencer. Lo digo muchas veces: la mayor revolución ahora mismo sería que se cumplieran todas las leyes que tenemos, abundantísimas. Las que haya en cada momento. Eso sí sería revolucionario. ¿Se pueden cambiar las leyes? Claro que sí. Pero cumplamos las existentes. Cumplamos la Constitución. ¿Se puede cambiar el sistema de designación del Consejo General del Poder Judicial? Se puede cambiar. Lo que creo es que con el sistema actual se puede funcionar muy bien. Con otro sistema también se puede funcionar muy bien. La Constitución es un marco de coincidencias, no nos la tiremos a la cabeza. Me gustaría que las fuerzas políticas no se vean como enemigas, que el triunfo propio no sea la derrota de los otros. Y que la oposición vea como un triunfo ayudar a que el gobierno sea mejor. Lo que necesitamos es renovar el Consejo General del Poder Judicial. Si no, se irá deteriorando la imagen y el funcionamiento real. Estamos en la hora de las soluciones, no en los ajustes de cuentas. Porque el problema es muy grave. En mi Sala, por ejemplo, tendríamos que ser 13 magistrados y somos siete. Y el número de asuntos sigue creciendo. Tenemos más de 6.000 pendientes. Lo que entra es prácticamente el triple de lo que podemos asumir.
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Así lo ve
Bloqueo del CGPJ «A nivel interno, la situación se vive con cierto desasosiego y cierta desazón; no diría con desánimo, pero sí con tristeza»
Colapso «Tendríamos que ser 13 magistrados en mi Sala y somos siete, casi la mitad. Hay 6.000 asuntos pendientes»
Salario mínimo «La subida era imprescindible. Hay trabajadores cuyos ingresos están al nivel de la renta de subsistencia»
Pensiones «La esperanza de vida supera ahora los 80 años y jubilarse a los 67 no es un disparate; hay una jubilación 'a la carta'»
-¿Confía en que la situación se aclare con un nuevo gobierno?
-Mi visión optimista es que, una vez que haya gobierno, uno de los primeros acuerdos parlamentarios puede ser la renovación del Consejo. Es mi esperanza y mi deseo. Aunque estoy rodeado de personas que me tachan de utópico.
-Los magistrados del Supremo que sentaron jurisprudencia en la ley del 'solo sí es sí' recibieron duras críticas. ¿Lo entiende?
-Una cosa es la crítica, incluso fuerte, y otra cosa es la descalificación y el insulto. Todas las opiniones son respetables, pero hay otras que son vinculantes, como las que emite el Tribunal Supremo. Y son opiniones aplicando las normas vigentes. Es lógico, si el legislador ha elaborado una ley para conseguir un efecto, y luego esa ley no consigue ese efecto, que se cambie la norma. Y tenemos muchos ejemplos. Pero la pedagogía jurídica es complicada cuando el debate es de titulares de Twitter. ¿Los jueces tenemos ideología? Claro que sí. ¿La aplican en sus resoluciones? Claro que no. En las sentencias, nuestra ideología la tomamos prestada de las normas vigentes en cada momento.
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-Muchos empresarios advirtieron de una oleada de despidos tras las subidas históricas del salario mínimo. ¿Ha llegado a materializarse esta conflictividad?
-La subida del salario mínimo era imprescindible. Primero, para cumplir con compromisos internacionales. Segundo, para dignificar la vida de las personas. Y también, pensando egoístamente, ¿cómo queremos que millones de personas se vayan de vacaciones y coman en restaurantes si cobran unos salarios bajos? Por otro lado, creo que la subida, razonable, del salario mínimo, pone de relieve que algunos convenios colectivos se han quedado desfasados. Hostelería, Agricultura, Comercio... Sectores de actividad donde la retribución del trabajo es muy baja, históricamente, pero donde la exigencia es muy alta. Trabajos que van siendo considerados de tercera categoría, con trabajadores pobres. Trabajadores cuyos ingresos están prácticamente al nivel de la renta de subsistencia. Las empresas están obligadas a mantener trabajadores con un buen nivel, con una retribución adecuada. Creo que las empresas de nuestro país, y en particular las murcianas, están haciendo un esfuerzo importante. Vuelvo a la Constitución, que dice, en su artículo 35, una retribución «suficiente» para el trabajador y su familia.
-La pasada legislatura también dejó una nueva reforma laboral.
-Una reforma laboral importante, después del consenso de los agentes sociales. Esto ha hecho que, afortunadamente, la carga política no esté presente en las relaciones laborales. Los poderes públicos no pueden renunciar a regular las relaciones laborales, pero me parece una práctica excelente el hecho de intentar que la concertación social traiga cambios importantes.
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-¿Dónde hay que poner el foco para acabar con la vulneración de los derechos de los trabajadores que aún se vive en algunos sectores y algunas empresas?
-Volvemos a lo de antes. A la revolución del cumplimiento de las leyes. Pero, a veces, llegar al fondo del asunto genera muchas protestas. Porque llegar al fondo del asunto significa decirle a un sector o a una empresa que no es viable. Porque, si necesita ese sistema laboral para producir, no es viable. Lo mismo hay que decirle a la sociedad que el kilo de melocotones no puede costar 1,20 euros, que la semana que viene va a costar 2,30. Y así sucesivamente. Si tenemos las cosas claras y cumplimos las leyes, todo lo que venga después lo vamos a aceptar con naturalidad. Yo creo que la mayoría del empresariado moderno está en sintonía, pero hay sectores donde este discurso no ha calado. Vuelvo a ser optimista y creo que las cosas están cambiando a mejor, porque las jóvenes generaciones asumen estos valores.
-¿Es sostenible nuestro sistema de pensiones? ¿Se gana sostenibilidad estirando la edad de jubilación cada vez más?
-En 1990 ganamos un premio de investigación que competía con otro proyecto que pronosticaba que, en 2005, ya no se podrían pagar las pensiones. Pero partieron de una hipótesis errónea: que la ley se quedaría quieta. Y el sistema de pensiones es un ser vivo. Cambia, se transforma, se defiende, evoluciona. Creo que, mientras el Estado quiera, el sistema no quebrará, sino que evolucionará. El acuerdo de mínimos entre las fuerzas políticas se mantiene a través del Pacto de Toledo. Otra cosa es garantizar que la pensión nos permita viajar a Nueva York. Oiga, no lo sabemos. No sé cuántos hijos van a tener mis nietos. Respecto a la edad de jubilación, la pensión que se puede cobrar, esto interesa muchísimo a la ciudadanía y ha habido muchos cambios en los últimos años. Aquí entran las decisiones políticas de carácter práctico, que van a seguir siendo necesarias. La edad de jubilación a los 65 años se fijó en 1919, cuando la expectativa de vida de los españoles estaba en los 47 años. Ahora esa esperanza de vida supera los 80 años, lo que hace que la jubilación a los 67 años no sea un disparate. Lo que sucede es que somos un país mediterráneo donde nos gusta disfrutar de la vida. Al que está deseando jubilarse se le abren puertas, pero cobrando menos. Ahora también se dan premios a los que quieren seguir trabajando después de jubilarse. Estamos andando un camino que ha costado mucho, que es el de poder cobrar la pensión de jubilación y seguir trabajando. Y luego no es lo mismo trabajar en banca que asfaltando calles. Por eso se habla de una jubilación 'a la carta'.
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-Como usuario habitual del AVE, ¿qué le parece el servicio de alta velocidad recién implantado en la Región de Murcia?
-Viajo todas las semanas entre Murcia y Madrid desde el año 1999, y he probado todas las combinaciones posibles. Subir en el tren es ver la vida fuera de tu hábitat, con pasajeros muy diversos. Es muy interesante viajar en medios de transporte públicos, creo que eso forma parte del progreso. Si me pregunta como usuario, tengo mucha envidia de mis paisanos alicantinos. Porque tienen unos horarios y unos precios que son incomparables. Existiendo prácticamente la misma distancia con Madrid, no entiendo que haya tanta diferencia entre las dos provincias. Es verdad que vamos a mejor, claro que vamos a mejor. Aquí vuelvo a decir que no hay que ir contra nadie, sino unir fuerzas. Como usuario me da mucha pena que no se haya hecho la conexión directa por Albacete. Creo que la conexión ferroviaria es una de las asignaturas que la Región de Murcia no ha aprobado durante decenios. Ahora se habla del Corredor Mediterráneo, más vale tarde que nunca. Vamos a ser optimistas. Pero, caramba, lo que llevamos pasado los usuarios habituales del tren es mucho.
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