Más adicción al juego, ansiedad y depresión en adolescentes
«Nadie pensó en los efectos del confinamiento a esas edades», lamenta María Dolores Oñate
María Dolores Oñate abrió su consulta de Psicología en el centro de Murcia después de las primeras olas de la pandemia, y tras años de ... trabajo en el campo de las adicciones. La mitad de las llamadas que recibe solicitando atención son de familias preocupadas por hijos adolescentes. «Hay sobre todo depresión y ansiedad y, de manera colateral, ha crecido la adicción digital: al juego, a las apuestas deportivas y a los videojuegos», explica.
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Los adolescentes son, para esta experta, los «más castigados» por el confinamiento. «Les dejamos sin extraescolares, sin ocio nocturno, sin poder juntarse con sus amigos. Nadie pensó en los efectos de todo esto; se les veía como irresponsables, como el vector de contagio», recuerda Oñate. Pero a esas edades es vital el contacto con los amigos y compañeros.
«El cerebro del adolescente funciona de manera totalmente diferente al del adulto y al del niño; libera mucha oxitocina cuando está con sus iguales, en pandilla. Si les cortamos ese contacto, no se produce esa liberación de oxitocina y aparece la ansiedad», detalla la psicóloga. Relacionarse es para ellos una necesidad vital. «Si al agua le cortas el paso, tiende a ir por otro camino», y eso es lo que hicieron los adolescentes, refugiándose en las redes sociales y, sobre todo en el caso de los chicos, en los juegos en línea.
«Con tanto juego 'online', hay un porcentaje de chicos que ha terminado enganchado», advierte María Dolores Oñate. Mientras, en las chicas se detectan sobre todo «las consecuencias negativas de las redes sociales, que son muy superficiales. Los perfiles se llenan de fotos con muchos retoques, filtros, y si tu físico no es así de perfecto, empiezan los problemas de autoestima».
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«Mayor nivel de sufrimiento»
Todo esto se ha traducido en un importante aumento de los trastornos de conducta alimentaria y de los suicidios. Pero, como en el caso de los adultos, lo que ha hecho la pandemia es agravar situaciones o déficits que, en muchos casos, ya estaban ahí. «Tenemos adolescentes con un nivel de sufrimiento más alto que en otras generaciones. Estamos en una sociedad competitiva en la que los propios padres educamos a los hijos para que saquen más nota que el compañero, y no para que sean buenas personas. Ayudar a los demás nos da felicidad, pero la conducta prosocial se está perdiendo. Estamos olvidando muchos valores», reflexiona Oñate.
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