¿Está actuando Trump como un tirano?
Adversarios, universidades, prensa, fiscales, inmigrantes... El asalto contra la libertad de expresión del presidente constituye la mayor ofensiva contra los derechos fundamentales en Estados Unidos desde la era McCarthy
El alarmante asalto del régimen de Donald Trump contra la libertad de prensa y expresión constituye la mayor ofensiva contra los derechos fundamentales en Estados ... Unidos desde la era McCarthy, que sobrepasa de largo. En sólo ocho meses de gobierno, el presidente ha firmado órdenes ejecutivas que socavan la Primera Enmienda, y ha emprendido acciones legales para suprimir la disidencia e implantar la censura y contra el intento de humanización de los palestinos y los medios de prensa. Ha castigado a adversarios, universidades, inmigrantes, abogados, fiscales federales, líderes militares, funcionarios de seguridad nacional, críticos de su administración... por expresar opiniones que no comparte.
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Los ataques a la libertad de prensa han sido contundentes. Trump ha demandado ya a cinco destacados medios, incluidos el 'Des Moines Register' de Iowa, las cadenas de televisión CBS y ABC, así como, 'The Wall Street Journal' (WSJ) y su propietario, Rupert Murdoch, y 'The New York Times' por 15.000 millones de dólares, por su «cobertura crítica». Un juez desestimó la semana pasada la querella por falta de mérito y, según Kevin Goldberg, vicepresidente de Freedom Forum, organización sin ánimo de lucro no partidista que fomenta las libertades de la Primera Enmienda, es muy probable que el 'WSJ' también gane. «Es raro que los tribunales determinen la existencia real de malicia», apunta.
ABC, por su parte, llegó a un acuerdo de 16 millones para resolver la demanda sobre los comentarios del presentador George Stephanopoulos. En un trato similar, Paramount Global, corporación matriz de CBS, también pagó para resolver una demanda por supuesta interferencia electoral. Pero el perjuicio queda hecho porque, en realidad, las medidas de Trump no buscan una retracción por los contenidos, sino más bien generar daño económico, intimidar, coaccionar y suscitar miedo.
La Casa Blanca ha restringido el acceso directo a las ruedas de prensa del presidente a las agencias de noticias AP (Associate Press) Reuters y Bloomberg, aunque tras la contrademanda de AP aún están presentes. Con la firma de una directiva presidencial en mayo, Trump ha acabado también con la financiación federal de la radio y televisión públicas, NPR y PBS, a las que acusa de sostener un sesgo liberal. Ambas, con su organización matriz, la Corporación para la Radiodifusión Pública (CPB), se han querellado contra la administración.
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Las medidas de Trump no buscan una retracción por los contenidos, sino generar daño económico, intimidar y coaccionar
Con una piel muy fina y obsesionado con el tratamiento que le dan los medios, el líder republicano ha dirigido a su presidente de la Comisión Federal de Comunicaciones (FCC), Brendan Carr, a coaccionar abiertamente a los gigantes corporativos mediáticos bajo la amenaza de cancelación de sus licencias de emisión si no acaban con quienes le critican. «Podemos hacer esto de la manera fácil o de la difícil», advirtió Carr a Disney tras unos comentarios relativamente banales que Jimmy Kimmel hizo en su programa 'Late night' de ABC sobre Charlie Kirk, el propagandista de extrema derecha asesinado el día 15: «Los partidarios de Trump tratan desesperadamente de caracterizar al asesino de Kirk, como cualquier otra cosa que (no sea) uno de ellos».
Pero el intento de amenaza de Carr era deliberadamente asimétrico. En un órdago doble, invocó a los aliados de Trump Nexstar y Sinclair, los conglomerados afiliados de ABC que dominan las redes de televisión local, a cancelar la transmisión del programa. Así, y sin espacio de negociación, ABC y su empresa matriz, Disney, suspendieron de inmediato el popular programa, sacrificando uno de sus espacios televisivos de mayor audiencia. Una semana después Kimmel recuperó su sitio cuadruplicando su audiencia.
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Antes, en julio, en una situación similar, CBS anunció por sorpresa la cancelación en 2026 de uno de sus programas más legendarios, 'Late Show', tras la presión de la Casa Blanca, ofendida por el continuo sarcasmo de su presentador Stephen Colbert sobre el presidente. El humor, el último reducto del público para desahogar la pesada carga que la realidad del país ejerce sobre sus vidas, también es otra víctima.
Más de una docena de profesores y profesionales de los medios de comunicación han sido amonestados o despedidos de manera fulminante por criticar la carrera propagandista del ahora mártir del trumpismo Kirk. La cruzada contra la libertad de pensamiento y la disensión contra las grandes universidades repite los periodos del Red Scare de la historia del país, 1917-1920 y 1947-1954, que provocó cazas de brujas contra el comunismo y socialismo. Pero donde en el pasado había colaboración, ahora se busca la captura de las instituciones de enseñanza superior. Y cuando no se da una capitulación voluntaria, se las elimina.
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El desafío de Harvard
Al tiempo que muchas se han rendido preventivamente, la amenaza de cancelacion de las subvenciones federales ha obligado a nueve grandes universidades, entre ellas Columbia, Brown y Pensilvania, a alcanzar acuerdos con la administración Trump, que incluyen pagos y cambios significativos. Solo Harvard mantiene por ahora el desafío tras la decisión judicial dictada a su favor en agosto que desbloquea 3.000 millones de ayudas federales suprimidas por el gobierno. Pero tras de este escenario, Harvard ha eliminado estudios sobre Oriente Medio y prohibido la defensa de los palestinos, y en 2024 apoyó a las fuerzas detrás de la destitución de la presidenta afroamericana Claudine Gay por ser 'blanda' con las protestas pro-Gaza.
El humor, el último reducto del público para desahogar la pesada carga de la realidad del país, es otra víctima
En una nueva capitulación la semana pasada, la Universidad de California Berkeley, uno de los centros del movimiento político de libertad de expresión de los 60, entregó a la administración una lista con 160 nombres de profesores, encabezada por la historiadora judía Judith Butler, bajo alegaciones de 'antisemitismo' por sus críticas a Israel por el genocidio en la Franja.
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La historiadora Ellen Schrecker, experta en el 'Macartismo' y los movimientos de censura en EE UU, ha señalado que el «asalto a las universidades de esta administración es inmensurablemente peor que en la era McCarthy». A día de hoy, sostiene, «la represión que sale de Washington ataca todo lo que sucede en los campus estadounidenses», desde los programas de estudios, la diversidad o las protestas sobre Gaza. Y va dirigida a «desmantelar el sistema de educación superior liberal que conocemos».
En su artículo del 3 de abril en 'The Nation', Schrecker afirma que en la época deMcCarthy «se atacaba solo a profesores, y por sus actividades políticas extracurriculares de izquierda. Durante la caza de brujas, el FBI manejaba listas negras con las que acudía a escuelas secundarias y universidades para llevar a cabo expulsiones de docentes. El objetivo de entonces era «la amenaza inexistente de profesores comunistas. Hoy, es el supuesto radicalismo de la universidad y su supuesto fracaso para combatir el antisemitismo». El éxito de ambas olas se basa en las sanciones económicas y en la colaboración de las autoridades académicas, escribe Schrecker. «El daño que está haciendo Trump va más allá de los límites legales y nunca ha habido un equivalente semejante en la represión de la educación superior en la historia de este país».
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El reciente asesinato de Kirk ha abierto un debate entre la extrema derecha sobre la libertad de expresión que la fiscal general Pam Bondi, ha reiterado, no cubre «el discurso de odio cuando cruza la línea a amenazas de violencia», y no está protegido por la Primera Enmienda. Y sin embargo este crimen, cuyos virulentos posicionamientos políticos consideran discurso de odio numerosas organizaciones, ha provisto a la administración Trump de la oportuna coartada para liberar la oscura agenda que gestaba de limpieza ideológica abierta contra los liberales. El gobernador de Utah, Spencer Cox, confesó que había rezado «para que el asesino fuera de otro país (inmigrante), o de otro Estado». Cuando se confirmó que el tirador de Kirk resultó ser un cristiano, en una universidad cristiana y en un Estado cristiano, la agenda de represión ya dominaba el discurso público. El miedo también.
La amenaza de anular las subvenciones federales ha obligado a nueve grandes universidades a alcanzar tratos con el Gobierno
En la ofensiva de la era Trump confluyen factores únicos que la diferencian del 'Macartismo' y agravan sus consecuencias. Por un lado, la existencia de un movimiento de consolidación de los grandes grupos mediáticos, que les hace más dependientes del favor del gobierno para la aprobación de las fusiones de corte monopólico que buscan, y que, a su vez, facilita la captura de la libertad de expresión y de prensa. Por otra, las fuerzas económicas y políticas en juego provienen de la derecha ideológica, y su alianza con Trump continuará asegurando sus intereses comerciales.
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Única en esta confluencia de factores es la aterradora guerra de Israel en Gaza, y la sujeción de Trump ligada a las enormes donaciones que le han permitido llegar al poder, que garantiza al gobierno israelí la censura total sobre la defensa de los palestinos, y la cooperación armamentística. Quizás la piedra de toque del laberinto trumpista podría residir en la resolución del conflicto de Gaza. El tiempo lo dirá.
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