Roald Dahl, políticamente incorrecto
Si el viejo Roald levantara la cabeza les colocaría un ratoncito muerto en el croissant o las tostadas a todos aquellos que van a reescribir ... su obra para evitar el lenguaje «ofensivo». Es decir, para descafeinar a un autor cuya genialidad siempre ha consistido en llamar a las cosas por su nombre, lejos de los relatos almibarados de Enid Blyton.
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El escritor de origen noruego es singular por su rupturismo, por su espíritu anárquico, por su verdad desnuda. Por espantosa que fuera.
La figura de Dahl tiene muchas luces y algunas sombras. Era capaz convertir a un vulgar melocotón en algo mágico. Siempre iba más allá. ¿Por qué no podían crecer los frutos infinitamente? ¿Por qué no grita un árbol cuando lo talan o la hierba cuando la cortan?
Roald Dhal nació en Cardiff, su padre, Harald, fue un próspero negociante marino que emigró a Reino Unido. Se casó en segundas nupcias con Sophia. El autor era el cuarto de cinco hermanos y debía su nombre al explorador noruego Roald Amundsen.
Con apenas tres años pierde a su hermana Astrid y unas semanas después muere el padre, aquejado de una neumonía. Este hecho convirtió a Sophia en una viuda endurecida, con la que Roald tuvo una unión muy especial.
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Dahl estuvo en varios internados con recuerdos infaustos. El castigo físico era una constante y determinados profesores propinaban palizas que rozaban el sadismo, según él mismo relataría. Le tocaba hacer de criadillo de un alumno mayor y le azotaba si le quemaba las tostadas. Tres palmetazos sin ropa, cuatro con ropa.
El aventurero Roald abandonó la formación y pronto haría expediciones, o se pondría a trabajar para una compañía petrolífera. Después se unió al ejército y con apenas siete horas de entrenamiento se lanzó a volar en solitario. Tuvo un accidente tan grave que casi no lo cuenta. Estuvo ciego ocho semanas.
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Su primer libro de relatos completos fue 'Los Gremlins', las mascotas malvadas de la Royal Air Force
Después llegaron 'Charlie y la fábrica de chocolate'; inspirada en sus años del internado en Fenton, donde la marca Cadbury les regalaba muestras a los alumnos. Roald soñaba con fabricar la chocolatina perfecta.
En su trabajo para adultos sobresale 'Relatos de lo inesperado'. También fue guionista de la serie 'Hitchcock presenta' y de varias películas, entre ellas, la primera adaptación llevada al cine de 'Charlie...'. Durante los 70 y 80 fue un asiduo de la televisión británica.
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Durante 30 años estuvo casado con la muy solvente actriz Patricia Neal. La hemos visto en 'Desayuno con diamantes'. Ganó un Oscar por el film 'Hud', protagonizado por Paul Newman.
Dahl se enamoró como un loco de sus grandes ojos. Patricia no tenía superado el idilio clandestino –en boca de todos– con Gary Cooper.
Su matrimonio fue tumultuoso y, en ocasiones, terrible. La hija de ambos, Olivia, fallece a los siete años víctima de una encefalitis, algo que sume en una terrible depresión y frustración al autor. Además, Dahl trabajó para curar la hidrocefalia de su hijo Theo y coparticipó en el desarrollo de la válvula Wade-Dahl-Till.
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Años después, Patricia sufre dos infartos cerebrales. Está en coma tres semanas y despierta con afasia, visión borrosa y parálisis parcial. Para entonces estaba embarazada de su hija Ophelia. Sus apariciones resultaban similares a los personajes grotescos de Roald. Pata de palo, parche en el ojo.
Roald se ocupó con guante de hierro incandescente de su recuperación. Quizá, al final de su vida, se convirtió en uno de sus personajes. Enormemente alto, y magnético, Dahl intimidaba.
Patricia Neal describe la terapia de recuperación como una pesadilla: «Roald el negrero, Roald el bastardo, con su azote implacable, Roald el podrido, me había arrojado de nuevo a las aguas profundas».
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La puntilla fue que el autor se casó con la que fue toda la vida la mejor amiga de Neal, Felicity, con bastantes años de infidelidad previos.
Dahl murió en 1990, aquejado de leucemia, a los 74 años. Desde que se convirtió en escritor no hizo otra cosa toda su vida que esconderse en su 'hat' para crear historias con disparatadas moralejas que nos enganchan y nos devuelven a la fantasía pura de lo posible.
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