Joan Didion, la serpiente mágica
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Didion es mágica. Acaso nunca tuvo conciencia de ello. Su sencillez la vemos en su 'look', que no cambió en exceso a lo largo de ... los años. En sus gafas de sol, que apenas se quitaba. En su delgadez incluso extrema. Ella es la gran observadora, la gran narradora, la que mezcla su vida íntima con datos fríos y exactos. La que pone en contexto la tragedia con asuntos cotidianos.
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Hace años visité el hotel Beverly Wilshire. Preparaba un reportaje para 'Marie Claire'. Recuerdo la expresión de la CEO cuando le subrayé que era periodista y también 'writer'. Eso eran palabras mayores allí. Didion y su marido se alojaban habitualmente en el Wilshire cuando viajaban a la costa Oeste una vez que vendieron la casa frente al mar de Malibú. Didion nunca se consideró otra cosa que escritora.
Ella desveló al mundo la mente de un Charles Manson desquiciado y de sus desquiciadas acólitas. Janis Joplin se apuntó a un fiestón que dieron en Los Ángeles. Aquel casoplón de 21 habitaciones en Franklyn Avenue. Describió la alienación 'hippy' de San Francisco, niñas de cinco años puestas de ácido, desapariciones de jóvenes en masa, fruto del desencanto. Jim Morrison. El horror de las drogas. Su mirada parece fría y desapegada. Sin embargo, sus textos están repletos de anécdotas terriblemente personales. Narcisismo y coherencia.
La escritora nació en el seno de una familia de pioneros. Formaron parte de la famosa expedición de los Donner. Caravanas de carretas a la conquista del Oeste. Los Didion llegaron a Sacramento. Los otros, murieron atrapados en la nieve.
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Didion se levantaba tarde. Su desayuno era una Coca-Cola bien fría y sus cigarrillos. De su abuelo geólogo aprendió la dimensión justa de las catástrofes naturales. Todo debe cambiar para mantener el equilibrio.
Con cinco años escribe sus primeras historias. La madre le regala un block de notas, quizá para que no la atosigase con sus pensamientos. Lectora voraz, obtuvo un permiso de la biblioteca para acceder a los libros de adultos. A punto de terminar sus estudios en Berkley se apunta al concurso Prix de París de 'Vogue', animada por su madre: «Creo que puedes ganarlo». Lo hizo. Comenzó a trabajar en 'Vogue Nueva York'. Estrena una forma de vida que nunca abandonaría y conoció al amor de su vida: John Gregory Dunne. También escritor, como ella.
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Dunne dejó su empleo en 'Time' y desde entonces y ya para siempre trabajan juntos, en casa. Uno corregía los textos del otro. Didion se cansó del paraíso. De pronto, no le encontraba sentido a escribir, ni a Nueva York. Próximo destino: Malibú.
Por arte de magia llegó su única hija: Quintana. Ellos no conseguían tenerlos por sus propios medios. Un amigo médico les anunció que tenía un bebé precioso en el St John's de Santa Mónica: «Necesito saber si lo queréis».
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'Slouching Towards Bethlehem' (Arrástrame hacia Belén), su primera obra de no ficción, será un éxito rotundo. Eleva a Didion a otra categoría. Se trata de una recopilación de artículos periodísticos sobre sus experiencias en California en los 60. Didion describía un tiempo muy oscuro, también para su matrimonio. «Nos divorciamos o viajamos a Honolulú», escribieron juntos, haciendo público aquel mal momento.
Cataclismo
Didion tuvo que lidiar con esas ausencias. Su genialidad se puso de manifiesto en 'El año del pensamiento mágico'. Comparte con los lectores su duelo. Se agarra a los objetos de John «por si vuelve». Le acompañan un despertador negro averiado, sus plumas Buffalo. Toda su ropa.
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La narración de su experiencia ante la muerte es terapéutica. Didion nos invita a sentir el cambio del oleaje y a dejarse llevar y a dejar ir a los muertos, «que se conviertan en la fotografía de mesa».
La escritora fallece a los 87 años, lidió desde los 70 con esclerosis múltiple. Como las serpientes, mudó de piel varias veces en su vida. Sobrevivió a John y Quintana más de una década.
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