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Eva Perón, la doble vida (parte II)

Sábado, 8 de julio 2023, 08:00

Las azarosas horas vividas por el cadáver de Evita resultan increíbles. Nos quedamos en la CGT donde su cuerpo reposaba. Parecía una muñeca en su ... urna de cristal, como Blancanieves. El doctor Pedro Ara estuvo un año remodelando y trabajando ese embalsamamiento para que durase una eternidad. Cuando ya lo tenía finiquitado sucede el golpe militar. Perón sale por piernas y la señora queda al cuidado de Ara. ¿Por qué? Porque sí.

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Los militares deciden convertir a Evita en una muerta más. Con esa perfección corporal y envuelta en un sudario franciscano, era un símbolo de esperanza para los contrarios al régimen. Crean seis o siete féretros con destinos indistintos. Solo uno lleva el cuerpo. Según la novela y la serie 'Santa Evita', en los otros féretros había esculturas idénticas al cadáver de Evita.

El general Aranguren da la orden que ejecuta el general Moori Koëning, quien se obsesiona con ella. Decide que nadie va a poner sus sucias manos en la doña: 'Es mía'. Decide por su cuenta y riesgo quedársela. Le pide al general Anandía que la guarde en su casa. Un fatal accidente hace que mate a su mujer embarazada mientras ella curioseaba en el desván. Quería saber a qué venía tanto secretismo. Por lo visto, Anandía, se pasaba las horas encerrado con la muerta.

Luego se la llevan a la parte posterior de una pantalla de cine. En un cuartucho viven el proyeccionista y su hija, que abre el cofre y encuentra el perfecto tesoro: ¡una poupée gigante!

Finalmente, el general se la queda en un despacho contiguo al suyo. Pone el féretro en posición vertical. Exhibe el cadáver como si fuera un trofeo y parece ser que a solas hacía otras porquerías. Acabó alcoholizado, completamente loco por ese cuerpo inerte y, al fin, destituido. Le sucedió un furibundo antiperonista, el inspector Cabanillas, quien aseguró en varias entrevistas que, por mucho que odiase a Evita, más detestaba el trato anticristiano que había sufrido 'la señora'. Sabía que la resistencia peronista seguía el cuerpo de su adorada heroína donde estuviera. En la puerta del infecto despacho donde la tenía escondida Köening, aparecían velas y flores.

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Acuerdo con el Vaticano

Cabanillas llega a un acuerdo con el Vaticano y el cuerpo viaja a Italia, bajo el nombre de María Maggi de Magistris. Durante 14 años, Evita reposa en un cementerio de Milán. Nadie, ni su propia madre, sabía de este paradero. Curiosamente, la señora Pina le llevaba flores todos los días, previo pago. ¿Sabía acaso quien reposaba allí? Pues no, no lo sabía.

En Argentina, el peronismo resurge de sus cenizas y como prueba de buena voluntad y para que los jóvenes no la armaran más gorda, el entonces militar en el poder, Lanusse, pone en marcha la operación 'devolución'.

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Un coche llevará los restos de Evita hasta el elegante chalet de tres plantas de Puerta de Hierro donde reside Perón en el exilio. Le acompaña su nueva esposa, Isabelita. Tres años pasa el cadáver embalsamado ocupando un lugar principal de la casa. Se cuenta que Isabelita, junto con el brujo José López de Rega, realizaban rituales con el cuerpo de la doña para que se le traspasase el carisma de ésta a la nueva esposa de Perón. No parece que la cosa diese mucho resultado.

Pobre Evita. No había forma de que la dejasen descansar a gusto. Perón regresa a Argentina en 1973, gana las elecciones. Los argentinos querían a la compañera Evita de regreso. Los peronistas secuestraron el cadáver del ya fallecido Aramburu. Lo devolvían a cambio del regreso de su amada líder. Un fiambre por otro, vaya.

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Antes de eso, el cuerpo de la primera dama fue debidamente restaurado, pues se revelaron hasta 35 lesiones. Las plantas de los pies destruidas, oreja y dedos cortados y otras cosas, que, para qué mencionar. Total, que hasta el 74 no llegó Eva Perón a su última y definitiva morada.

Está enterrada en el panteón familiar de los Duarte, y en el más oligarca de todos los cementerios de argentina: La Recoleta.

Su cuerpo yace a ocho pies bajo el suelo, la protegen tres planchas de acero, con sendas contraseñas, para evitar que se juegue más con el cuerpo de la 'abanderada de los humildes'.

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