Lo que vale la pena

Recuerdos reales, instantáneas grabadas en nuestra memoria, que siempre estarán presentes. Como dejar que tu abuelo gane una partida de dominó, e inmortalizar su sonrisa, o el cálido abrazo de mamá, o los ataques de risa con tu persona favorita del mundo, o las sobremesas eternas con nuestra familia... ¡Ay las sobremesas! Cuantos vínculos han forjado esos mágicos momentos, alrededor de una mesa y varias botellas de buenos vinos, ya todos embriagados de felicidad pletórica. Eso es, indudablemente, lo que vale la pena vivir.

Qué nombre más adecuado para uno de los mejores blancos que se elabora en España: 'La pena'. Un majestuoso vino de la variedad godello procedente de viñas de 30 años, plantadas sobre suelo de esquistos y pizarra a una altitud de 700 metros, y que se elabora únicamente en los años cuyas condiciones atmosféricas son idóneas. Qué 'pena'... De la añada 2018, solo podemos disfrutar del contenido de una escasa barrica de roble, de este elixir criado cuidadosamente durante dieciocho meses, (siete de ellos sobre sus lías más finas). Una joya que ha dado vida a 372 gloriosas botellas.

Aún guardo en mi memoria la sensación que me envolvió al disfrutar, por primera vez, de este vino. Me maravilló su rebeldía y su viva juventud en nariz, dando paso a la intensidad de aromas de fruta blanca, hierba y un toque ligeramente anisado. ¡Un cañón! En el paladar es pura frescura, mineral hasta más no poder, con delicadas notas amargas que cautivan y una perfecta acidez atlántica. Cremoso y envolvente, casi eterno... Memorable.

Estimados amantes del vino y de la cultura, les aseguro que vale 'la pena' visitar la Ribeira Sacra, al menos una vez en la vida. No puedo describir con palabras, la pasión y el gran esfuerzo, que caracterizan la viticultura heroica llevada a cabo en estos escarpados paisajes, sobre todo durante las vendimias. La bodega Dominio do Bibei, situada en el pueblo de Manzaneza (Orense), lleva perpetrando esta proeza desde 2002.

La distribución del viñedo en terrazas o bancales para salvar la pendiente del terreno, que puede llegar al 100%, genera un espacio ínfimo que, evidentemente, impide la mecanización. De modo que todas las labores deben ser ejecutadas por las manos, los brazos y las robustas espaldas de estos viticultores y bodegueros, al tiempo que moverse entre las cepas representa un auténtico ejercicio de acrobacia. La pena 2018 es un blanco que expresa todo esto y mucho más que me ha faltado especificar. Definitivamente, un blanco que vale la pena descubrir y degustar prestando atención a las sensaciones percibidas.