El Cerrico, el orgullo de la nación

Pero, a veces, es posible. No sabemos si hacer este vino estaba a tiro de alguien que hubiera llegado antes a esa pequeña viña prefiloxérica (0,47 hectáreas) de uva airén, que lleva ahí desde los años 20 inmune a plagas, gobiernos, desamortizaciones y caprichos. Pero estamos seguros de que el resultado no podría ser mejor. Solo ver las imponentes ánforas de casi 500 litros que dominan la entrada de la bodega, hace presagiar que lo que hay dentro no está allí por casualidad. Lo que no es resultado del azar, lo es del esfuerzo.

Apenas unos pocos cientos de metros separan esta viña de la Región de Murcia. Estamos en Fuente Álamo (Albacete) bajo el amparo de la Denominación de Origen Protegida (DOP) Jumilla, lo que no me impide sentir cada sorbo de cada botella que abro como mío.

Los murcianos nunca hemos estado acostumbrados a ir al frente de batalla con una espada ganadora. Ahora, y gracias a la cuarta generación de la Bodega Cerrón, (con el necesario y decisivo apoyo de la tercera) gritamos con toda la voz que nos conceden que uno de los mejores vinos blancos de España está aquí, en nuestra zona, con nuestro clima. Ese clima que parecía no tener remedio para las uvas blancas y que a tantos bodegueros les hizo plantar uvas foráneas.

Tengo el orgullo de decir que Carlos, uno de los miembros jóvenes de la familia Cerdán, es amigo mío. Carlos y yo hemos bebido tantas veces juntos el vino, que ya no sé si mis ideas son mías, o he asimilado tanto su mensaje que ni siquiera sé dónde acaba mi voz y donde empiezan sus sentimientos.

Estoy seguro de que da igual. Este vino nos ha hecho cambiar de mentalidad. Ya no somos derrotistas, ya no salimos al mercado externo pidiendo perdón, rogando porque un 'entendido' nos meta en una cata y alguien que dice saber más que nosotros mencione un vino de nuestra zona en el pie de una página de una revista especializada. Ahora somos la cabeza. Ahora hay bodegueros en todo el mundo que miran hacia el sur con envidia, con la curiosidad del que desconoce, pero con el respeto que bodegas como Cerrón nos han hecho ganar.

Como diría Pablo Neruda: «Nosotros los de entonces ya no somos los mismos».

A veces olvidamos que, en cada vino, en cada etiqueta torcida, en cada lumbar dolorido por las largas horas de ilusión, hay personas. Cinco, en este caso. Cinco amigos que, siendo poco sutiles con la metáfora del trabajo, se hicieron llamar 5 Hormigas.

Recuerdo mi reacción recelosa cuando me llegó una botella. La reacción del que ha visto ya muchas veces a grandes personas hacer un vino por capricho, pero no con mucho resultado. No podía estar más equivocado, era un gran vino. Y recuerdo cada vez que he visto a todas estas hormigas probar decenas de vinos, invertir en su conocimiento, y todas las preguntas que les he visto formular sin miedo a demostrar su novatez.

Podría hablar de su viña, o de la forma en la que elaboran el vino. Pero es que yo, al final, de lo que siempre intento acordarme es de que el vino sale de las personas.