Para ir a buscarte

Por si no lo tenemos localizado, Caravaggio fue un creador encomiable que hizo más bello el mundo con su trabajo. Y también fue una mala persona. Lo denunciaron, lo arrestaron y lo juzgaron una y mil veces, por muchos motivos, como atacar y herir a un hombre a espada, o lanzar -con mucho ojo- una horda de piedras a un policía. Un virtuoso capaz de apropiarse de lo celeste y acercarlo a la tierra. Un ser irremediablemente violento. Un infeliz y, a la vez, un verdadero artista.

Beber vinos de Jura me hace pensar en Caravaggio, o en Bukowski, o en Fitzgerald, que odiaban las drogas por ser, según ellos, una parodia del alcohol. Genios que no bebían por ser creativos. Bebían porque eran alcohólicos. Los vinos de Jura me generan esa sensación de que algo no cuadra, que está descompensado, que tiene defectos, pero que son vinos con alma. A veces son descritos como vinos para bebedores «con gusto adquirido», «raros» o «extraños». Nada más lejos de la realidad. Para mí son algunas de las botellas más desconcertantes, poco convencionales e intrigantes del mundo.

Enclaustrada entre Suiza y Borgoña, en el extremo oriental de Francia, Jura no solo es la región vinícola más pequeña de Francia, sino también una de las más remotas. Quizá es por eso que sus productores todavía trabajan según tradiciones vitivinícolas que tienen siglos de antigüedad. Es una región que se dice que casi no ha sido tocada por el mundo exterior, salvo quizás por la aparición ocasional de algún sumiller enamorado. Y nadie enamora más en Jura que Pierre Overnoy.

Humildad, equilibrio y el apetito constante por aprender son las cualidades que este icono del vino ha aportado al sector, no solo en el Jura sino en todo el mundo. Overnoy se mostró escéptico ante el uso de productos químicos en los años 60 y desde el inicio de su reinado en los viñedos abolió cualquier uso de pesticidas, herbicidas, fungicidas y otros productos químicos. Fue uno de los primeros bodegueros en hacer el llamado 'vino natural'. «Hacer vino natural no es tan fácil; uno no decide simplemente no agregar azufre y luego se va de vacaciones», dijo. Una frase que muchos productores hoy en día deberían tatuarse en el brazo.

Pierre y Enmanuel Houillon, con solo seis hectáreas, hacen algunos de los vinos más interesantes, complejos y especulados del mundo. Su chardonnay de viñas de 20 años procedentes de un suelo calcáreo es mi favorito. Con una nariz aromática de frutos secos y notas grasas y ahumadas. En boca es cremoso y envolvente, pero sobre todo muy mineral y fresco. Una dualidad que solo los grandes tienen.

Una de las cosas más bellas de la viticultura es su capacidad para transformar la vida de las personas, incluidos los jóvenes rebeldes sin causa.

Para Michele Braganti, esto se produjo después de haber sido exiliado a los 24 años a la vasta y salvaje finca toscana de su familia en Radda in Chianti. Durante años, Michele trabajó cultivando los viñedos y vendiendo la cosecha mientras completaba sus estudios. La bodega está construida en una serie de establos centenarios, inspirada en los grandes productores que elaboran los vinos elegantes y fluidos que a él le gusta beber. Confía en levaduras autóctonas y realiza vinificaciones suaves en tinas de cemento y sincontroles de temperatura.

Los vinos Monteraponi son buenos ejemplos del estilo Radda: muy ácidos, a menudo florales, cargados de minerales y elegantes.