Desde luego, hay muchas formas de tener lejos la comida. En algunas partes del mundo, no consideran la compasión como elemento impulsor de la vida ... y desatienden las necesidades apremiantes de los que pasan hambre. Mientras, se destruyen alimentos para mantener los precios en un nivel razonable y gentes pasan auténtica hambre. Esta descripción refleja la parte más dramática de la condición humana, por causa del egoísmo humano. Pero, no es la única forma, aunque no llegue a ser tan dramática como esta la de estar circunscrito en un páramo alimentario.
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Por muchos dispositivos electrónicos que se tengan para una conservación apropiada de los alimentos, es preciso el acceso a productos frescos. Tal cual ocurre con muchos de los sumergidos en el mundo digital que presuponen que todo el mundo tiene y domina con soltura los medios tecnológicos, no todos tienen este nivel de acceso. Hemos contemplado quejas de gente mayor que se planta ante las entidades financieras por hacer incómodo el acceso. Las distancias tienen hoy un concepto muy diferente del de hace unos años. No todo el mundo se desplaza o puede hacerlo como presuponen otros, que no les importa donde se colocan. Si vives a una distancia como de un kilómetro y medio, para poder adquirir pescado fresco, estás viviendo nominalmente, en un desierto alimentario. Supone un recorrido de unos veinte minutos de ida para adquirir el producto. El Departamento de Agricultura de Estados Unidos establece que, si hay que desplazarse más de una milla para ir a un comercio de alimentación que venda comida saludable (habría que ver qué entienden por esto), estás sumergido en un desierto alimentario. En su mayoría, en estos perímetros están incluidos muchos barrios en los que se sitúan gentes desfavorecidas, con escasos recursos. Pero el desarrollo de ámbitos residenciales solamente palia en parte las necesidades y solo cuando se alcanza un número razonablemente alto se puede disponer de acceso apropiado a los comercios alimentarios. Estos emplazamientos han sido objeto de la implantación de comercios de comida rápida o las denominadas tiendas de conveniencia, muy acomodadas en las gasolineras, que exhiben alimentos ultraprocesados ricos en grasas saturadas, con gran profusión de sal y azúcar o ambos. No son comercios que puedan tildarse de alimentación saludable.
Si bien, en países foráneos del mundo occidental hay datos que prueban la magnitud del problema, en España no se dispone de esta información y solo hay un estudio realizado en Madrid por el epidemiólogo Usama Bilal, que analiza los cambios en los comercios de alimentación, mostrando que los barrios de mayor poder adquisitivo también disminuyeron el número de las tiendas tradicionales, al aumentar los supermercados. En Barcelona no hay que realizar, en general, un recorrido superior a un kilómetro para encontrar un comercio que oferte comida saludable, aunque en los barrios desfavorecidos la oferta de fruta y verdura es casi inexistente. De Murcia, no sabe, no contesta. A ojo de buen cubero, la cosa va por barrios: las tiendas tradicionales son prácticamente inexistentes y sí hay páramos alimentarios en barrios y urbanizaciones concretas.
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