La venganza se sirve en plato de cocido

Jueves, 7 de diciembre 2023, 09:09

Cuando estaba recién casada, solía escuchar con frecuencia a mi entonces marido decir: «Mi madre hace un cocido inigualable». Así que, como buena esposa, me ... esforcé por sorprenderlo en la cocina. Compré una olla de esas caras de WMF, seleccioné la verdura más fresca y de calidad en la frutería de la calle Canales, y conseguí la mejor carne en Vallés, incluso le puse pollo campero y añadí yemas, pero... ¡nada! Siempre, sin falta, después de zamparse todo el cocido e incluso repetir, llegaba la frase mágica: «Está muy bueno, pero como el de mi madre...». ¿Saben esa sensación de querer lanzar el plato, pelotas incluidas, directamente a la cabeza de alguien? Bueno, pues yo misma la experimenté. Y ahora, con el paso de los años, me arrepiento de no haberlo hecho.

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Seguro que alguno de ustedes ha vivido esas «declaraciones elogiosas» que los valientes miembros de la pareja hacen al intentar enaltecer a sus madres mientras, al mismo tiempo, menosprecian nuestras habilidades culinarias. Tocar las pelotas, se llama, y no precisamente las del cocido. Y ya si encima te topas con una suegra que hace aquelarre telefónico todas las mañanas y noches con su «hijo del alma», mejor apaga y vámonos.

Pero lo que realmente me llevó al límite fue la receta secreta de familia del famoso cocido. Esa receta que se transmite de generación en generación. Mi suegra solía mirarme con malicia cuando le pedía la receta. Como si alguna vez me la hubiera revelado por completo. Para las suegras de su calaña, existe un código de honor no escrito que prohíbe compartir la receta de familia con las nueras. Si no eres «hija de sangre», ni siquiera te darán una pista sobre ese ingrediente secreto que hace que el cocido sea único. Claro, solo podía ser magia. O, en su caso, hechizo.

Así que, ya un poco harta, una vez la invité a comer. Al servir los platos del cocido, mi mirada se fue directa a un jarabe que tenía en la encimera para uno de mis hijos que iba estreñido –Duphalac–. No me pude resistir y ahí que le metí un buen chorro a su plato y me quedé en la gloria. Aunque más en la gloria se debió de quedar ella después, ya me entienden...

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Por eso, queridos lectores, no se preocupen por intentar igualar las recetas de una suegra, en mi caso ex. Lo importante es crear nuestras propias recetas familiares sin necesidad de hechizos. Y, si alguna vez les dicen eso de «el de mi madre es mejor», sonrían y disfruten, o bien mándenlos a freír monas a casa de su madre. O bien, compren Duphalac y échenle un buen chorrico.

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