En un arrebato de «vamos a hacer familia» y de abrazar la vida hogareña, me dejé llevar por Instagram. La misión: organizar una tarde de ' ... cooking' al más puro estilo Mr. Wonderful, como esas cocinas con familias perfectas que ves en la pantalla. La madre con un delantal impecable, los niños sonrientes amasando galletas con un rodillo que hace juego con sus camisas, requetepeinados y la niña con unas trenzas perfectas, música relajante de fondo. La cocina parece sacada de una revista, y casi hasta puedes sentir el aroma de las galletas y bizcochos a través del móvil. Pero, como reza el refrán, no es oro todo lo que reluce. O, en este caso, no todo lo que ves en Instagram es real.
Publicidad
Mi intento de cocinar con mis hijos resultó ser una auténtica catástrofe. Comenzamos con mi hija Paloma, quien decidió tomar cartas en el asunto. O, mejor dicho, en los huevos. Y no solo de manera figurada sino ¡literalmente empezó a tocar los huevos! En ambos sentidos, de hecho. Por un lado, porque es un poco tocapelotas y, por otro, porque estaba decidida a batirlos. Mis desesperados intentos por mantener la calma y ser la madre perfecta se redujeron a un «¡Paloma, no me toques los huevos!» mientras dos de ellos se estrellaban en el suelo.
Intenté mantener la calma con una conversación fluida con ellos mientras estábamos con las manos en la masa, pero no hubo narices. Aquí la que suscribe tiene hijos adolescentes y le cuesta pillar el vocabulario de esta Generación Z. «En plan», «qué lache», «me renta», 'hater', 'crush' y 'cringe' eran palabras que retumbaban en la cocina, en lugar de la música de fondo de una película navideña que celebra la alegría familiar.
Las peleas entre ellos se desataron a los pocos minutos de ponernos el delantal, en lugar de la tarde de paz y armonía que había imaginado. Parecíamos arrojados al campo de batalla culinario, con Paloma como la general de los huevos, Juan tocando todos los botones de la Thermomix como si estuviera jugando al Fornite y Ana… Bueno, Ana estaba a cargo del azúcar. Pero, como ya se sabe, y aplíquenselo a todo en la vida: «No confíes en todo lo que ves, la sal también parece azúcar». ¿Ya se imaginan lo que le echó a las galletas, verdad?
Publicidad
Peleas, discusiones, huevos estrellados y pegotes de harina decoraban los azulejos y el suelo de la cocina. En medio de este caos, no pude evitar preguntarme si en Instagram tienen algún filtro mágico que hace que todo sea perfecto. Creo que, en muchos casos, las redes sociales son el escenario perfecto para mostrar una vida feliz que en realidad no se tiene. En mi caso, la verdad se asemejaba más a un desastre gastronómico con un toque de drama adolescente. Así que, después de esta experiencia culinaria, he llegado a una conclusión: Prefiero sus risas, palabras de Generación Z y peleas en la cocina a una merienda perfecta de esas de «posturea para que todo el mundo lo vea». Al final del día, por muy caóticos que sean, esos momentos hacen que mi familia, como la de cada uno de ustedes, sea tan especial.
Prueba LA VERDAD+: Un mes gratis
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión