Tienda de embutidos del Torremolinos. Juan de la Cruz Megías
Garum | Reportaje

El restaurante Torremolinos, una historia de éxito

El «local típico murciano» y «sencillamente tradicional» fundado hace 50 años por Concha Ibáñez y Francisco Gracia no ha perdido la esencia que le ha encumbrado como uno de los referentes de la gastronomía regional: «El secreto es la ilusión y las ganas de superarse; y tener un poco de valor»

Jueves, 11 de enero 2024, 01:14

Pasan ya unos días de Reyes, más aún desde Nochevieja y dos semanas largas desde Nochebuena y Navidad. Ahora toca subir la temida cuesta de ... enero y hacer algo de dieta para combatir los excesos. Unos hervidos, y tal. Pero el restaurante Torremolinos parece anclado en un eterno diciembre festivo. Es martes, 9 de enero, las bandejas de carne a la brasa y los platos de cuchara vuelan por la sala y no hay una sola mesa libre en el comedor del establecimiento. Mientras la hostelería afronta uno de los meses más flojos del año por antonomasia, aquí hay alguna familia en la puerta esperando para pillar hueco poco después de las dos de la tarde. «Algo estaremos haciendo bien», resume Carlos Gracia, gerente del establecimiento, que nació hace 60 años en el mismo sitio donde se venden salchichas y morcillas al peso desde hace medio siglo, cuando abrió sus puertas el restaurante.

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Y no es una forma de hablar. «Ahí, donde está ese peso, nacimos mis dos hermanos y yo. Antes de las primeras reformas que se hicieron, en esa zona estaba antes la habitación de mi madre», señala Carlos Gracia. Y señala hacia el que quizá sea el rincón más reconocible y reconocido de todo el establecimiento: la tienda de embutidos. Un paraíso terrenal donde las salchichas, las longanizas y los jamones parecen caer del cielo, a modo de generoso maná, y cada pieza de chiquillo pesa más de 20 kilos. Los mismos embutidos tradicionales que elaboraba el propio restaurante hace 50 años. Tampoco es una forma de hablar. Estos embutidos ya los hacía el padre de Antonio Sánchez, el actual matarife en nómina del Torremolinos, con la misma receta y los mismos ingredientes que se siguen empleando hoy en día, calculados en unos «puñados» que solo se aprenden de generación en generación.

Parte de la plantilla de 63 trabajadores del restaurante Toremolinos, junto a los hermanos Gracia y Concha Ibáñez -fallecida en 2020-, en una imagen de archivo. Juan de la Cruz Megías

Carlos Gracia cambió rápido la leche por trozos de carne y los chupetes por grifos de cerveza en la barra del restaurante familiar: «Mi ilusión de niño era poder echar una caña, pero no llegaba al tirador y me tenía que subir a una caja», rememora el gerente, que se ha hecho con las riendas del negocio junto a sus hermanos Inmaculada y José. Más aún tras el fallecimiento de su madre, Concha Ibáñez, en 2020. Ella fue la verdadera artífice del sólido nacimiento del Torremolinos, en los albores de la década de los 70, junto a su marido Francisco Gracia tras el regreso del cabeza de familia de una larga y difícil temporada laboral en Fráncfort, donde pintaba coches en una fábrica.

Fue allí precisamente donde surgió el peculiar nombre del establecimiento. «Cuando mi padre se fue a Alemania vivió momentos muy difíciles, pero tuvo la suerte de encontrarse con una familia de Torremolinos (Málaga) que llevaba mucho tiempo afincada en Alemania y que lo acogió, lo arropó y lo trató como a uno más. De hecho, en las cartas que nos enviaba se refería a ellos como 'mi familia de aquí, la de Torremolinos'. Por eso, cuando abrió el bar, decidió ponerle ese nombre en recuerdo y en honor a ellos, como agradecimiento y homenaje por el apoyo que le brindaron durante su larga estancia en el extranjero», explica el propio Carlos Gracia en el libro editado por Alternativas de Comunicación para celebrar el medio siglo de vida del negocio.

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A dormir al salón

La misma casona de huerta que la familia había adquirido con los ahorros generados en Alemania es la que ha sido 'engullida' poco a poco, reforma tras reforma, por el restaurante. En una de esas primeras reformas, Francisco Gracia tiró la entrada y las habitaciones de la vivienda para montar el bar y la tienda de ultramarinos. «Nos fuimos a dormir, literalmente, al salón-comedor que teníamos detrás del bar», recuerda el hijo mediano. La simbiosis entre hogar y negocio era total. Así, la mesa donde los críos hacían los deberes se utilizaba también para colocar las hogazas de pan, y los dibujos se veían en la tele del bar, desde la cómoda posición que proporciona una silla de playa.

Entrada al restaurante en la década de los 70. Juan de la Cruz Megías

Pero no todo iba a ser estudiar y solazarse. Porque los zagales ayudaban ya en las tareas del restaurante sin levantar aún dos palmos del suelo. Sobre todo, en días como los de la matanza, que se realizaba aquí todos los jueves desde las ocho de la mañana hasta bien entrada la noche y que siguen formando parte de la idiosincrasia del establecimiento. En las entrañas del Torremolinos, el matarife Antonio Sánchez 'procesa' la carne de unos 20 cerdos cada semana de media «en temporada baja», matiza. Las inversiones que la familia ha tenido que realizar para cumplir con la legislación sanitaria vigente y poder elaborar embutidos como hace medio siglo, en el mismo edificio de antaño, da para otro reportaje.

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'Kilómetro cero'... o 2,5

Pese a todas las reformas acometidas y a la constante evolución del Torremolinos, la entrada al restaurante sigue siendo lo más parecido a meterse en una máquina del tiempo con destino a la huerta profunda de los años 70 y 80. En las paredes no hay placas de la Guía Michelin ni de la Guía Repsol, sino decenas de fotos en blanco y negro en las que siempre destacan dos protagonistas: Francisco Gracia -fallecido en 1997- y Concha Ibáñez, además de referencias a la matanza y muchos, muchos botes de pimentón, la mayoría de colección. Que se note la apuesta por los productos de 'kilómetro cero'. Desde los embutidos, claro está, hasta la cerveza, que lleva siendo Estrella de Levante estos 50 años, y cuya fábrica está situada exactamente a 2,5 kilómetros del local. Esto tiene algunas ventajas, y la más importante es que los grifos de las barras nunca se quedan sin cerveza gracias, en parte, a las tres grandes cubas de 600 litros cada una que presiden la entrada al comedor. «Ya no hace falta cambiar barriles para arriba y para abajo. Ahora le damos a un botón, y ya está», celebra Carlos Gracia una de las muchas inversiones del local en estos últimos años, enfocadas todas ellas a «mejorar el servicio a los clientes y las condiciones de nuestros trabajadores».

El restaurante tiene proveedores incluso de hojas de limoneros, con las que se busca ofrecer el paparajote perfecto (con helado de café de puchero)

La modernidad también tiene cabida en un restaurante tradicional donde, pese a todo, hay cosas que no cambian desde hace medio siglo, como las recetas de la olla de cerdo, los caracoles en salsa y otros tantos platos que se elaboran siguiendo de forma estricta la receta original de Doña Concha. Tan presente sigue aquí el alma de Concha Ibáñez que la terraza que surgió de la enésima ampliación del local, con el restaurante cerrado por la pandemia, se llama 'La Concha'.

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Carlos, Inma y José Gracia están ahora al frente del restaurante. Joaquín Clares

«A mí no me gusta la cocina, me gusta dar por saco en la cocina», admite Carlos Gracia, que exhibe la misma ilusión al hablar del Torremolinos que un niño con zapatos nuevos. Aunque estos zapatos hayan cumplido ya medio siglo de servicio. Una pasión y una dedicación que se plasman en un plato como la ensalada murciana «al momento». Esto es, mezclando el tomate de bote, la ventresca de atún, el huevo, la cebolla y las aceitunas (de cuquillo, claro) solo cuando llega la comanda. Nada de dejar la ensalada varias horas en la vitrina.

Otro de los bocados más representativos del Torremolinos, si es que algún osado puede elegir solo uno, se encuentra en las morcillas, que figuran entre las mejores de España para críticos gastronómicos nacionales como los del diario 'El País'. Y no son pocos los que creen que es la mejor morcilla de la Región de Murcia, que ya es decir. Es lo primero que echamos al buche nada más pisar este 'santuario' de la cocina regional. «Póngame dos, por favor».

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Conejo frito con tomate

No es fácil elegir entre un abanico interminable de manjares dentro y fuera de la carta. Aunque también hay algunos platos que se han dejado de hacer con el tiempo, como el conejo frito con tomate y patatas al ajo cabañil. Pero Carlos Gracia confirma a LA VERDAD que este plato tradicional de la cocina murciana y, por ende, del Torremolinos, volverá a servirse más pronto que tarde para deleite de la parroquia carnívora: «Estamos en ello».

La última gran reforma se ha realizado en la cocina. Juan de la Cruz Megías

Otro de los secretos del éxito de este restaurante son los proveedores, que no son pocos. En Torremolinos hay incluso proveedores de hojas de limoneros, que suministran el producto adecuado y con las características idóneas para los paparajotes -acompañados de helado de café de puchero, si es tan amable-. «El de las hojas de limoneros también me ha subido el precio, pero es que no nos podemos quedar sin esas hojas. Un día me tuve que ir con la moto a buscarlas por la huerta», sonríe Carlos Gracia, que menciona varias veces en la conversación a quien considera un referente en la profesión y un ejemplo a seguir durante todos estos años: Miguel López, de La Pequeña Taberna, que acaba de ceder los bártulos de la responsabilidad en el restaurante después de cuatro décadas al frente del establecimiento.

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Hasta 20 cerdos procesa a la semana «en temporada baja» Antonio Sánchez, segunda generación de matarifes del local

Carlos Gracia no piensa en la jubilación y tampoco tiene miedo «a la falta de relevo generacional, porque tenemos gente muy válida que puede hacerse cargo del restaurante perfectamente». Porque otro de los ingredientes de la fórmula del éxito, «en la hostelería y en cualquier ámbito profesional», subraya el gerente, es «no perder nunca la ilusión ni las ganas de superarse constantemente. Y también tener un poco de valor en determinados momentos para no perder nunca el nivel». Porque a ver quién es el guapo que vuelve a meter el pico y la pala en el restaurante sin dejarse llevar por la zozobra generada por la pandemia, por poner solo un ejemplo, para crear ese nuevo espacio exterior en honor a la matriarca.

También en la terraza 'La Concha' se escucha cantar a una familia el martes a mediodía. Es la tercera mesa donde se soplan velas con la tarta. Las canciones de Manolo Caracol y Rafael Farina que salían de la gramola del bar hace 50 años han dejado paso ahora a otros clásicos de la radiofórmula como 'Everybody wants to rule the world', de Tears for Fears. Pero la canción que suena siempre en el Torremolinos es 'Cumpleaños Feliz'. «Todos los días se celebra alguno», confirma Carlos Gracia. Y a veces, incluso, los 50 años de vida del propio restaurante Torremolinos. A por otro medio siglo.

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