Cambian las costumbres, cambian los contenidos, cambian los métodos. El que la vida está en permanente evolución, se evidencia por todas partes. Hoy comemos sin ... respetar mucho el horario, frecuentemente a solas, muy frecuentemente un plato único, ingerimos mucho alimento envasado, de cualquier procedencia y progresivamente, pese al esfuerzo de muchos en divulgar, exhibir cómo cocinar y crear sabores y olores atractivos, vamos olvidando recetas que siempre hicieron las delicias de propios y extraños.
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El ritual de sentarse a la mesa y comer lo mismo todos, haciendo del acto un acontecimiento, se va deteriorando con opciones diferentes para cada miembro, unos por ser pequeños, otros por cultivar otras opciones, desde la celiaquía al veganismo o cualquier otra modalidad restrictiva. Se ha individualizado la ingesta. En todo caso, da vértigo la velocidad a la que se produce el cambio. Aquellos primeros platos, segundos y postres, han dado paso a picoteo y plato único, de forma generalizada, que cada vez se aleja más del patrón mediterráneo. La individualización de la ingesta desencadena un impulso al plato único y, en casos, algo de postre. El tiempo también restringe el número de preparados. Es ideal comer tres platos, diferenciados, porque si solo hay uno, al final se hace inevitable el picoteo, antes y después del plato. El hambre es la que es y la que se acumula y la ansiedad deriva de esta.
La referencia a la dieta mediterránea se ha convertido en un mito, que partió configurando una herramienta saludable, pero que vamos abandonando progresivamente. Hoy, se anuncia, solo. Era un estilo de vida que implicaba no solo una ingesta concreta, sino actividad física. Hoy, solamente quedan referencias a alimentos, legumbres, verduras, frutas, aceite de oliva, frutos secos, no carne, no grasa, salvo en contadísimas ocasiones a lo largo del año. En realidad, era una dieta de necesidad, de pobreza, de los alimentos accesibles de forma inmediata. Frutas y verduras eran el referente de la dieta mediterránea. Una cosa es la cocina mediterránea y otra, bien distinta la dieta mediterránea. Hoy, las modas de alimentos extraños se incorporan a la dieta. Al mismo tiempo, abandonamos la ingesta de legumbres o preparados clásicos, variados y sostenibles. Pero todo esto ocurre a partir de la década de los noventa.
Aquellos primeros platos, segundos y postres han dado paso a picoteo y plato único, de forma generalizada, que cada vez se aleja más del patrón mediterráneo
Demasiado deprisa
Tomando como referencia el año 1970, las familias dedicaban un 38% de sus ingresos a la comida, en 2010 dedican un 15%. El consumo de carne pasó de 22 a 46 kilos por persona y año, en 2010, nada menos que 93 kilos por persona y año, doblando el pico de 119 kilos por persona y año del año 2000. En 1992 solamente el 12% de la población disponía de microondas, la importación solo en 2019 supera los dos millones de unidades; 1.800.000 procedentes de China. En el año 2000 desciende el consumo de legumbres de 20 gramos diarios por persona a solo 12 gramos. En 1964 comíamos unos 134 kilos de pan por persona y año y en el año 2010, solamente 36 kilos. En 1970 incorporamos la piña y la ternera supera al cordero. En 1980 se populariza el salmón ahumado y el foie. En 2000 se evidencian los trastornos alimentarios. En 2010 afloran los conceptos de sostenibilidad y productos de proximidad. Demasiado deprisa todo.
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