De La Arrixaca a Bodegas Baigorri
Después de su jubilación tras más de cuatro décadas trabajando en la sanidad pública, el cartagenero Pedro Martínez decidió pasarse al mundo del vino. La inquietud por mantenerse ocupado le llevó a convertirse en bodeguero y abrir un negocio familiar con sedes en la Rioja Alavesa y las Rías Baixas
Como farmacéutico y bioquímico, el también bodeguero Pedro Martínez Hernández sabe muy bien que el consumo moderado de vino es capaz de aportar considerables beneficios ... al cuerpo. Aunque los detalles técnicos los conoció una vez que se formó como profesional sanitario, su admiración por el vino llegó mucho antes, cuando tenía 13 años. «En mi pueblo (La Aljorra, Cartagena), mi amigo Pedro Estrada tenía unas viñas y elaboraba vino. Yo me iba con él y le ayudaba a pisar la uva o en la prensa y allí me di cuenta de que aquello me atraía mucho», cuenta Pedro. Después, se licenció en Ciencias Químicas, se doctoró en Farmacia y su vida estuvo dedicada a la sanidad pública, a la que dedicó cuatro décadas, las últimas tres como jefe de servicio del Laboratorio Clínico de la Arrixaca. Su salto a la enología llegó a los 65 años, cuando se jubiló «forzosamente», porque no quería dejar de trabajar: «Soy algo hiperactivo y si me quedaba en casa iba a aburrir a todo el mundo y volver loco a todo Dios». Pensó en las cosas que le gustaban y salieron dos: «Los perros y el vino». Ahora tiene dos clínicas veterinarias y dos bodegas.
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Abrir la primera le costó tres años mirando y estudiando por toda España, pero cuando llegó a la Rioja Alavesa lo tuvo claro: «Desde mi punto de vista consideré que es la mejor zona del país donde se puede hacer un vino de altísima calidad y convertirlo en uno de los mejores del mundo». Le convenció la zona, sus características y su suelo, donde encontró los requisitos básicos, porque «lo más importante es tener un viñedo bueno». Pero también encontró otro motivo en la bodega que allí se ubicaba: «Conceptualmente, no lo defino yo sino los expertos a nivel mundial, es la arquitectura al servicio del vino». Una vez que tuvo ante sus ojos un viñedo de características excepcionales y un «lugar de cinco estrellas», supo, en su espíritu científico, que ese era su concepto de cómo le gustaría tener una bodega.
Allí instaló Baigorri en 2007 y comenzó su periplo por el mundo del vino con las primeras cosechas. Entre otras cosas, descubrió que, al contrario de lo que ocurre en otras denominaciones de origen en las que se puede plantar cualquier variedad, en su región solo había viura y malvasía en cuanto a los vinos blancos, aunque poco después también se permitió la 'sauvignon' blanc, la verdejo y la 'chardonnay'. En su bodega, Pedro trabaja con las dos primeras, además de la garnacha blanca y maturana blanca, cambios genéticos de las tintas. Para los vinos tintos hace uso de tempranillo, mazuelo, garnacha, graciano y maturana, «una variedad riojana». Con todas ellas, su producción no pasa de las 500.000 botellas, porque «nosotros no trabajamos volumen, sino calidad».
En sus inicios en la enología también se encontró con un mundo muy competitivo que Pedro no puede evitar comparar con la sanidad: «Un hospital es competitivo y estresante porque las cosas te las piden para ayer; el mundo del vino también es competitivo, pero a mí me relaja porque las cosas ocurren una vez al año y si quieres verlas por segunda vez, tienes que esperar». Ahora su ritmo de vida y laboral ha bajado porque su día a día es «estar pensando, elaborando, preparando proyectos para que, cuando llega enero, empiece todo desde cero otra vez». Esa posibilidad que ofrece la tierra, para Pedro es una de sus virtudes, porque «puedes corregir los fallos que hayas tenido y poner en funcionamiento cosas nuevas».
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«El mundo del vino me relaja porque las cosas ocurren una vez al año y, si quieres verlas por segunda, tienes que esperar»
Sin embargo, como todo lo que se hace por primera vez, los principios fueron duros y con una estructura piramidal: «Si tú montas una bodega y estás en la base, nadie te molesta. Pero si te metes en la calidad y vas hacia arriba, hay muy poco vértice», explica Pedro, que recuerda sentirse como un extraño a ojos ajenos. Él se lo tomó como un reto, porque «situarte allí, quedarte y tratar de ser competitivo requiere mucho esfuerzo». Sin embargo, siempre supo abordarlo con calma y hacer de ello su 'hobby', además de su negocio: «A mí no me estresa, me lo tomo con mucha parsimonia y me divierto mucho porque siempre pienso que estoy montando una empresa para mis nietos».
La segunda bodega
Ese disfrute y ganas por seguir al pie del cañón es lo que le llevó a ampliar horizontes en 2017 con la compra de la bodega gallega Granbazán, en las Rías Baixas. Tras un viaje a Alemania en el que se dio cuenta del potencial del vino blanco, volvió con la idea de instalarse en un sitio donde hacer uno verdaderamente extraordinario: «Para eso necesitas terrenos ácidos, sol y mucha lluvia. Y eso solamente ocurre en el norte». Desde su apertura, en Granbazán solo trabajan con albariño, una variedad que «está a unos niveles de competitividad muy altos y te la quitan de las manos en mercados como los de Inglaterra, Canadá o Corea». También en España considera Pedro que el vino blanco está de moda, porque «ha cambiado mucho el gusto de la gente», por lo que la adquisición de la bodega gallega ha sido «un éxito» para la familia. Y es que, aunque él sea el propietario, en la gestión de ambas bodegas trabajan varios miembros de su familia: hijo, hija, yerno y sobrino echan una mano en las partes empresarial, financiera y de ingresos recurrentes con las que Pedro cuenta.
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Su esfuerzo y dedicación tanto en Baigorri como en Granbazán se ha ido traduciendo poco a poco en un crecimiento constante. El año pasado batieron el récord de ventas, lo que para el bodeguero quiere decir que van por buen camino. Esa evolución la notan especialmente en su venta internacional. En los inicios de Baigorri apenas había venta internacional, porque era una bodega joven en un mercado maduro como el de la Rioja, donde era difícil abrirse camino. Sin embargo, hoy en día ya han llegado a vender casi el 50% fuera y su objetivo es llegar al 70%: «Eso significa que la bodega tiene una estabilidad impresionante». Además del crecimiento en ventas, Pedro quiere expandirse con la compra de una tercera bodega en la comarca de Valdeorras, aunque todavía está conociendo el terreno y «tratando de saber dónde instalarnos».
Baigorri y Granbazán son pioneras en España con el certificado 'Fair N' Green' por su apuesta por la sostenibilidad
Tanto ese estudio como todas las decisiones que se toman acerca de Baigorri y Granbazán, Pedro lo hace desde Cartagena, pero los viajes al norte de España son un habitual en su calendario. Suele pasar una semana al mes en cada bodega, donde tiene compromisos y muchas reuniones, la mayoría de las cuales con comida de por medio, «porque se come muy bien», asegura el cartagenero, con una confesión entre bromas: «Yo venía con 3 kilos de más y he tenido que inventar un colon irritable para decirle a la gente que no puedo comer tanto».
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Pioneros en 'Fair N' Green'
Pedro Martínez ha reforzado su negocio con tres apuestas fuertes. Por un lado, con una gran oferta de enoturismo: el año pasado se cerró en Baigorri con 30.000 visitas y más de 10.000 en Granbazán. Para él es una pieza clave que está en aumento porque «la gente conoce la bodega, los vinos, saben cómo trabajamos, se van con una buena impresión y eso repercute mucho en el posicionamiento de la marca». De las visitas a sus bodegas, los clientes también pueden disfrutar del restaurante, su segunda gran apuesta: «La oferta que hacemos es de un cinco estrellas en un entorno único». Por último, para Pedro siempre ha sido importante apostar por el medioambiente y por eso se han convertido en la primera bodega de España acreditada con el 'Fair N' Green', un certificado orientado a conseguir que los viticultores sean más sostenibles. Lo han conseguido con una mejora continua año tras año a través de medidas como eliminar los productos químicos o generar menos energía en el terreno.
El bodeguero de Cartagena trata de elaborar vinos de manera saludable para el medioambiente, pero también se fija en los efectos que tiene para el cuerpo humano. Ante el debate de sus propiedades frente a sus efectos negativos, Pedro hace una defensa férrea: «El consumo moderado de vino». Por un lado, destaca su parte de antioxidantes, que «son beneficiosos para el sistema cardiovascular, circulatorio e incluso a nivel de la vista». Su lado opuesto es el alcohol y todos sus efectos nocivos, pero Pedro sostiene el consumo prudente de vino como pieza de la dieta mediterránea: «Está concebido como alimento y forma parte de nuestra cultura». Según su opinión y su experiencia, el vino pasa de generación en generación, tal y como se lo transmitió su padre: «Una copa de vino para la comida y otra para la cena es lo que llevo haciendo casi desde que tengo uso de razón».
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