Pues sí, el último día de campaña, cuando empezamos a salir de la ola de calor, tan leonina que nos ha hecho boquear bajo un ... sol solferino y pisar de puntillas sobre el asfalto, como si no pisáramos asfalto, sino arena de playa a las tres de la tarde, resulta que hemos hecho una porra electoral en la Redacción, que nada tiene que ver con las deportivas, donde uno vota con la cabeza, pero nunca deja a un lado el corazón. A mí en estas nunca me ha gustado apostar lo que dice la lógica, sino lo que dicta el corazón, por una razón sencilla: que gane mi equipo y encima me lleve la pasta, y porque siempre me ha fastidiado querer que pierda mi equipo para ganar la porra. Lo contrario de lo que hacía Javier Clemente cuando entrenaba al Espanyol. Siempre se dijo que echaba la quiniela y apostaba por el triunfo del rival. No ocurre así con las porras electorales, donde todo es tan ríspido, frío, político y comicial que no hay peligro: el corazón ni está ni se le espera. Así que en las listas de los compañeros he visto un calco de lo que dicen las encuestas –salvo que seas Tezanos–, con pequeñas variaciones. Es como si en este caso dieran igual los colores de cada uno, o se creyera que no hay lugar para la sorpresa, y se votara solo lo que dice la lógica. En todo caso, sea cual sea su partido, nunca está de más que a la hora de votar mañana siga la táctica de la porra electoral y no la deportiva: evalúe y sea frío para votar con la cabeza. Mejor deje el corazón en la puerta, o en el cajón, como decía Sabina.
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