NACHO GARCÍA / AGM

«Para la docencia, que se pierda la relación social es un disparate»

Fernando Ureña. Profesor de Informática

SERGIO TRIGUERO

Domingo, 7 de junio 2020, 22:52

La vida cambió para niños y profesores en un abrir y cerrar de ojos. El 16 de marzo se cerraban las escuelas infantiles, colegios, institutos y universidades, pero la formación no podía parar. Hubo que cambiar el 'chip' para llegar a los alumnos de forma telemática y programar el resto del curso de forma diferente. En el CES Vega Media de Alguazas no tuvieron tantos problemas, porque llevaban cinco años trabajando con las nuevas tecnologías y los alumnos manejaban estas herramientas. «No quiero pensar lo mal que lo han debido de pasar los centros que no estaban preparados», explica Fernando Ureña, que aclara que, «aunque niños y jóvenes se han adaptado perfectamente a la situación, la nueva realidad esconde problemas de fondo muy serios». Y pone un ejemplo: «Cuando explico algo en clase, siempre hay un porcentaje de niños que no se enteran bien y, aunque yo lo aclare, son los propios compañeros los que ayudan. Y eso se ha perdido».

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Muy personal

  • Edad. 35 años

  • Procedencia. Jumilla

  • Lugar de trabajo. Cooperativa de Enseñanza Vega Media, Alguazas

  • Experiencia. 14 años

La Covid-19 ha puesto patas arriba todos los esquemas formativos. «Estoy más estresado que nunca, resolviendo dudas continuamente, preparando contenidos 'online', contestando correos de madrugada o solucionando problemas de mi departamento», asegura Fernando Ureña, que teme el modo de encarar el inicio del próximo curso. «Lo ideal es que todo volviera a la normalidad, porque perder la relación social lo veo un disparate».

Fernando también es un ejemplo de solidaridad. Es uno de los mil murcianos que se sumó a la iniciativa 'makers' para fabricar viseras y salvaorejas de protección con impresión 3D. «Mi mujer es enfermera y sabía de primera mano cómo lo estaban pasando. Me junté con tres máquinas de impresión. Las primeras semanas fueron duras, pues controlar el proceso para producir al máximo me llevaba a dormir en turnos de tres horas», relata. Al final lleva elaboradas cerca de un millar de viseras.

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