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Mariano García, durante un entrenamiento sobre tierra en Fuente Álamo. lv
Mariano García, de hierro, tierra y barro

Mariano García, de hierro, tierra y barro

No entrena en asfalto y le cuesta arrodillarse, pero el poder de su fe le ha llevado a la cima del medio fondo

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Miércoles, 4 de septiembre 2019, 11:46

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Mariano García (Cuevas de Reyllo, 1997) tiene un truco para saber hasta dónde puede llegar en una gran final: visualiza su marca, que es el tiempo que le han dado sus piernas, y le quita unos segundos, que es el tiempo que le da su fe. Así obtiene un registro con el que batir a rivales que son más rápidos en la salida, pero, para sorpresa de ellos, ya no en la llegada. Y es que el campeón de España de 800 metros le da mucha importancia a su fuerza mental, que hormigonó cuando de niño descubrió que tenía problemas con el cartílago de crecimiento, una protuberancia anormal en las rodillas que le imposibilitaba acuclillarse y aún hoy le impide hacerlo con normalidad. Tenía doce años y llegó a dudar de si podría hacer atletismo, pero aplicó otro truco, lo que él llama «el trabajo en silencio», que no es sino apretar los dientes, aguantar carros y carretas y tirar adelante como puedas con una vitamina que no tiene prescripción médica: la seguridad en sí mismo.

«Empecé en baloncesto, pero era bajito como mi padre y creía que no iba a crecer, por eso me cambié»

Fueron los años más difíciles en el atletismo, al que llegó porque, siendo menudo como su padre, no se vio con mucho futuro en el baloncesto, que fue su primer deporte. «Creía que no iba a crecer y decidí cambiarme», dice. El aldabonazo definitivo fue cuando se acostumbró a correr para huir de un perro que le daba miedo. Ya no paró, porque además estaba equivocado: sí dio el estirón. Ahora mide 1,80 y corre que se las pela, con su fuerza de convicción como principal voltaje, la que ya de pequeño le llevaba a retar a Gabi Lorente, su entrenador de siempre. «Él me quería dosificar las carreras y yo le decía: 'Vamos a ver, o me apuntas a esa o no entreno el martes'. Al final me apuntaba. Si es que a cabezón no me gana nadie».

Zapatillas sin clavos

Gabi le ha enseñado a respetar dos banderas fundamentales: las de la constancia y la humildad. «Cuando llego a una carrera miro a un lado y otro, veo a mis rivales y no me dan miedo, pero siempre desde el respeto, nunca me creo más que nadie», dice el atleta del Fuente Álamo Caja Rural. Desde esa modestia, Mariano García se toma las cosas tal como vienen. Al contrario que los demás, entrena sobre tierra y barro, pero no se queja. «Entreno al lado de casa, por caminos de tierra, porque irme hasta Cartagena para hacerlo en pista dura me roba tiempo y quiero estudiar», explica el mediofondista, que va a comenzar Ciencias del Deporte en la UCAM. Pero eso será después del Mundial, porque ahora toca Doha. Pese a entrenar sobre tierra y no calzarse las zapatillas con clavos sino de uvas a peras, sacó el billete para Catar sin problemas. Será su primera cita mundialista y la segunda internacional, tras el Europeo de Glasgow, hace solo unos meses, pero mira lejos. «Quiero llegar a la final. Aunque tenga rivales con mejores marcas, sé que les puedo ganar y clasificarme».

El atleta del Fuente Álamo Caja Rural prepara el Mundial de Doha tras ser campeón de España en 800

Calcula unos 35 grados fuera del estadio, pero algo menos dentro, «porque ponen como unos ventiladores, así que no me exprimiré en el calentamiento, que se hace fuera, pero vamos, que si a un murciano le preocupa la temperatura...».

Allí tendrá dos catapultas: su acometividad natural y los mensajes de ánimo de su familia, sus padres y sus hermanos, Lali y Antonio, a quien ayuda aún en la granja de pollos que heredó del padre, «no tanto como antes, pero si puedo, de vez en cuando le echo una mano».

Pequeñas distracciones en Cuevas de Reyllo, donde vive en su casa de siempre, y donde entrena por los caminos apachurrados por los tractores y con olor a lechuga de los bancales de cada lado. Olor que cambia a veces por el de la pista de tierra de Fuente Álamo, donde también se entrena, con zapatillas de rodar o con voladoras, como las llaman en la jerga atlética, que son más ligeras, pero nunca con las de clavos. «Así que cuando me las pongo de vez en cuando o ya en las competiciones parece que vuelo», dice este atleta que se declara «absolutamente feliz» de poder correr. «De hecho, si me lesiono, veo las competiciones de atletismo por la tele, qué le voy a hacer, es lo que me gusta».

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