Madres de hijos golfistas
Esther González y Monse Portillo cuentan a LA VERDAD lo orgullosas que están del camino emprendido por sus respectivos vástagos: Alejandro del Rey y Ángel Hidalgo
María Jesús Peñas
Viernes, 27 de octubre 2023, 17:43
La inmensa mayoría de las veces pasan de los más desapercibido. Son miembros de la familia de algún jugador profesional que, a cierta distancia y de manera muy, muy discreta, siguen las evoluciones de juego -fuera de cuerdas y entre un público que no les reconoce- de su ser querido. Personas muy importantes para quienes luchan por su espacio en el panorama golfístico nacional y/o internacional dentro de cuerdas, golpe a golpe, prueba a prueba. En el Estrella Damm N. A. Andalucía Masters 2023, dos de esos jugadores, dos madres, dos familias.
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Esther y Alex
Cuando el jugador de 25 años, Alejandro del Rey (Madrid, 15.02.1998) llamaba a su madre desde los Estados Unidos rumbo a casa, la respuesta que recibía es la que esperaba: «Sí, te hago cocido madrileño. ¿Prefieres rabo o carrillera?». Y es que a los dos, madre e hijo, les encanta lo de trastear entre recetas y utensilios de cocina. Si Alex –nos dice Esther González- hablara contigo, te diría sobre mí (ríe) que 'esa señora -refiriéndose a mi- no me deja hacer más en la cocina'. «Alex siempre quiere que le enseñe aquel o este plato, y a mi me sale preparárselo», nos adelanta.
El jugador disfruta cocinando aunque en casa no hace más «porque soy yo quien ¡no le dejo! Y eso que Alejandro tiene mano (…) lo sé, lo de la comida me lo tengo que hacer revisar«, reconoce consciente de ello a LA VERDAD, una madre feliz viendo a pocos metros de distancia hacer lo que más le gusta a su hijo: jugar al golf. A Esther el gusto por la cocina le viene de su madre, «con la que hacía muchísimas recetas». Y el nieto apunta muy buenas maneras.
Esther González y Alejandro del Rey (padre) ya tocaban los palos cuando Alex junior nació aquel 15 de febrero. Una fecha que la familia no olvidará, porque fue la «misma con la que me programaron el parto de Esther», recuerda perfectamente la progenitora del jugador del Club de Golf La Moraleja, al mencionar a la hermana pequeña de Alex. El niño les salió golfista. Como para no hacerlo. Esther recuerda muy bien «cómo le llevábamos a nuestras clases de golf y cómo él permanecía calladito». Es aquí donde arranca el álbum de recuerdos del primogénito de la familia con el golf. «Con un añito le dejábamos que diera un rato a las bolas, y luego pasaba otra media en el carrito». Su primer juego de palos «se lo regaló un amigo» y desde entonces formó parte del equipaje de viaje de esta familia; «la bolsa de golf iba con nosotros a todos lados».
En vacaciones Alex, incluso en la playa, no soltaba el palo. Y comenzó a darle lo suficientemente bien para que su padre se planteara «si es que el niño era bueno o es que los demás niños ¡eran malos!, porque le daba ¡a todas! las bolas desde la arena», relata de manera simpática Esther a LA VERDAD. Por entonces al pequeño Alejandro le gustaban muchos deportes. Tenis, judo, natación…, también ajedrez, pero sus buenas maneras con los palos indujeron finalmente a Alejandro padre a preguntar en la escuela de golf de La Moraleja la posibilidad de que tomará clases allí, a pesar de su corta edad (unos cuatro años). «Le dijeron que hasta los seis no se iniciaba a los muchachos, pero también le dijo el profesor: 'Déjamelo que lo vemos', recuerda perfectamente Esther. «Minutos después nos llamaron para decirnos que se lo quedaban. Que tenía potencial».
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El tenis llama a su puerta
Con 11 o 12 años es su profesor de tenis quien le plantea que debe optar por algún deporte y dedicarse de lleno a él. Esther cree que el profe pensó que se inclinaría por la raqueta. No fue así. «Alex decidió quedarse con la bolsa… y hasta hoy», menciona orgullosa su madre a la vista de lo feliz que es su hijo con aquella decisión. A sus 25 años -se hizo 'pro' en el 2020- ya ha acaparado numerosos titulares de prensa por sus resultados. «Él siempre tuvo claro que quería hacerse profesional de golf. Estaba enfocado a ello. Nosotros lo que le pedimos es que terminara sus estudios porque podía tener una lesión o desengañarse de esta profesión».
Alejandro Del Rey viajó a los Estados Unidos donde cursos ADE y Sociología, sin dejar de tener en mente que su objetivo prioritario era convertirse en golfista profesional. Sus padres han apoyado siempre sus decisiones. «Porque unos padres no pueden estar más felices que viendo a un hijo cumplir sus sueños. Si él es feliz, yo también lo soy», asegura Esther. Y echando la vista atrás vinculando golf con momentos felices, a los González - Del Rey les viene a la cabeza los recuerdos unidos a La Manga Club (Los Belones – Cartagena). «Fue lo mejor de nuestra vida en el mundo del golf -destaca sin reservas Esther-. Allí estábamos todas las familias juntas; nos íbamos a cenar o a comer, en aquellos Campeonatos de España Infantil, Alevín y Benjamín que vivimos». Competiciones organizadas por la Nacional y que se jugaban, y se juegan, en la Región de Murcia de manera bienal. Y sigue recordando: «Éramos un buen número de familias madrileñas con sus hijos. Unas 30 o 40 personas. Íbamos todos juntos y además de seguir a los chicos por el campo, teníamos planes alternativos, playa, mercadillos. ¡Aquello era lo mejor de lo mejor!». Esther sigue manteniendo el contacto con algunas de aquellas madres. «Tenemos un grupo de 'whatsaap' y solemos quedar cada cierto tiempo para vernos. La última vez ha sido en el Open de España de hace unas semanas». Suspira González Nájera. «Es que han sido muchos campeonatos juntos. Muchas horas juntas. Una segunda familia es esta del golf».
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«Nada especial, Emilio»
Del Rey no pasó el corte en el Estrella Damm N. A. Andalucía Masters de este año. A su madre no la supuso un disgusto. «Yo soy un poco fría con respecto a los resultados. Creo que en la familia soy yo la que aporta cierta tranquilidad, mientras su padre es quien le ha inculcado que no deje de ir a por todo lo que se proponga. Así que creo que hacemos un buen equipo para él». Tranquila y prudente, le cuesta decir algo bueno de su hijo porque «¡qué voy a decir yo que como madre!», menciona volviendo a reír y a iluminársele unos preciosos ojos claros que esconde tras las gafas de sol por la luz. Al final se arranca. «Creo que es una buena persona, cariñosa y sobre todo modesto. El padre de un buen amigo de la infancia me contaba que cuando lo veía después de haber acaparado algún titular en prensa, le preguntaba sobre cómo estaba, que si había alguna novedad que contar, y él le respondía que «nada en especial, Emilio».
La salidas al extranjero, los viajes con el equipo Nacional, los que después ha tenido que hacer él por su cuenta, han madurado a Alejandro. Los estudios en América fueron para él toda «una aventura, donde aprendió mucho; y que yo viví con añoranza», confiesa hoy esta madre. Una protectora mamá que le hacía de inicio «una lista de todo lo que debía llevar en la maleta con el latiguillo de: ¿lo llevas todo?». Para comprender enseguida «que ya no le hacía falta. Se sabe organizar muy bien y, además ¡no pasa hambre!». De hecho Alex ha enseñado a su madre a hacer los fideos orientales y las gyozas, «porque aprendió conviviendo con asiáticos». Ahora es mamá quien hace esos fideos en casa «e incluso he aprendido a hacer su masa». Satisfecha de los dos hijos que tiene -por cierto, la pequeña Esther nació el día 20 de febrero, por lo que ambos pueden celebrar sus cumpleaños por separado-, sabe que toda la familia está orgullosa del camino emprendido por Alex. Incluido el tío Paco, que no entendía el golf como un deporte. Ahora resulta que anda enganchado a él «y presume de sobrino», asegura una madre que sabe lo que ha supuesto llegar hasta aquí. «Hemos vivido mucho con él». Y lo que les queda, porque si algo tiene Alex, es una gran predisposición para hacer de este deporte su viaje vital.
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Monse y Ángel
Cuando el jugador de 25 años, Ángel Hidalgo (Málaga, 29.04.1998) está en el 'tee' del 1, hay una cosa que indefectiblemente hace. Y es llamar por teléfono a Monse: «Mamá, que ya salgo». De hecho, Monse Portillo recuerda divertida como una vez, solo se ha dado esa ocasión, «me llamó un federativo para decirme de parte de mi hijo, que le disculpara porque se le había pasado ¡llamarme!». La cara de esta madre se le ilumina al hablar de su 'Gordi'. Bueno, de él y de su 'súper Pablo' -como Monse le llama-, el hermano pequeño de Hidalgo. Porque lo de esta madre es devoción por sus hijos. La mayor de las satisfacciones de su vida.
Y si puede, como sucediera en el Estrella Damm N. A. Andalucía Masters 2023, estar en ese 'tee' del 1 para poder abrazar y besar a su hijo, lo hace. A él y al 'caddie', porque este es uno más de la familia. Transmitiendo así a ambos toda su empuje y buena energía. Porque la malagueña es todo amor. Después, se retira a un segundísimo plano, para seguir a distancia a su hijo; «voy a su altura y sola. Mientras, su padre va por delante siempre. Así lo tenemos organizado». Un padre que define a su mujer «como el pegamento de la familia. Es la que nos tiene a todos unidos». Y se nota.
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Bisabuelo, abuelo y padre
Los inicios en el golf de los Hidalgo – Portillo están ligados a la cancha de prácticas cercana al domicilio familiar. La del Aloha. «Tanto el papá de Ángel como su abuelo comenzaron a dar bolas allí», menciona Monse al hablar de los inicios en esto del golf de todos ellos. Un deporte que caló hondo en esta familia malagueña, marbellí, para más señas. El primogénito de la familia tendría un año entonces. Y Ángel Portillo padre no solo se hizo profesional sino también profesor de golf. Fue él quien fue muy consciente de que su hijo tenía madera. Madera de golf. Así que enseguida vinieron los hierros, el 'putter'…Y es que aunque Ángel junior le hizo ojitos un tiempo al fútbol, como cualquier chaval, con seis años se decantó por completo por los palos. Su hermano Pablo, seis años menor que él, también está en ello. E incluso consiguió una beca completa en los Estados Unidos, para hacer Administración de Empresas y un doble grado de Marketing; algo que al mayor de la casa no le entusiasmó (lo de salir a estudiar fuera). Su meta: ser profesional. Y aunque a priori la conexión con el golf fuera aquella primera cancha de prácticas de Aloha, el vínculo familiar viene de atrás. El jugador del Club de Golf Las Brisas lleva en su bolsa de 'pro' (lo es desde 2018) la foto de su bisabuelo Simón, que fue 'caddie' en los campos del entorno. Le conoció con cuatro añitos. «Sentía locura por él y cuando creció y vio la foto, alucinó». Ya no se ha despegado de ella.
Monse sigue haciendo memoria para LA VERDAD. Y recuerda que Ángel siempre fue de esos muchachos que preferían quedarse toda la tarde tirando bolas que salir. «El entorno del golf ha sido su espacio. No ha tenido otra afición que no fuera darle a la bola». Su padre desde entonces «ha sido su profesor, su todo», afirma esta madre, que tiene un vínculo muy especial con su hijo, «al que algunas veces le tengo que decir que no le pudo contar todo lo que me sucede, ¡faltaría!», ríe de nuevo al mencionarlo y se le enciende la cara de alegría. Aunque el vínculo entre ellos es muy estrecho. Si Ángel padre ha sido su profesor, Monse es su confidente. Y tanto habla con él de cualquier aspecto de la vida, que le prepara uno de esos bocadillos de nocilla o tortilla de patata que tanto le gustan. Monse también sonríe de felicidad al recordar «el día que nos soltaron tras la pandemia. Y lo primero que hicimos fue jugar los cuatro, nueve hoyos». Y es que el golf es «nuestra vida».
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«Muy disciplinado»
Monse dejó hace tiempo de jugar. «Me lesioné y ahí aparqué la bolsa». Pero disfruta siguiendo a su 'Gordi' (lo lleva haciendo con su marido desde que era niño) y mostrando, a través de las redes sociales, lo que hace su 'pequeño'. No al mundo, sino a la familia, «porque es una manera de que sigan a Ángel y sepan dónde está compitiendo y sus resultados». Un niño con «un corazón que no le cabe; demasiado bueno es», dice su progenitora cuando se le insiste al preguntarle por alguna de sus virtudes. «Y muy disciplinado en el golf, ahora -vuelve a sonreír-, en casa es otra cosa». De lo que dice estar muy orgullosa es de »cómo le han aceptado el resto de jugadores». Y recuerda cuando «Ángel viajó a Dubai este año y el grupo de españoles con los que coincidió: Elvira, Campillo, 'El Chino', Cabrera Bello... le trataron maravillosamente». A poca distancia, siguiendo también la partida de Ángel el viernes de competición (no pasó el corte), Nacho, María y Calvin, amigos de la infancia. Ellos son de la opinión de que «la humildad» es uno de los rasgos de este Hidalgo. «Da igual que haya jugado el Alps, el Tour, juega con nosotros igualmente cuando podemos», asegura su buen amigo Nacho Gómez, que pide silencio cuando Ángel se dispone a dar su golpe.
La familia de Monse es una familia más. Una de tantas familias españolas. Con sus apreturas, «tuvimos que hace números para planificar los estudios de los hijos» y con sus buenos momentos como ese viaje en 2019 a Italia; «nuestro primer viaje de placer, porque lo normal ha sido viajar con los chicos siempre por motivos de golf». Una familia que se siente feliz «al ver lo ha gusto que está Ángel en su profesión. Que está haciendo lo que le quiere. Y, que sean felices es lo que nos hace a nosotros felices, porque ¿qué más se puede pedir?». Con madres como estas, nada más.
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