Los toros y el minotauro
El centro de la plaza es el apogeo del laberinto. No hay paredes, pero tampoco salida. Solamente el destino del hombre y la muerte frente ... a él. El arte del toreo ha convertido al toro en un dios, y como tal, lo sacrifica en los altares de su religión. El toro nació para el luto, como escribió Miguel Hernández. En el ruedo se desarrolla la escena de su pasión. Gloria y fatalidad sobre una arena manchada de sangre y luz. Tres mil años contemplan al torero y al toro, a Teseo y al Minotauro, descifrando el laberinto mediterráneo por el que requiebran y hacen verónicas, que son como saludos al sol y brindis de melancolía.
Publicidad
Hay algo en el ser humano que le impide separarse de su esencia animal. Yo he caminado por el laberinto de Creta. He visto sus muros humillados, sus patios aplastados por el sol y los siglos, los murales donde bailarines desnudos saltan por encima de los cuernos de los toros. Sus espaldas están bañadas por el verano y la sal del mar cercano. Brillan, como los trajes de luces. De Creta al mundo. Del Egeo al Mar Menor, a las salinas de Valencia, a las riberas del Guadalquivir. El Minotauro salió de su laberinto y buscó la plaza de toros para mirar de cara a la muerte. Necesitó su Teseo y este le correspondió con una espada. Hay un fino hilo en cada plaza española. Ariadna contiene la respiración en el palco, con un abanico y un pañuelo blanco. Tres mil años después, a la hora señalada, se reanuda la batalla. El hombre y el Minotauro disputan su lugar en la historia.
Hay un fino hilo en cada plaza española. Ariadna contiene la respiración en el palco, con un abanico y un pañuelo blanco. Tres mil años después, a la hora señalada, se reanuda la batalla
El torero, cuando se acerca al toro, recrea el mito griego. Añora la nostalgia de aquel viaje por el Egeo hasta las fauces de la bestia. Nietzsche buscó durante años la esencia de la vida mediterránea, ese especie de genio supremo que cultivaron los griegos y que se perdió en la historia. Pero se equivocaba. Lo dice García Lorca en su 'Juego y teoría del duende'. De Grecia pasó «el poder misterioso» a la península ibérica. De los sacerdotes de Eleusis que desnudaban el cuerpo y el espíritu quedó una fugaz estirpe que heredaron las bailarinas de Cádiz. El toreo es baile, fatalidad, pero sobre todo figuración. El hombre danza con la muerte en soledad. El flamenco elude al toro, pero la muerte siempre está presente en cada movimiento. De Grecia a una plaza llena, cuando se guarda silencio ante el estoque, no hay tantos kilómetros ni tantos siglos. Es un gesto repetido, un aliento que se mantiene. Una coreografía que se ejecutaba en Creta y que sobrevive a este lado del Mediterráneo.
Homenaje a lo dionisíaco
Busco a los viejos dioses en los desiertos del alma, como escribió José Bergamín pensando en las plazas de España, en la corrida como homenaje a lo dionisíaco. Se celebra la muerte y la vida, pero sobre todo, se recuerda que formamos una unidad con la naturaleza. En la corrida se mezcla lo viejo y lo nuevo. El torero y el toro se persiguen, huyen de sí mismos. Se necesitan. Bailan. Se dan la mano en una violenta comparsa de acero y capotes. Por eso la bestia encarna las dos almas a la vez. Tiene del hombre el cuerpo y el orgullo. Del toro la cabeza y la melancolía. Quisiera no salir nunca del ruedo, de su laberinto. Desearía que la faena durara enteramente, que Teseo nunca sacase la espada, que los caballos lo rodeasen sin apretar la pica. Corre por el centro soleado de la plaza y se yergue sobre todos nosotros, porque ya es eterno, es mucho más que un toro, ha alcanzado la facultad de ser un mito, un Minotauro. Ha crecido tanto su sombra que lo pinta Picasso. Le otorga grandes manos y una mirada triste. Saca a Ariadna en brazos. Se monta en una barca para recorrer el mundo a través del mar y, cuando llega al punto más lejano, donde no hay puertos ni faros, enfrenta su destino. Sabe que es la muerte, que el laberinto es irrenunciable. Y todos lo están esperando al final, donde apenas queda rastro del hilo que indica el camino.
Prueba LA VERDAD+: Un mes gratis
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión