Los símbolos musicales con los que los compositores expresaron sus sentimientos más profundos constituyen un reto para la fidelidad de cualquier intérprete. Cuando se presenta ... una pieza musical ante el público, se adquiere una responsabilidad que va más allá de la transcripción, nota por nota, de la partitura.
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Desde hace quince años participo en un concierto de homenaje a los profesores de la Orquesta Sinfónica de la Región de Murcia y de los conservatorios de la ciudad que nos dejaron antes de completar su ciclo vital y artístico. Todos ellos no sólo fueron músicos comprometidos con su cometido académico y profesional, sino que además contagiaron sin horarios su pasión por esta disciplina artística.
El hecho de preparar cada año una obra musical para tocarla en directo ante el público es para mí una manera de corresponder a la generosidad con las que estos cinco músicos atendían las inquietudes despertadas tras la audición de un concierto o el descubrimiento de una grabación de especial interés.
Este año, la partitura que hemos preparado es de Robert Schumann, un músico del Romanticismo que reflejó como ningún otro la dualidad del interior, componiendo música imposible de asimilar a través de los mecanismos de la razón. El análisis de los pentagramas del movimiento central de su Sinfonía Renana genera numerosas cuestiones que no siempre son de fácil resolución antes de interpretar el contenido.
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Para mostrar en escena la belleza de una composición hay que recorrer en sentido inverso el itinerario creativo del compositor para lograr situarnos en el instante de magia e inspiración que propició la obra. Monique Deschaussées (El intérprete y la música, Rialp) describe este retorno como el encuentro humano y espiritual entre el compositor y el intérprete que permite captar la expresión más allá de las notas.
La búsqueda de lo que no se visualiza en los pentagramas es una prioridad para cualquier músico que desee transcribir y transmitir el mensaje del compositor. La comprensión de lo que sucede entre las notas de una partitura es indispensable para imitar de forma instrumental el perfecto canto de la voz humana. De otro modo, la música es incapaz de llegar al corazón.
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