Plato persa y rosas, obra de Ramón Gaya fechada en 1941, en su etapa del exilio mexicano. RAMÓN GAYA

Sesenta años de amistad entre Gaya y Gil-Albert en una nueva exposición

El museo que recuerda al pintor murciano reúne documentos, paisajes y retratos de dos vidas atravesadas por el exilio

Jueves, 6 de febrero 2020, 01:28

El Museo Gaya de Murcia dedica una exposición -hoy, a las 20 horas, es la inauguración- a la relación entre el pintor y poeta murciano Ramón Gaya y el escritor alcoyano Juan Gil-Albert, amigos inseparables. De hecho, compartieron travesía en el Sinaia, el buque fletado por el Gobierno de México el 23 de mayo de 1939 para trasladar desde Séte hasta el puerto de Veracruz a más de 1.200 intelectuales de fuste que habían cruzado la raya pirenaica como refugiados de guerra. La muestra que los reúne -hasta el 20 de abril- en el museo de la Casa Palarea de Murcia lleva por título 'Juan Gil-Albert y Ramón Gaya. Historia de una amistad, 1934-1994'. Es la recreación del mutuo aprecio a través de diversa documentación, además de retratos y paisajes de sus lugares comunes. Las obras proceden de colecciones públicas y privadas cedidas para esta ocasión por Isabel Verdejo (viuda de Ramón Gaya), por la familia Gil-Albert, por la Biblioteca Valenciana Nicolau Primitiu, la Generalitat Valenciana y el Museo Gaya.

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Dos personalidades tan distintas, subraya Isabela Antón, una histórica del equipo que cada día abre las puertas del museo. Por una parte, el autor de 'Memorabillia', el poeta Juan Gil-Albert (Alcoy 1904-1994) y el pintor Gaya (Murcia, 1910-2005), primer galardonado con el Premio Velázquez de la Artes de 2002 que otorga el Ministerio de Cultura.

El 8 de agosto de 1968, Gil-Albert envía una carta -recogida por Pre-Textos en 1987- desde Valencia a su amigo Salvador Moreno, después de la visita de Gaya. «[...] ayer, a las tres y media, lo dejé, de nuevo, en la estación; había llegado el día anterior y ese breve transcurso de un día lo pasamos hablando por los codos. Lo encontré mejor que en su anterior visita, con la mirada más despejada y sin una cierta coloración que entonces registré y que no sabía a qué atribuir. Sigue estando en la brecha, y estar con él es, como ha sido siempre, se plonger dans la vie; su fuerza espiritual se mantiene pujante y lo que sorprende es que tenga tanto que dar sin miedo a que se le acabe la cuerda; no economiza, da, da siempre. Lo propio del trato con él no es el diálogo -no diré, tampoco, que el monólogo-, sino la colaboración; o sea, hay que oírlo colaborando con un asentimiento, intuitivo, para su esplendor y su originalidad [...]». Sesenta años de experiencias comunes como las Misiones Pedagógicas, la revista 'Hora de España', el exilio mexicano y la vuelta a la patria herida.

Dos grandes de la cultura, insisten los organizadores, «que dignificaron la cultura y el nombre de España».

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