Palancas que nos ayudaron a mover el mundo
Daniel Torregrosa recopila en el libro 'Historias de la ciencia y la tecnología' setenta hitos que moldearon la sociedad actual e «hicieron realidad la ciencia ficción»
Alberto Alcázar
Domingo, 6 de julio 2025, 15:03
El verano es la estación de los viajes con Julio Verne de la Tierra a la luna y en globo; del descubrimiento del mar a ... bordo de una ciudad flotante y de un submarino que todavía no se había inventado. El calor invita también a soñar con Isaac Asimov, y la fundación de comunidades en otros planetas, y a reflexionar sobre relaciones humanas con los robots y la inteligencia artificial. En el verano de 2024 Daniel Torregrosa (Murcia, 1969), químico de profesión y vocal de la Real Sociedad Española de Química de Murcia, escribió la obra divulgativa 'Historia de la ciencia y la tecnología. Los descubrimientos e inventos que han moldeado nuestro mundo' (Pinolia, 2025).
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A través de setenta capítulos, el autor recorre los avances científicos que han hecho progresar a la humanidad. Muchos de los que recopila fueron concebidos, antes de su invención, solo en la cabeza de los que se atrevían a imaginar mas allá y en los que la plasmaron en la literatura de ciencia ficción, que «motiva a la gente para estudiar ciencia», asegura el divulgador en el refugio climático de una cafetería, donde conversa con LA VERDAD. «Este libro es un homenaje a Asimov. Si yo hago divulgación, es porque lo leí de pequeño. Su estilo me ha parecido siempre brillante, con historias cortas, muy documentadas y mezclando siempre la parte humanística con la científica».
La invención de la rueda en Mesopotamia
3500 a. C. Es difícil imaginar un mundo sin la rueda, sobre todo en el transporte. Sin embargo, los discos de piedra se aplicaron primero a la alfarería, revolucionando la producción artesanal. Los registros más antiguos la sitúan en Mesopotamia, actualmente Irak y Siria, durante el paso de la Edad de Piedra a la de los Metales. La rueda propició el movimiento de bienes y personas quinientos años después de su invención y, combinada con el eje, impulsó definitivamente el intercambio económico y cultural. Además, se convirtió en el corazón de máquinas como los molinos, que aprovechaban la corriente del agua para moler grano. Hoy, esa misma tecnología es precursora de las que generan energía hidroeléctrica.
Tapputi, la mujer que innovó en la fabricación de perfumes
1200 a. C. La primera receta de perfumes la escribió Tapputi, pionera de la química. Documentó en tablillas de arcilla, en Babilonia, los ingredientes y las técnicas de fabricación de fragancias. En la baja Mesopotamia, los perfumistas gozaban de prestigio social por elaborar, además, productos medicinales. Su descripción del proceso de destilación revela un entendimiento profundo de los principios químicos fundamentales. Taputti ha pasado a la historia como la primera persona mencionada por su trabajo directo utilizando la química.
El pan del aire del Fritz Haber
1909. La pasión de este químico alemán era resolver problemas prácticos mediante la ciencia. Haber redujo el hambre en el mundo cuando logró producir amoníaco a partir del nitrógeno del aire. El amoniaco es un elemento esencial de los fertilizantes, así que cuando Haber y el ingeniero Carl Bosch consiguieron fabricarlo a escala industrial y a muy bajo coste, aumentó la producción agrícola y con ella la población mundial. El descubrimiento le valió a Haber el Nobel en 1918. Sin embargo, su figura sigue siendo controvertida por su papel en el desarrollo de armas químicas durante la Primera Guerra Mundial.
Ada Lovelace crea el primer algoritmo informático
1843. Ada Lovelace adelantó las posibilidades de la inteligencia artificial ya en el siglo XIX y sin ordenadores en el horizonte. Hija del poeta británico Lord Byron y Annabella Milbanke, apasionada de las matemáticas, conoció a Charles Babbage cuando este desarrollaba su «máquina analítica», un dispositivo mecánico que podía realizar cálculos y almacenar datos. Ella quedó fascinada y Babbage le pidió que tradujera una descripción sobre su invento. Lejos de ceñirse a la tarea, Ada añadió notas propias. Entre esos apuntes, dejó escrito el descubrimiento de un algoritmo para realizar cálculos en la máquina de Babbage.
El róver Perseverance de la NASA produce oxígeno en Marte
2021. Ya es posible obtener oxígeno en el mismo planeta rojo gracias a un dispositivo del tamaño de una batería de coche. El aparato iba a bordo del róver Perseverance que la NASA envió para probar el experimento. Consiguió obtener cinco gramos del gas a partir del dióxido de carbono, que permite a un astronauta respirar durante diez minutos. No es mucho, pero el hito abre la puerta a utilizar recursos 'in situ' del propio planeta y así reducir la carga útil de las naves espaciales, lo que supondrá misiones más largas y duraderas.
Otra de las dedicatorias del libro es para las mujeres ocultadas en la ciencia, «no ocultas», incide, sino que han sido desplazadas de los libros de historia e, incluso, despojadas de sus propios descubrimientos como si no reconocieran la maternidad sobre un hijo: «Si yo llevo cuarenta años leyendo sobre la materia, ha sido en la última década cuando por fin se incluye la historia de la mujer en la ciencia que, durante cientos de años, no aparecía como personaje principal», reconoce el químico.
Ciencia en femenino
Uno de esos casos paradigmáticos es el de la matemática Ada Lovelace (1815-1852), considerada madre de la inteligencia artificial. Daniel Torregrosa distingue que «su verdadero salto fue llevar los algoritmos más allá de la utilidad matemática». Lovelace dejó constancia de que se podrían aplicar una serie de instrucciones generadas con algoritmos a, por ejemplo, el movimiento de un vehículo. También con fines creativos, como la música y la literatura.
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En una época en la que las mujeres quedaban excluidas del campo científico, la madre de Ada, Annabella Milbanke, se empeñó en que estudiara matemáticas. Al igual que los números ordenan la realidad, también lo harían con la vida de su hija frente al comportamiento bohemio del padre, el célebre poeta británico Lord Byron. La revolución de Lovelace fue la programación informática, introducir los algoritmos en «la máquina analítica» de Charles Babbage, un dispositivo mecánico completamente innovador que realizaba cálculos y generaba indicaciones con potencial para unirlo a tareas creativas. Lovelace murió con 37 años, por lo que no pudo disfrutar del reconocimiento que se merecía aunque, según el investigador, sí lo hizo en «círculos privados».
Un aroma más justo desprende la biografía de Taputti. Considerada desde el principio como la «primera química de la historia», esta mujer dominaba la fabricación de perfumes en la ciudad de Babilonia, en torno al 1200 a.C. El oficio de perfumista gozaba de gran reconocido social porque proveía de medicamentos a la población, afirma el libro.
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El legado de Taputti perdura. Y no deja lugar a dudas en los historiadores de la ciencia gracias a que se preocupó por grabar en tablillas de arcilla los pormenores de la elaboración de las esencias en el mundo antiguo y, sobre todo, de los avances en el proceso de destilación. «Que fuera mujer es independiente de su reconocimiento. Sus avances no han sido atribuidos a otros. Estaba muy claro que era ella quien dominaba esa técnica y la que tenía el poder de hacer esos perfumes», recuerda el autor.
«El estilo de Asimov es billante: historias cortas, muy documentadas y mezclando la parte humanística y científica»
Lo que podemos llamar química en la Mesopotamia de Taputti estaba muy ligada a la práctica de la alquimia, escribe el divulgador en su libro. La fórmula que enlaza la ciencia, la filosofía y la alquimia se mantuvo hasta bien entrado el siglo XVIII. «Isaac Newton dedicaba casi más tiempo a la lectura de la Biblia y a los experimentos esotéricos que a la propia ciencia». Ni que decir tiene que «el científico más importante del mundo» nunca avanzó en nada que no fuera ciencia. Pero el autor sueña con esa «parte romántica» de laboratorios particulares repletos de artilugios de madera; experimentos en lo oscuro por si se descubre un avance para el que la sociedad no está preparada o si resulta el milagro de convertir cualquier chatarra en oro. «El libro cuenta la historia de la ciencia de forma cronológica, pero eso es una trampa. La historia de la humanidad es más compleja: son redes y laberintos. Por eso, se puede leer de un tirón o salteando los capítulos».
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Lograr la síntesis del amoníaco a principios del siglo pasado fue el gran aliado de la agricultura, también de la huerta de Murcia: el amoníaco es uno de los principales elementos de los fertilizantes artificiales. En cuanto Fritz Haber (1868-1934) consiguió extraerlo «del aire», se alió con el ingeniero Carl Bosch para producir a escala industrial: «Aquello hizo que los campos de cultivo fueran más eficaces y ya no hubiera hambrunas. La población se multiplicó por ocho en menos de un siglo».
Haber ganó el Premio Nobel de Química en 1918, pero la cara oculta de la ciencia empaña su reputación.«Hay muchos científicos que han intervenido en usos poco éticos de la ciencia, pero el problema de Fritz Haber es que participaba». Vestido de militar, el químico hundía sus botas en el barro de las trincheras de la Primera Guerra Mundial para supervisar los ataques. Un día de 1933, tuvo que huir de Alemania con sus propias armas químicas encañonándole la espalda. Era judío. A día de hoy, «el 2% de la energía que se genera en el mundo, se destina a la síntesis del amoníaco», admira Daniel Torregrosa.
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«La divulgación no sustituye a la educación. La verdadera cultura se enseña en las instituciones educativas»
El invento más redondo
Los siguientes hitos dejarán de tener un solo nombre y se atribuirán a grandes equipos de investigación. Es el caso de la producción de cinco gramos de oxígeno en Marte a partir de dióxido de carbono de la propia atmósfera marciana. La NASA lanzó en 2021 el róver Perseverance equipado con el dispositivo, del tamaño de una batería de coche, para generar el gas con el que los astronautas respirarían unos diez minutos, «una cantidad muy pequeña, pero que hace realidad la ciencia ficción». Y ese astromóvil no hubiera podido desplazarse por la superficie del planeta sin sus ruedas. Lo único que ha cambiado en «el invento más redondo del mundo» son los materiales y sus aplicaciones, que se han expandido hasta abarcar casi todo lo que funciona a nuestro alrededor.
La divulgación atraviesa una etapa dorada por la infinidad de contenidos en redes sociales, podcast y libros. Aun así, Daniel Torregrosa advierte de que no es sustituta de la educación: «La verdadera cultura se enseña en las instituciones educativas, y los profesores deben ser el marco de referencia para adentrarse en otras lecturas».
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