Hace unas semanas escuchábamos en el Auditorio de Murcia la primera de las seis sinfonías que escribió Chaikovsky. La composición no se programa con la misma frecuencia que las tres últimas que constituyen su corpus sinfónico, pero contiene las intenciones que el genial músico desarrolló a lo largo de su carrera.
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Chaikovsky tituló este gran proyecto orquestal con el término «Sueños de invierno». En el año 1866 el joven y prometedor profesor del recién inaugurado Conservatorio de Moscú se propuso componer con guiños a Beethoven, Schubert y Mendelssohn, insertando bellas melodías inspiradas en el folclore ruso y la particular orquestación propia del característico sonido de Chaikovsky.
El compositor supo lo que buscaba desde un principio y las severas críticas recibidas de sus más íntimos colegas de conservatorio sirvieron para que tan sólo corrigiera algunos aspectos de la obra sin alterar lo esencial en ella. Así, aunque la Primera Sinfonía se estrenó en Moscú el 3 de febrero de 1868, la versión que se escucha hoy día es la resultante de una serie de modificaciones realizadas ocho años más tarde por el propio músico.
Cuando el oyente escucha desde su butaca los primeros compases del primer movimiento titulado «Sueños durante un viaje de invierno» ya percibe la belleza de la melodía dibujada por el fagot y la flauta. En una conversación que mantuvimos con Olga Tinibaeva, violinista de la Orquesta Sinfónica de Murcia, en Música inesperada, nos advertía de lo importante que es interpretar las melodías rusas sin romper la línea que dibuja. Éstas son amplias como lo son nuestros paisajes o nuestros lagos, nos decía Olga. De hecho, el oyente del primer movimiento de «Sueños de Invierno» debe sentir cómo la orquesta lo pasea en trineo por esos extensos paisajes nevados merced a la magia que emana desde cada uno de los atriles.
Desde el punto de vista musical, este primer movimiento se parece más a un poema sinfónico que a los tradicionales de estructura sonata que estamos habituados a escuchar en una sinfonía. Lo sigue un bello segundo movimiento Adagio cantabile ma non tanto que Chaikovski bautizó como «Tierra lúgubre, comarca brumosa» que podemos considerar como fragmento monotemático por la presencia de la nostálgica melodía de tintes rusos que inicia el oboe tras una introducción de las cuerdas con sordina. Este adagio es una antesala de lo que va a ser la música de Chaikovski en el futuro y se considera como uno de los movimientos más inspirados del compositor.
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La Primera Sinfonía en sol menor opus 13 del compositor ruso, está formada por dos movimientos más. El Scherzo es un movimiento más rápido basado en la Primera Sonata para piano escrita en 1865 con un lento vals en la parte central del mismo. La sinfonía concluye con un movimiento introducido por un fragmento de la canción rusa titulada «Plantarás, joven», seguido de otros temas más rápidos donde el músico hace gala de su maestría con el contrapunto y con los grandes finales.
En conclusión, el interés de «Sueños de invierno» reside en su música, dejando a un lado sus evocadores títulos, ya que fue la tarjeta de visita de Chaikovski con la que se presentó como el compositor sinfónico que unió occidente con oriente a través de las bellas y extensas melodías que mejor definen el alma rusa.
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