Mariza, este viernes, durante su actuación. Jazz San Javier

Mariza, reina de la saudade

La cantante mostró en Jazz San Javier su autobiografía emocional a través del fado

Sábado, 19 de julio 2025, 18:21

Dos amigos portugueses de pura cepa discutieron hace un tiempo sobre si los fados son para llorar o pueden también hacerte bailar. Hubo gritos, manoteos ... y ofensas. Hasta se cancelaron mutuamente durante un tiempo. Así de vehemente es el debate entre nuestros vecinos ibéricos, supongo que algo así como el purismo del flamenco dentro de nuestra casa. En lo que todos coinciden es en el reinado de Mariza, heredera de la gran Amália Rodrigues, quien -sin fisuras- dijo que «el fado solo puede sentirse, no explicarse». Así que, difícil misión ponerle palabras a lo que hizo la cantante mozambiqueña en Jazz San Javier. Como en tantas ocasiones, puede ser pecado de arrogancia, así que me basaré en hechos casi irrefutables, como que la artista se arrancó del pecho un rosario de fados como quien narra su vida, desde el estilo más tradicional hasta el contemporáneo, con arreglos de jazz y algunos con cierto estilo pop.

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Innegable es también que hizo de su directo un relato íntimo, que fue convirtiendo en un ritual colectivo a medida que implicó emocionalmente al numeroso público que casi llena el auditorio. Abrió el portón de su vida, confesó su depresión durante la pandemia, compartió charlas con su hijo, recordó a sus padres y sus inicios cantando en tabernas y casas de fados. Si Mariza golpea al corazón en un auditorio español, imagino el cañonazo que supondrá en la tierra donde creció.

  • Artistas: Mariza Nunes: cantante. Luis Guerreiro: guitarra portuguesa. Manuel Ferreira: guitarra acústica. Gabriel Vinicius Salles Silva: bajo. Mario Costa: percusión y batería. Joâo Frade: acordeón.

  • Cuándo: Viernes, 18 de julio. Auditorio Parque Almansa (Jazz San Javier).

  • Calificación: Personalísimo.

Desde la primera nota, regaló un fado tradicional, 'Estranha forma de vida', que empezó a solas con la guitarra portuguesa en manos de ese virtuoso, Luis Guerreiro, cuyo trabajo consta en el Museo del Fado. Sin esa guitarra en forma de lágrima y el exquisito gusto del intérprete, nada sería igual. Su sonido metálico tiene una capacidad penetrante, como el agua sobre la piedra. Resuena melancólico, es verdad, pero también puede incorporarse a arreglos de jazz y a ritmos festivos. Tiene una capacidad asombrosa de prolongar el sonido, igual que enfatiza esos silencios dramáticos típicos del fado. Paradas para reconcentrar el sentimiento. Lo de Mariza es casi teatro con banda sonora. Una función con actriz única que se interpreta a sí misma. Todo verdad. Así canta a la resistencia emocional en 'Quem me dera', un fado pop de Matias Damásio sobre el amor no correspondido. O peor aún, un amor imposible como el de 'Lágrima', cuya letra de Amalia Rodrigues acepta la muerte si es para merecer el llanto del amado. Mariza modula la voz que sale de cavidades profundas. Encarna el fado.

Cantó uno en español, 'Alma', que entregó con su mayor teatralidad, y dio espacio a un genial solo del acordeonista Joao Frade, maestro de la fusión de música portuguesa más sureña con ritmos mediterráneos y jazz norteamericano. La solvente banda hizo brillar el estilo personalísimo de Mariza. Quiso ir más allá, y bajó al foso para cantar sin micrófono, para que su voz desnuda llegara a todo el auditorio, que le regaló varias ovaciones. Pasó por ritmos más actuales, con influencias de jazz, y algunos más ligeros, como 'Senhorvinho' o 'Verde limao'. El eterno retorno al fado desnudo, el de la identidad cultural y la pérdida como parte de la vida, cerró el círculo del concierto. Los dos amigos tenían su parte de razón, pero sobre todo uno: el fado es más bien para llorar.

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