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El maravilloso regalo de cumpleaños de Viva Suecia
Música ·
El grupo murciano conmemora diez años de sensacional carrera con un espectáculo memorable lleno de intensidad, emoción y corajeTratar de resumir diez años de trayectoria en poco más de dos horas resulta, desde el mismo punto de partida de la siempre fría teoría, ... un imposible. Especialmente si, como sucede con el camino recorrido por Viva Suecia, confluyen en él tantos momentos escritos con la 'm' de mérito y memoria. Sin embargo, el grupo, en la primera de las tres fechas consecutivas previstas en el Auditorio y Centro de Congresos Víctor Villegas de Murcia, demostró que el equilibrio es posible, que la justicia poética tiene la capacidad de rimar con el tiempo, que las arrugas no son más que sensibles trazos de experiencia en un lienzo de abrumador alcance y que el pasado, a pesar de sus inevitables cargamentos de nostalgia, esconde un buen número de radiantes atajos hacia el presente e impulsos para empezar a acariciar lo que está por venir.
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Con las entradas agotadas en cuestión de minutos, al igual que sucedió con el resto de sus conciertos programados en el marco de los festejos de este décimo aniversario, incluyendo los dos restantes en casa y las próximas paradas en Madrid y Barcelona, las expectativas y el suspense por descubrir el tipo de espectáculo que había preparado la banda local para tan significativa ocasión se mezclaban en el ambiente con las ganas, los nervios y una ilusión general que sujetaba por sí misma las paredes del recinto. ¿Se trataría de un directo mayoritariamente acústico? ¿Seguirían un orden cronológico para contar su historia? ¿La balanza se desestabilizaría mucho hacia los primeros trabajos o apostarían por subrayar el poder de sus últimos y exitosos pasos? Preguntas que, como si de pequeñas gotas de timorata lluvia se tratasen, acabaron sepultadas por la grandeza incontestable de una formación que apareció sobre el escenario dispuesta a recordar y arrasar desde la garra de lo inesperado. Sorpresa.
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Dónde y cuándo Auditorio Víctor Villegas, Murcia. Viernes 27 de diciembre.
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Calificación Excelente.
Lo fácil, claro, hubiese sido tratar de repetir la apabullante fórmula de directo con la que conquistaron la última edición del Warm Up, qué noche la de aquel día, pero Rafa Val, Alberto Cantúa, Jess Fabric y Fernando Campillo, sin olvidar, por supuesto, el papel fundamental adquirido por Carmen Alarcón (Hoonine) y Rodrigo Cominero, fichajes estrellas de los que juegan siempre para el equipo sin dejar por ello de brillar con luz propia, han optado por reducirlo todo (casi) al mínimo, partiendo de una puesta en escena con claros ecos al célebre formato MTV Unplugged para, desde ahí, sumergirse en su repertorio y ponerlo todo patas arriba. Guiones saltando por los aires, normas tachadas y demoliciones voluntarias como destellos para empezar a reconstruir y redescubrir lo escrito y cantado. Así, coronados por un sonido impecable y la entrañable química marca de la casa, se fueron sucediendo hallazgos tan especiales como los del emocionantísimo arranque con 'Los años' y 'El milagro'; una 'El nudo y la esperanza' que no desentonaría en absoluto en los catálogos de Radiohead, The National o Wilco; la travesía a lomos de la guitarra, magistral Cantúa, y el estallido de 'A dónde ir'; el delicioso aroma a tabaco y los aires del Village Green de los Kinks de 'Hemos ganado tiempo'; 'El rey desnudo' y sus sabores soul y percusiones afrolatinas; un precioso 'Lo siento' totalmente desenchufado; el alma folk inyectada a 'Lo que te mereces'; una 'Palos y piedras' tan irreconocible como fascinante con sus nuevos ropajes electrónicos; o ese cierre infalible formado por 'Amar y el conflicto' y 'El bien', que, al igual que piezas como 'La voz del presidente' y 'La orilla', pelean por la medalla de oro de un cancionero irrefutable.
En definitiva, hablamos de un concierto de un nivel superior, de un espectáculo con mayúsculas que, siendo un viaje al corazón de los almanaques que hemos ido fundiendo durante la última década, dejó infinidad de postales que nos salvarán hoy, mañana y, por supuesto, dentro de otros diez años. Porque, al fin y al cabo, eso ha sido siempre la música de Viva Suecia: un salvavidas de épica y belleza, un territorio único y reconocible donde refugiarse para cantar hasta perder la garganta, liberarse y dejarse llevar y olvidarse del olvido. Porque todos recordamos ese momento en el que escuchamos por primera vez una canción de Viva Suecia. Y en la noche del último viernes del año, conectados por la indescriptible energía que recorrió cada instante de un concierto que, en el tiempo de descuento, se coló directamente entre los mejores del año, sin discusión, pudimos volver a sentir la descarga inconfundible del descubrimiento.
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Viva Suecia celebró su cumpleaños, sí, pero el maravilloso regalo nos lo terminamos llevando nosotros a casa en forma de velada para el recuerdo.
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