En la barbarie de una guerra ocurren pequeñas historias de gratas consecuencias y que el paso del tiempo las ilumina en función del componente humano.
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El compositor y director alemán Richard Strauss (1864-1949), prolífico creador de soberbias obras musicales, vivió las dos guerras mundiales que asolaron Europa. A lo largo de su carrera escribió quince óperas, tres ballets, dieciocho lieder con orquesta y 140 con piano, cuatro sinfonías, ocho poemas sinfónicos, dos suites para orquesta y una serie de conciertos para distintos instrumentos.
Al final de su vida se instaló en la localidad de Garmish situada en los Alpes Bávaros, a lo largo de la carretera que une Munich con Salzburgo y allí disfrutó de lo que se denominó su «invierno indio» comparándolo con el periodo del otoño canadiense de bello paisaje multicolor en el que las temperaturas suben ligeramente y que en España conocemos como veranillo de San Miguel. En este «invierno indio» de un octogenario Strauss vieron la luz composiciones tan célebres como Metamorfosis, el Concierto para oboe y los sublimes Cuatro últimos lieder para soprano y orquesta.
En abril de 1945, cuando la Segunda Guerra Mundial finalizaba en Europa, un grupo de soldados estadounidenses arrestaron a Richard Strauss en su villa de Garmisch. Cuando se disponía a descender por las escaleras, se identificó como el compositor de El caballero de la rosa y Salomé, siendo reconocido inmediatamente por el teniente Milton Weiss y el cabo John de Lancie, que por su condición de músicos conocían el legado del maestro muniqués y por ello decidieron marcar su vivienda para protegerlo de incómodos registros.
Antes de enrolarse en el ejército, John de Lancie era solista de oboe en la Orquesta Sinfónica de Pittsburgh y en una larga conversación con Strauss le pidió que compusiera una pieza para este instrumento. La solicitud se vio premiada en unos meses con la partitura del Concierto para oboe, opus 144, estrenado en febrero de 1946 en Zurich por el oboísta Marcel Saillet acompañado por la Tonhalle Orchester dirigida por Volkmar Andreae. No obstante, el agradecido Strauss cedió los derechos del estreno en Estados Unidos a John de Lancie que finalmente lo grabó en disco, aunque no consiguió ser la persona que lo estrenara allí.
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El jueves próximo tendremos la oportunidad de escuchar la pieza en el Auditorio Víctor Villegas, con la oboísta Cristina Gómez Godoy y la Orquesta Sinfónica de la Región de Murcia dirigida por Virginia Martínez. Se trata de una obra de Strauss que recopila toda su experiencia vital a lo largo de tres movimientos ininterrumpidos siguiendo el esquema clásico rápido-lento-rápido. La música del Concierto de oboe está integrada de pequeños fragmentos temáticos, uno de ellos de estructura similar al tema del Destino de la Quinta Sinfonía de Beethoven.
El solista de oboe está en el centro de todo lo que ocurre en escena y tiene el doble reto de hacer frente a las exigencias técnicas interpretativas y a una entrada de 56 compases de duración muy exigente desde el punto de vista físico. La orquestación del concierto es reducida, como ocurre en la mayoría de obras que compuso Strauss al final de su vida, pero esto lo dota del carácter íntimo y meditativo de la añoranza de aquello que fue y jamás volverá.
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