La cara del chico refleja el agotamiento acumulado. Han sido cuatro días muy duros cuidando permanentemente a su madre. No hace mucho que ella enviudó. El médico no le dio ninguna esperanza en la última visita, pero ella sigue allí. El ritmo de la respiración conecta con la desolación del hijo que la atiende con delicado entusiasmo. Ya es de noche. Él la mira con incertidumbre sin lograr mantener la cabeza erguida. El cansancio hace que golpee con ella el respaldo de la silla, hasta que se se queda dormido con la boca abierta y en una incómoda postura.
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Sin saber desde dónde, suena un vals al tiempo que un tenue resplandor rojizo se disipa por la estancia. La madre se despierta y consigue levantarse por sí sola. La música se apodera de sus movimientos corporales y extiende los brazos hacia un público que no existe. Un grupo de sombras la rodean al ritmo del vals, pero ninguna la mira. Ella cree reconocer a su difunto marido entre los sombríos invitados. Finalmente cae exhausta en la cama. Llaman a la puerta, pero ésta ya estaba abierta y permite vislumbrar la sombra de la muerte. Los bailarines espectrales desaparecen con el último estertor. El hijo se despierta aterrado. Su madre ha escapado de la vida.
El concierto
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Vals triste de Sibelius, h. Concierto para cuatro trompas de Schumann y Sinfonía Gaélica de Amy Beach.
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OSRM Virginia Martínez (directora).
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Auditorio Víctor Villegas Viernes 16 de diciembre de 2022, 20.00.
La música que escribió Jean Sibelius (1865-1957) para la obra de su cuñado, Arvid Järnefelt, titulada Kuolema (Muerte) es de una delicada belleza. El compositor finlandés la estrenó el 2 de diciembre de 1903, pero no fue hasta un año después cuando la revisó y la tituló como «Vals triste».
Cuando uno escucha la composición, siente una especial fascinación desde los primeros compases ya que estamos ante un vals fantasmal con continuos cambios de tonalidad que sortean la resolución musical que ansía el cerebro musicalmente educado. Sibelius es un maestro jugando con armonías inestables y con cambios de ritmo que afectan directamente al corazón.
Vals triste, opus 44, nº 1 es una breve obra orquestal a modo de tarjeta de visita del compositor finlandés. El sonido es tan característico de Sibelius que el carácter lúgubre de la partitura no logra ocultar la admiración que él sentía por los valses de Johan Strauss.
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La melancolía con la que Jean Sibelius adorna la triste historia escrita por su cuñado se sustenta en los timbres de la flauta, clarinete, trompas, timbales y cuerdas. La pluma del compositor hace que la magia surja de estos instrumentos, magia ante la que el oyente sólo puede instalarse en la oscura habitación donde tienen lugar el encantamiento de nuestra historia de hoy.
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