Antonio J. Ruiz Munuera

Bruckner y la humildad obsesiva

Martes, 7 de junio 2022, 10:04

Una obra de arte no siempre satisface a su creador. Son numerosos los escritores que han desestimado o modificado textos que, finalmente no se ajustaron a sus ideas e intenciones. Algo similar le ocurrió a pintores, como Velázquez, que rectificaron sus lienzos con pentimentos (del italiano arrepentimientos) descubiertos años después con motivo de un proceso de restauración.

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Las partituras, como ocurre con los libros y los cuadros tienen memoria, lo que puede resultar insoportable para un compositor perfeccionista con independencia del reconocimiento social recibido. Uno de los grandes maestros que añadieron sucesivas capas de pintura a sus composiciones fue Anton Bruckner (1824-1896), cuya Tercera Sinfonía en Re menor va a ser interpretada esta semana en Murcia. Precisamente esta obra fue revisada por su creador en varias ocasiones, perdurando tres de estas como las principales: la original e inédita de 1873, la de 1877 de la edición Oeser y la de 1889 de la edición de Novak, que precisamente será la que escucharemos el miércoles en el Auditorio Regional.

Bruckner fue un valedor de la sinfonía clásica estructurada en cuatro movimientos con un patrón uniforme: comienzo en forma sonata con tres temas, un Adagio a continuación, un Scherzo inspirado en el folclore y un Finale donde reaparecen algunos de los temas ya presentados.

La Tercera Sinfonía de Bruckner tiene el sobrenombre de Wagner, pero es una embarcación en la que transitan influencias de Beethoven y Schubert. En ella, el compositor austríaco amplia la orquesta con una tercera trompeta y la transforma en un órgano de tubos, con líneas temáticas únicas donde el silencio es tan importante como el sonido. La influencia de Schubert es muy patente en la forma de dividir la orquesta en bloques sonoros o coros de cuerdas, maderas y metales.

El primer movimiento muy lento y misterioso comienza con la bruma creada en los cuatro primeros compases a los que sigue un solo de trompeta muy admirado por Wagner y que nos recuerda a El Holandés Errante. Le sigue un bello tema cantabile en las cuerdas. En el segundo movimiento Adagio destaca la religiosidad y el fervor que propicia la atmósfera wagneriana.

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El Scherzo bruckneriano nunca defrauda y comienza con un tema dionisiaco seguido de un fragmento melódico a cargo de los violines. El Trío nos transporta a los länder austríacos donde violas y violines proponen una danza folclórica, en la línea de lo que experimentó el joven Bruckner cuando tocaba en las fiestas populares. En el cuarto tema Finale reaparece el primer tema de la sinfonía y la orquesta crece hasta alcanzar un verdadero clímax, donde contrastan dos ideas: una de tipo polka en las cuerdas y otra coral solemne donde participan los metales. Según Bruckner, esto refleja lo que es la vida normal, en la que conviven la alegría y la tristeza.

El estreno de la Tercera Sinfonía de Bruckner aconteció en Viena el 16 de diciembre de 1877 y resultó ser un auténtico descalabro. A pesar de que la obra ya había sido revisada por el compositor, la partitura fue rechazada por los músicos de la Filarmónica de Viena. El fallecimiento repentino de Johann Herbeck, el director elegido para la ocasión, obligó al inexperto Bruckner a tomar la batuta. El resultado final fue muy triste, con apenas veinticinco personas en la sala, entre las que se encontraba Gustav Mahler

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La Viena de finales del siglo XIX era una ciudad difícil para un músico innovador y ese lugar ya lo ocupaba Brahms. Bruckner no se sintió nunca a gusto en la capital de la música que rechazaba sus vestimentas pasadas de moda, su fervor wagneriano y sus intentos infructuosos de formar parte de la Universidad. A pesar de ello, él siempre confió en sus posibilidades artísticas y a la Tercera Sinfonía le siguieron otras seis obras colosales, fruto de su humildad y su avidez por aprender.

Se dice que la Tercera Sinfonía es como una gran catedral, que lejos de invitarte a salir en busca de nuevos horizontes, te obliga a permanecer en su interior formando círculos. A pesar de las distintas versiones realizadas por el maestro, la esencia de Bruckner está en cada una de ellas.

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