Ese Mediterráneo del alma
El trío Pieranunzi, Mirabassi y Bulgarelli volvieron sobre 'Racconti Mediterranei' 25 años después, para dejar huella en el Teatro de Invierno
Nos suena cercano, propio, de nuestros sentidos mediterráneos, este sonido que le sale de las manos a Enrico Pieranunzi, tan evocador de geografías del alma. ... Lleva la luz que nos ciega al asomarnos a cualquiera de nuestras orillas, esa fluidez vital «de Algeciras a Estambul», ya lo cartografió Serrat como nadie por dentro y por fuera. El pianista romano volvió anteanoche a sus 'Racconti Mediterranei' («Relatos Mediterráneos'), que concibió hace 25 años y grabó junto al clarinetista Gabriele Mirabassi y el contrabajista Marc Johnson, sustituido en San Javier por Luca Bulgarelli, uno de los más requeridos del jazz italiano. Su presencia aportó una nueva brisa al repertorio que, aunque escrito, deja amplio margen a la improvisación, la parte más libre, más aérea, más ensoñadora, la más parecida a imaginar la altamar cuando miras desde el puerto. Así es la narrativa musical de Pieranunzi, más contemplativa que nostálgica.
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Quién : Enrico Pieranunzi: piano. Gabriele Mirabassi: clarinete. Luca Bulgarelli: contrabajo.
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Cuándo Miércoles, 9 de julio. Teatro de Invierno (Jazz San Javier).
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Calificación: Referencial.
Su precisión en el lenguaje clásico respira con el clarinete, que aporta esa sensación de suspensión melódica. Acompañarse de Mirabassi es inflar las velas con una expresividad extrema. El clarinetista, colaborador de Richard Galliano y Stefano Bollani, hipnotiza con su capacidad para transitar entre el jazz, el lirismo más sublime y el virtuosismo técnico. Perfecto para dialogar con Pieranunzi, uno de los grandes jazzistas italianos. Trabajó con Chet Baker y Charlie Haden, y posee altos galardones.
La noche prometía una zambullida en el disco grabado en el año 2000, que la revista Jazziz seleccionó como uno de los mejores del año. Ya tiene el marchamo de clásico, que destaca a los que no envejecen, porque no solo suena imperecedero, sino que permanece, como un aroma de infancia. El caso es que no se cebaron en el disco.
El trío trenzó en su repertorio temas de diversas épocas del romano. Comenzaron con una serenata nocturna de 2014, que el pianista convierte en una narración sosegada a través de una melodía que contiene toda esa cadencia mediterránea. Con 'Adjapi', entraron por vericuetos más complejos rítmicamente de Pieranunzi. Desde registros más graves, el piano envuelve al clarinetista, que se desliza por rutas interiores de búsqueda. No frena la inquietud que exhala este delicioso pasaje con continuas variaciones.
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Exploraron también un blues poco convencional, con un nervio más europeo, sin el formato canónico, para que el pianista se mueva con total libertad y genere una tensión contenida. Con este 'Blue East', parece dejar clara su ubicación estilística. Puso el 'crack' en el concierto, la sístole que se dispara, para después retomar la carga emocional más intensa. Así condujo al público que llenó el Teatro de Invierno, por mensajes sin palabras como si el pianista nos metiera en su cabeza con temas como 'Ilsospiri, le lacrime, ildesío' o 'Un sueño más'.
De su 'Racconti Mediterranei' revivió tres perlas. Nos dejó sentir serpenteando por dentro el clarinete en 'Il canto delledeifferenze', con el piano suavizando hermosas disonancias. El trío dejó constancia de su magistral uso del lirismo y los silencios para imprimir mayor dramatismo a la 'Canzone di Nausicaa', una lenta canción de cuna dedicada a la princesa homérica que ayudó a Odiseo en su naufragio. ¿Un agradecimiento con destinataria anónima?
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El romántico Enrico advirtió, antes de disparar al corazón con 'Les amants', que «muchos se han casado con esta canción». Prueben.
Con la simpatía que empleó desde el principio, dijo haberse enamorado de San Javier y pensado «transferirme aquí con una casa». Su arte y calidez se vieron compensados con el premio del Festival de Jazz, que le entregó el alcalde, José Miguel Luengo. Quiso despedirse con el 'Choro de los años', una reinterpretación de género brasileño, también apegado a la improvisación, pero traído, como suele el italiano, a las playas del Mare Nostrum. Fue un adiós celebrado, con subidas de viento y réplicas de contrabajo. Una charla a tres que dejó con ganas de más.
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