Loreto López, en su estudio, con una imagen de Rafaela Barrantes. LV
Historiadora del arte y restauradora

María del Loreto López Martínez: «Muchas artistas todavía sufren el más absoluto de los olvidos»

En su ingreso hoy en la Real de Alfonso X como académica de número, rescata la historia «de novela» de la dama pintora Rafaela Barrantes

Martes, 15 de octubre 2024, 00:32

Llega María del Loreto López Martínez (Murcia, 1957) a la Real Academia de Alfonso X el Sabio con una perla: la historia «digna de ... una novela» de la desconocida dama pintora Rafaela Barrantes Abascal (Manila, 1866-Madrid, 1944), vinculada a la Región por la carrera militar de su marido, el almirante Juan Bautista Aznar y Cabanas. El discurso de ingreso como académica numeraria de esta historiadora del arte y experimentada restauradora (hoy, a las 18.30 horas) tendrá un tono de defensa de las artistas relegadas a un segundo plano pese a su maestría. De los 24 académicos numerarios de la institución, solo cuatro son mujeres. A ella le contestará en el acto Santiago Delgado.

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–¿Cómo llegó hasta Rafaela Barrantes Abascal y qué le impulsó a indagar sobre la figura de esta desconocida dama pintora?

–Tuve la suerte de que los herederos de diez de sus obras, las únicas conocidas hasta ahora, me confiaran la restauración. La calidad técnica y la delicadeza de los exóticos paisajes de su Manila natal, en la época en que Filipinas todavía era colonia española, me llevó a investigar sobre ella, descubriendo una historia que me pareció apasionante, digna de una novela. Gracias a este estudio también he podido conocer también al pintor nacido en Lorca Agustín Sáez Glanadell, que durante casi toda su carrera profesional fue director de la Escuela de Artes de Manila y maestro de los grandes pintores filipinos del siglo XIX.

«Vamos descubriendo por fin que en todas las épocas ha habido nombres femeninos de una categoría similar a la de cualquier maestro»

–¿Qué destacaría del trabajo de esta autora a la que usted se refiere como dama pintora?

–La denomino dama por su estatus social: hija de un personaje destacado en el ámbito cultural y político del siglo XIX y esposa del almirante Aznar, que estuvo destinado en Cartagena y último presidente del gobierno monárquico del Alfonso XIII. Estamos ante un pintora malograda, pues apenas hay obra suya tras su matrimonio; al menos de momento no se conoce. A pesar de la escasez de piezas y el pequeño tamaño de la mayoría, tengamos en cuenta que hubo de transportarlas desde Filipinas, la calidad de sus obras y su evolución la hacen una artista interesante y, por desgracia, frustrada en el que habría podido ser su mejor momento.

El cuadro 'Paisaje de una aldea filipina'.

–¿Por qué dice que se vio truncada su carrera artística?

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–En aquella época, entre las clases altas, a las mujeres se las cultivaba en las artes en pro de un buen matrimonio. Sin embargo, cuando se casaban todo cambiaba: tenían que dedicarse a la familia y a ejercer de esposa. Ahí solía acabarse cualquier posible práctica artística. También ocurría que su formación era diferente a la que recibían los hombres. Por ejemplo, no podían entrar a las clases de anatomía.

–¿Es su investigación una llamada de atención sobre el silencio que ha rodeada a las mujeres artistas a lo largo de la historia?

–De algún modo, sí. En los últimos tiempos se está reivindicando y sacando a la luz, gracias a estudios y exposiciones, el nombre de bastantes artistas del sexo femenino que a lo largo de la historia han estado relegadas a un segundo plano; eso en el mejor de los casos, otras muchas han sufrido el más absoluto de los olvidos y todavía 'esperan' ser descubiertas.

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–¿En su larga trayectoria como restauradora ha encontrado otros casos similares?

–Han sido varias las obras en que, por distintas circunstancias, ya que en algunos casos nos llegan sin firmar, hemos descubierto la autoría de una mujer. Me refiero, por ejemplo, a María Ramona Asperilla y Fernández-Calderón, esposa del arquitecto de la corte y coleccionista de arte Francisco Javier Mariátegui y Solá. O a Luz Cayuela de Ysaura, hija del alcalde de Murcia José Cayuela Ramón y discípula del pintor Antonio Nicolás. En todos los casos, se trataba de señoritas de la aristocracia o la burguesía del siglo XIX y principios del XX que, tras su boda, abandonaban los pinceles, o al menos no hemos encontrado obra suya posterior a este hecho.

–Parece que el papel que le ha reservado el arte a la mujer ha sido más como modelos que como autoras...

–Siempre se ha visto así, pero ya se va descubriendo que en todas las épocas ha habido nombres femeninos de una categoría similar a la de cualquier maestro. Las que han trascendido, por lo general, fueron artistas profesionales, hijas o esposas de otros artistas destacados.

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–¿Cree que la situación comienza a cambiar?

–Ya suenan para el gran público los nombres de las pintoras italianas del Renacimiento Sofonisba Anguissola y Lavinia Fontana: y un nombre del Barroco italiano destaca por encima de muchos, Artemisia Gentileschi. Así podríamos seguir elaborando una larga lista que, hoy en día, se va completando poco a poco. Y no podemos olvidar a nuestras artistas locales, como Inés Salzillo, autora de algunas de las policromías de su hermano; Magdalena Gilarte, colaboradora del taller familiar, o la pintora Francisca Duparc, nacida en Murcia durante la estancia de su padre, el escultor Antonio Duparc.

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