María José Montiel Barcia, en el Teatro San Carlo de Nápoles en el que interpretó 'Carmen', dirigida por el maestro Zubin Mehta. CAMILO SOUTO
La semana de...

María José Montiel Barcia, voz y corazón dentro y fuera del escenario

Generosa y de gran sensibilidad, la mezzosoprano de raíces abaraneras y catedrática de Canto de la Universidad de las Artes de Berlín acaba de recibir de la Fundación Los Álamos del Valle de Ricote el IV Premio Floridablanca

Domingo, 1 de diciembre 2024, 08:49

Ni quiere ni sabe ser personaje, ajena al postureo y al divismo tan indisoluble al mundo de la lírica en el imaginario colectivo. Con una ... extraordinaria trayectoria artística de 40 años, la mezzosoprano María José Montiel realizó en el Real Conservatorio de su Madrid natal la carrera superior de Canto, formación que perfeccionó posteriormente en Viena junto a O. Miljakovic. También cursó, por consejo paterno, estudios de Derecho en la Autónoma de Madrid, universidad en la que obtuvo el Diploma de Estudios Avanzados en Historia y Ciencias de la Música. Ha cantado en escenarios tan emblemáticos como el Carnegie Hall de Nueva York, La Scala de Milán, Salle Pleyel y Opéra National de París, Musikverein, Konzerthaus y Staatsoper de Viena o Sala Bolshoi de Moscú, y con directores de la talla de Zubin Mehta y Riccardo Chailly. Catedrática de Canto de la Universidad de las Artes de Berlín, ciudad en la que vive desde hace cinco años y medio con su marido y su perrita, alterna sus paseos por los bosques berlineses con las noches de clásicos de cine y las exposiciones en museos. Su labor docente, divulgadora e investigadora del patrimonio musical español, así como su compromiso con la promoción de la Región en escenarios nacionales e internacionales, le han valido el Premio Floridablanca que concede la Fundación Los Álamos del Valle de Ricote, distinción que se suma en su inacabable currículo, entre otras, al Premio Nacional de Música y a su admisión en la Real Academia de las Bellas Artes de San Fernando. Risueña y cálida como esas voces que hasta cuando susurran abrigan el alma, es una de las grandes intérpretes de 'Carmen', y en su repertorio destacan obras fundamentales para su cuerda como la 'Segunda', 'Tercera' y 'Octava sinfonía' de Mahler o el 'Requiem' de Verdi. Reivindicativa y comprometida, es embajadora de la Fundación Columbus desde 2017. Ha grabado más de 20 discos, entre ellos 'Modinha', finalista de los Grammy. Consciente de que la vida da, igual que quita, sabe que su primera ganancia se la debe a sus padres, quienes lograron, con su apoyo infinito, que aprendiera a cantar y a hablar a la vez.

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Lunes

10.00 horas. En el árbol de la música, que es mi vida, la docencia es una rama que se ha convertido en algo fundamental para mí. Mi hermana es maestra, y para mí dar clases ha llenado otro hueco importante en mi corazón. Creo que es bellísimo poder aportar a las nuevas generaciones todo lo que he aprendido en 40 años de carrera. Estoy feliz cuando mis alumnos cantan bien como si fuera yo misma la que cantase. Es una forma muy bonita de dar y recibir amor. También di clases en Milán, en París, a alumnos que pedían consejo, pero ahora tengo mi clase fija en Berlín y es un acompañamiento muy íntimo. Los alumnos de canto tiene muchísimas materias en la universidad. Es una locura. La clase de técnica de canto se da dos veces a la semana, que está bastante bien. Normalmente se tienen nueve alumnos por cada cátedra, pero se me han apuntado más: tengo doce. Además de las clases preparamos conciertos. Vamos a hacer uno el 12 de diciembre y otro en febrero, que es cuando acaba el semestre.

10.30 horas. Veo ahora a la gente joven desesperada por encontrar trabajo. El trabajo sale en el momento en el que tiene que salir y, si no, hay más caminos en la vida. No gestionamos la frustración cuando somos jóvenes, sufrimos mucho. Les digo a mis alumnos, que tienen entre 18 y 30 años, que piensen de ahora a una semana. La presión es tan grande... hay mucha competitividad entre los cantantes de ópera. La individualidad va desapareciendo, parece como que interesase que vivamos más en rebaño. Hay un freno que se siente en el ambiente, que no sé de dónde viene, que hace que la persona no se pueda desarrollar como individuo como antes. Esa ola sociocultural les va afectando a los jóvenes, que están muy sometidos a la uniformidad. Antes había muchísima más personalidad, había cantantes y maestros legendarios; ahora, aunque la calidad existe y es la misma, no salen a la luz.

Martes

11.00 horas. Recibir el premio Floridablanca me ha supuesto muchísima emoción. Es un reconocimiento a mi carrera desde la tierra de mi padre, y eso es un plus. He sido invitada muchas veces por la Orquesta Sinfónica de la Región de Murcia, pero sobre todo he ido de pequeña a Abarán y a Murcia capital, y más en Semana Santa. Era un momento del año precioso. Incluso una vez me vestí con la Hermandad de La Samaritana. Mi padre tenía 42 primos hermanos, y cuando recibí el premio [en el Teatro de Abarán, el pasado 18 de noviembre] había muchos familiares presentes. Mis padres ya no están, han muerto los dos, mi madre hace tan solo dos meses y medio. Me emocioné mucho porque hablaron de ellos durante la entrega del premio, tanto la catedrática emérita de Filología Latina de la Universidad de Murcia Francisca Moya del Baño, mujer excepcional que hizo mi 'laudatio', como el presidente de la Fundación Los Álamos, Conrado Navalón. Me van a dar otro reconocimiento en Barcelona el mes que viene, y el año pasado me comunicaron mi ingreso en la Real Academia de Bellas Artes. Fue también un gran honor inesperado para mí, a pesar del esfuerzo tan grande que me ha costado mi carrera y lo mucho que he luchado con la ayuda de mi familia.

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Miércoles

9.00 horas. Por las mañanas trabajo mi voz. Todos los días hago ejercicios de respiración y vocalización. Sueño con seguir teniendo buena salud y energía para seguir cantando. Jubilarme es algo que no entra en mis planes. Empecé a cantar y a hablar a la vez. Mi madre tocaba el piano y fue la primera persona que me acompañó. La música era algo importantísimo y cotidiano para mi hermana y para mí. Mi abuelo materno cantaba ópera y zarzuela. El ambiente de la casa era completamente musical, y mi padre, a quien también le gustaba la música, me apoyó al máximo, al igual que mi madre.

Jueves

17.00 horas. No me ha interesado nunca el postureo ni ser un personaje. Encima del escenario soy María José Montiel, cantante, pero luego soy María José, persona sencilla. Nunca he pertenecido a ningún grupo económico o de presión que pudiera ayudarme en mi carrera. He hecho una carrera muy independiente, y por eso ha sido tan difícil. Con la voz debemos ser un poco 'personajes públicos' y reivindicar, aunque no tengamos la popularidad de los cantantes de rock. Colaboro con la Fundación Columbus, que se dedica a investigar muchísimas enfermedades raras y cáncer infantil. Organizan conciertos benéficos y participo en los que puedo. Si podemos ayudar, deberíamos hacerlo. El mundo está muy necesitado de compasión.

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Viernes

18.00 horas. No puedes ser un hurón o irte a una montaña a vivir de ermitaño, pero intento estar lo mínimo con quien no me aporta. Hago una vida sencilla con mi marido y con nuestra perrita, basada completamente en la música, en el cine y en la pintura. Me gusta mucho el cine clásico, también el español.

Sábado

11.30 horas. Los fines de semana salimos a recorrer un poco los parajes alrededor de la ciudad. Hay unos bosques maravillosos, aunque echo de menos las montañas.

Domingo

12.30 horas. Cocino de vez en cuando, pero no soy muy aficionada. A veces me animo y digo «vamos a hacer un arroz», que en Berlín ya tiene mérito. Nosotros nos traemos al vacío muchas cosas de España, como el jamón serrano. Austria y Alemania me han dado mucho en la vida; en Austria encontré una profesora que me ayudó vocalmente muchísimo, y vivir en Viena me encantó. Berlín me ha dado la universidad y le estaré siempre agradecida. Después de haber viajado por el mundo entero considero que la gastronomía española es la mejor, y después la italiana. En Alemania, el primer día pruebas el codillo con la cerveza, o las salchichas, y piensas: «Qué maravilla». El cuarto día ya no puedes más.

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